Mucha gente no le perdona a George Benson convertirse en un cantante mega exitoso que relega cada vez más su guitarra. Sin embargo, habría que revalorar el impacto que ha tenido su etapa jazzística en varias generaciones, lo mismo que el papel de Von Freeman, saxofonista que no ha recibido el reconocimiento que merece, pero ha influido en la obra de músicos jóvenes.
Ambos personajes confluyen en la figura de Mike Allemana, músico nacido en Chicago, quien a los 12 años tomaba clases de guitarra en la tienda de instrumentos Perry's Music Center, cuando su maestro le dijo: "tienes que escuchar esto" y le tendió The George Benson Cookbook.
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El músico, que se presentó los días 29 y 30 de junio en el Zinco Jazz Club, recuerda que, impresionado por lo que escuchó, de inmediato se hizo de otros discos de Benson. "Me aprendí "Breezin'" en la guitarra a los 12 años y, a los 14, lo vi a tocar en la gira de Turn Your Love Around, y me decía: ¿qué es esto? Así fue como me involucré en George Benson", dice en entrevista telefónica para MILENIO.
Cuando terminaba la secundaria, ya inoculado con el virus del jazz, Allemana pasó a Wes Montgomery y a otros guitarristas. Estudió guitarra en la Universidad del Norte de Illinois, donde uno de sus maestros fue Fareed Haque, que en su estilo combina el jazz y la música clásica con influjo de la música del mundo.
Al preguntarle su experiencia con Haque, Mike recuerda que "estaba en mi tercer año de universidad y teníamos un maestro muy malo, nos quejamos y nos deshicimos de él. Entonces llegó Haque, a quien le interesaba el ritmo y la técnica. Era casi lo único de lo que se ocupaba con todos, especialmente conmigo. Me ponía a trabajar mucho con el ritmo y a estudiar a Pat Martino. Me hacía abordar el instrumento de muchísimas formas, pero todo esto tenía como finalidad que encontrara mi voz propia ".
La leyenda secreta del jazz
La vida de Allemana habría tomado otro rumbo, de no ser por Haque, quien le reveló un universo: el South Side de Chicago, barrio negro donde el jazz y el blues sin sacarina palpitan, donde se escucha lo que llaman the real thing (la neta). Ahí vio por primera vez al saxofonista Von Freeman (1923-2012), una leyenda secreta del jazz.
Allemana recuerda que, como muchos jóvenes blancos de los suburbios que se pasaban el día en la universidad, realmente no tenía idea de lo que era el South Side.
"Ir al club The New Appartment Lounge y ver cómo la gente interactuaba con la música y escuchar el sonido único de Von saliendo de su saxofón me maravilló. No sabía que la música podía ser así, muy diferente a lo que aprendía en la escuela. Me volví adicto. Mi universidad estaba como a hora y media del South Side, pero todos los martes iba al club manejando para verlo tocar".
Iba tanto que el pianista de Freeman se volvió su amigo y lo alentaba, le daba consejos sobre música, lo que después hizo el propio Freeman.
"Durante seis o siete años fui casi todos los martes al club. A principios de 1995 Von me pidió que lo sustituyera en el club porque tenía una gira de un par de meses en Europa. ¡No me imaginé que me estuviera pidiendo algo así, tomar su lugar! Tenía 25 años y pensaba: debe estar bromeando".
Pero era en serio. Freeman alentaba a los jóvenes que se tomaban la música en serio y que se esforzaban por ser mejores, agrega el guitarrista. "Después de eso me contrató como suplente en su grupo y tocábamos en clubes y conciertos. En octubre de 1997 su baterista me pidió que reemplazara al pianista porque estaba hospitalizado —después murió—, así que formé parte del grupo de Von hasta que murió en 2012".
El guitarrista recuerda a su líder como un hombre "generoso, muy abierto a darte información. No era información técnica, sino más bien información abstracta. Le preocupaba no prescribirte cosas muy detalladas, para que tú pudieras encontrar tu voz propia. Eso es algo típico en el jazz que se da mucho en la escena del South Side de Chicago: encontrar tu voz propia, tu voz original. Piensa en todos esos grandes saxofonistas: Clifford Jordan, Gene Ammons, John Gilmore, Steve Coleman... Todos son de Chicago y tienen una voz singular, única".
