Cuando uno trabaja con la violencia, trabaja con el horror: Mónica Ojeda

Los cuentos de Las voladoras no solo tienen que ver con nuestro tiempo, sino hasta con un contexto geográfico.

Mónica Ojeda, escritora ecuatoriana | Especial
Jesús Alejo Santiago
México /

Ser considerada una de las voces literarias más relevantes de Latinoamérica por el Hay Festival, Bogotá39 2017, además de reconocida en el Next Generation Prize del Prince Claus Fund 2019 por su trayectoria literaria, son asuntos que la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda lleva como parte de los retos cotidianos frente a la computadora y a las formas literarias: “los géneros me dan mucha libertad, porque nunca me comprometo con ninguno de ellos de forma seria”.

Su literatura se nutre de la diversidad: La desfiguración Silva, Nefando, Mandíbula, Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos y Caninos son algunos de los títulos que conforman su bibliografía, en donde “de repente toco el terror y me salgo, o el fantástico y me salgo. Genero historias que no calzan en un solo género, sino en varios”, asegura la escritora y ello se refleja en su más reciente volumen de cuentos, Las voladoras (Páginas de Espuma, 2021).

“Como escritora me siento libre y con la capacidad de entrar y salir en distintos géneros. Lo que sí es cierto es que cuando uno trabaja con la violencia, trabaja con el horror, porque la violencia produce horror, a menos de que uno sea un psicópata: esa vinculación entre violencia y miedo está ahí”.

Los cuentos de Las voladoras no solo tienen que ver con nuestro tiempo, sino hasta con un contexto geográfico: nacida en Ecuador, allá suceden muchas de las cosas hostiles que suceden en el libro, aunque sean problemas que se dan en otros lugares en el mundo, aun cuando su experiencia esté circunscrita a esa geografía y “a violencias que reciben el cuerpo de las mujeres”.

“Son cuentos que van sobre violencia, sobre el horror que genera esa violencia y cómo es un monstruo que, cuando muerde, convierte a las víctimas en monstruos también. Las protagonistas de los relatos para sobrevivir a la violencia tienen que ser violentas: son crueles, porque dan cuenta de la crueldad de la violencia, que no te deja salir indemne, ni siquiera como víctima”, cuenta Mónica Ojeda en entrevista con MILENIO.

Para la escritura de los relatos, Mónica Ojeda trabajó con distintos tipos de violencia, desde la más tangible, como la física, pero también está la discursiva, la que se produce por omisión: por ignorar o pasar por alto los dolores de los demás. Es un libro protagonizado por mujeres, aunque el último de los cuentos sea un hombre, que todo lo que hace se relaciona con una mujer, su hija muerta.

“La violencia que también tiene que ver con el hecho de estar vivo, la violencia de la muerte, lo violento que es perder a alguien a quien amas y que todos vamos a experimentar por el hecho de estar vivos. Trabajo distintas líneas de esa violencia, en contextos hostiles, y las historias giran en torno a cómo los personajes principales de estos relatos encuentran argucias, tácticas de supervivencia, que no siempre son éticamente correctas, pero que nadie tendrá la capacidad de juzgarlas, precisamente por los daños que han sufrido”.

En las historias también aparecen los volcanes como símbolo y alegoría; cóndores y brujas andinas, pertenecientes a distintos grupos, porque hay unas más realistas, otras metafóricas, mujeres que no sirven la normativa de la feminidad, pero luego hay brujas fantásticas que son capaces de desprender la cabeza de los cuerpos. Se trataba de trabajar la andinidad, pero desde un punto simbólico, más que de un retrato realista.

“Quise echarle mano a todo el material simbólico que hay en los Andes. No quise hacer relatos costumbristas, ni que fueran retrato de los Andes, porque me parecía poco interesante. En cambio, la imaginería de esa geografía sí que me parecía increíblemente potente y generaba historias en donde esos símbolos sirvieran como puentes para trabajar violencias y horrores rabiosamente contemporáneos”.

Una de las preocupaciones de Mónica Ojeda fue construir el puente entre el pasado y el presente, entre lo ancestral y lo contemporáneo, que en Las voladoras se refleja a través del acercamiento a lo que define como la andinidad, pero también un mundo, “porque creo que eso es los Andes: es una geografía que convive en la actualidad con lo más ancestral y las ciudades más modernas”.

“Es ese sincretismo entre el pasado, el presente y el futuro lo que genera esa peculiaridad de los Andes, que parece haber retrocedido cientos de años en una esquina y en otras estar en una ciudad futurista”.

Como escritora, Mónica Ojeda no tiene interés de hacer crítica; en lo personal, busca entender a través de los cuentos, “sumergirse debajo del agua y abrir los ojos allí: si a partir de eso se genera una posición crítica en los lectores es una consecuencia, no una búsqueda activa. Mi búsqueda es entender por qué somos capaces de hacer las cosas que somos capaces de hacer”.

​bgpa

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