La producción de las mujeres compositoras es desconocida; las orquestas prácticamente no programan sus obras. ¿La razón? Que durante la formación profesional de los músicos se habla muy poco sobre el trabajo de las mujeres en este ámbito.
“¿Por qué hacemos Beethoven o Brahms? Porque los conocemos, porque nos los pusieron en la cabeza hasta el hartazgo. No conocemos a las mujeres compositoras, así como no conocemos a las mujeres directoras”, afirma Ligia Amadio, directora titular de la Orquesta Filarmónica de Montevideo.
“La mayor parte de los músicos no conoce nada sobre ellas porque excluyeron de la historia de la música a todas las mujeres compositoras. Es como si no existieran, se habla de tres o cuatro, pero más anecdóticamente, como diciendo: 'no pudieron tornarse compositoras porque eran las hermanas o la mujer de fulano'”.
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Durante el III Simposio Internacional Mujeres Compositoras, realizado del 15 al 20 de septiembre, se llevó a cabo la mesa “Compositoras en América Latina. Mujeres compositoras: realidad, desafío y trascendencia,” en la que también participaron Nelly Beatriz Gómez (Argentina), Odaline de la Martínez (Cuba-Inglaterra), Gina Enríquez (México), Valeria Valle y María Carolina López (Chile), Yanella Bia (Uruguay) y Jocy de Oliveira (Brasil).
El reducido campo sonoro en el que las compositoras pueden desempeñar su trabajo es otra dificultad que afrontan las mujeres que se dedican a la música en América Latina. Según la experiencia de Valeria Valle, compositora y fundadora del colectivo Resonancia Femenina de Compositoras Chilenas, “una cosa es tener los estudios formales a través de tratados de orquestación e instrumentación y otra, tener el sonido de la orquesta para poder entender cómo funciona; el acceso para tener la experiencia sonora de componer para ese formato es bastante difícil”.
A esto se suma que las posibilidades de que una compositora estrene una obra son escasas. Cuando llega a suceder, a menudo el trato implica intercambiar la obra por la interpretación de la orquesta o, en el mejor de los casos, se da una mínima remuneración económica.
Desde este panorama de precariedad, Valeria Valle junto con María Carolina López, en Chile, han realizado la labor de insertar en el mundo de la formación “el concepto de trabajar colaborativamente” para relacionar a las compositoras con la agrupación y que el proceso de componer y ensayar, es decir, trabajar la obra, se dé de manera directa.
“La realidad es que no hay obras para estudiar en los distintos niveles de orquesta que tengan relación con obras de mujeres. Hay un repertorio más o menos estándar que se estudia, pero no hay metodología o partituras de compositoras que tengan esta característica donde se pueda entregar el material a las orquestas para poder empezar a incentivar el conocimiento de obras de mujeres, y también entender que es importante componer para niveles que no son los profesionales”, dijo Valeria Valle.
Por lo anterior, consideró Ligia Amadio, es importante hacer un trabajo colaborativo “con nuestros gobiernos, nuestras escuelas de música y con los musicólogos”, no sólo en Uruguay o Chile, sino en la mayor parte de Latinoamérica, pues estas problemáticas se conjugan con factores como las políticas culturales, la economía y la invisibilización de las mujeres, características que convive en la mayoría de los países de este continente.
PCL | ÁSS