Además de tocar, a Freeman le gustaba hablar. "Cuando íbamos de viaje yo manejaba y él hablaba y hablaba: de música, de la vida, de lo que fuera. Era un filósofo que te decía por qué Chicago era una ciudad creativa. Se quedó aquí en parte porque cuidaba de su madre, que vivió hasta los 103 años, pero también porque me decía que si trataba de ser famoso su creatividad se vería restringida, así que prefirió tocar en clubes del South Side".
Su discípulo ha hecho algo semejante: se quedó en Chicago y ha encontrado varias vías para expresar su creatividad. "Pues sí, he hecho algo así —comenta el guitarrista entre risas— y tengo que trabajar mucho. Sobrevivir no es difícil. Por cierto, todos los amigos de Von se fueron a Nueva York, como Gene Ammons, con quien estudió en la secundaria. Johnny Griffin, quien era de otra generación y fue amigo de su hermano, George Freeman, de inmediato se fue a Nueva York porque Lionel Hampton lo contrató al salir de secundaria. Los saxofonistas nacidos en los 30, como Clifford Jordan y John Gilmore se fueron a Nueva York. Casi todos los grandes músicos se fueron allá, pero Von se quedó en Chicago".
Para mantener viva la leyenda
No es obsesión, pero Allemana disfruta mucho hablar de Von Freeman y tocar su música, buscar su reconocimiento. "En toda la investigación que he realizado no he encontrado ninguna mención en los medios sobre él hasta los años setenta, salvo pequeñas acotaciones sobre alguna presentación. Durante décadas nadie reparó en él, aunque había hecho su primer disco como líder en los cincuenta. No hizo su primera gira fuera de Estados Unidos hasta que tenía 54 años, cuando fue a Ámsterdam. Fue su primera vez fuera de su país. Al final de sus días le molestaba haber sido reconocido hasta que era viejo y no cuando era joven".
Allemana recuerda que Roy Haynes, el baterista legendario que sigue tocando a los 93 años, iba mucho a Chicago para escuchar a Von Freeman.
"Roy Hargrove venía mucho, lo mismo que Steve Coleman. Roy Haynes decía: '¡Von es el bueno!' Todos se referían a él como un tipo pesado. Los músicos lo conocían, pero no recibió mucho reconocimiento en su tiempo".
Como parte de sus proyectos, Mike Allemana toca la música de Von Freeman, dado que bebió de la fuente directa, además de tocar con su hermano George Freeman, pero también se mueve en otras vertientes. Esta forma de abordar la música, es un poco herencia de Von, y tiene que ver con "encontrar diferentes formas de conectarse con la gente", asegura.
"Chicago tiene la escena del blues, del jazz y del góspel juntas en un espacio geográfico pequeño".
Mike colabora con músicos con quienes pueda desarrollar sus ideas composicionales, "eso que Ornette Coleman llama composición instantánea, desarrollar una música que tenga una estructura particular que se conecte con la gente. Tengo un trío llamado The Regulators, cuya música se basa en el sistema rítmico de Steve Coleman, pero usamos lo que podríamos llamar ritmos funk con sentimiento como los del grupo The Meters, muy sofisticados, con una rítmica súper difícil. Trato de combinar grooves muy fuertes con cuestiones rítmicas intricadas en las que estoy muy interesado".
Otro de sus grupos, Come Sunday, se enfoca en el góspel. "Mi idea es que Chicago tiene la escena del blues, la escena del jazz y la escena del góspel desarrollándose juntas en un espacio geográfico pequeño en el South Side negro, un barrio que fue muy segregado. Yo tomo mi concepto jazzístico y lo uno a la música espiritual. Tengo cuatro cantantes y yo improviso en lo que ellos cantan. Trato de experimentar con mis ideas musicales en formas que puedan decirle algo a la gente de diferentes maneras, como puede ser a través de un groove, de la espiritualidad o, simplemente, como lo hacía con Von: empezar una pieza sin decir en qué tono está y simplemente tocar lo que se me ocurra. Todo sucede en torno a una cierta estructura".