El Museo del Chopo acoge el pensamiento experimental del argentino Roberto Jacoby

La exposición 'Huyamos a Buenos Aires, nadie podrá encontrarnos' presenta la figura del artista en la escena argentina y las estrategias que generó para recomponer el estado anímico de una sociedad que venía de una dictadura militar.

Roberto Jacoby fotografiado por Kiwi Sainz en 1966 | Cortesía: Roberto Jacoby
Ciudad de México /

Roberto Jacoby (Buenos Aires, 1944) ha sido un referente para muchas generaciones de artistas en Argentina desde los años 60. Su labor se puede entender a través de uno de los conceptos que desarrolló en un texto de los años 80 en donde habla de la filosofía del instante, con la que se puede explicar su manera de actuar y de practicar: “es alguien que reacciona, hace obra o piensa proyectos por reacción y también por urgencia”, dice Santiago Villanueva. En ese sentido, su trabajo está ligado a la historia política, económica y social de Argentina.

En entrevista, el curador de la exposición Huyamos a Buenos Aires, nadie podrá encontrarnos, que se presenta en el Museo Universitario del Chopo, habla de la figura de Jacoby en la escena argentina y las estrategias artísticas que generó para recomponer el estado anímico de una sociedad que venía de una dictadura militar.

​—¿Por qué la desmaterialización del arte fue tan relevante en el quehacer de Roberto Jacoby?

La desmaterialización es un concepto que trabaja, sobre todo a mediados de los años 60 a través de la figura de Oscar Massota, que fue un mentor de una generación de artistas en Buenos Aires. Massota fue alguien muy involucrado al psicoanálisis, pero también al pensamiento del arte en general, sobre todo a través de Happenings, un libro muy importante en Buenos Aires. La desmaterialización es un concepto que empieza a trabajar Massota y que Jacoby toma junto con Eduardo Costa y Raúl Escari para hacer un manifiesto que escribieron en 1966, a partir del cual proponían que las obras debían pasar a un plano inmaterial y realizarse en los medios masivos de comunicación. El objetivo era pensar las obras de arte como una manera de visibilizar la falacia que eran los medios en sí y cómo (estaba presente) la posibilidad de difundir noticias falsas.

—El trabajo de Roberto Jacoby abarcó desde sus inicios una diversidad de espacios que rompen con lo que muchas veces se entiende como arte

Roberto es sociólogo y parte de su trabajo, sobre todo en la década del 70 y 80, tuvo que ver con la sociología. Ocupó múltiples roles. En los 80, por ejemplo, fue crítico de teatro en un diario de Buenos Aires; fue letrista de una de las bandas más populares de rock nacional que es Virus, en donde escribió más de 40 letras que Federico Moura interpretó en la banda durante los años 80. Roberto se piensa como artista, pero se piensa más allá, por ejemplo, él usa mucho el término sociedades experimentales para pensar un poco sus prácticas y esta idea de crear microsociedades, sociedades utópicas o ensayos de sociedades donde lo que se modifica son los modos de vida, entonces creo que un poco el eje de trabajo de Roberto pasa por allí, más que por pensarse como un artista visual, sino como alguien que está experimentando con los modos de vida y a partir de eso pensando nuevas posibles sociedades. Él también usó el concepto de tecnologías de la amistad y cómo esos vínculos pueden también acercar al arte.

—Sobre su faceta de letrista en Virus, ¿qué papel juegan las sociedades experimentales, en el sentido de romper con el estado que se mantenía en Argentina después de la dictadura militar?

Roberto deja de hacer arte en 1968 y recién recupera su contacto con la escena de las artes visuales en 1988. En 1983 es la recuperación democrática, pero a la vez lo que sucede es que la dictadura no desaparece de un día para otro: siguen activos un montón de edictos policiales, la represión sigue existiendo, sigue habiendo presos políticos. Es una escena de transición bastante compleja donde lo que quiere plantear Jacoby, a través de varios de los proyectos como Virus, es el desarrollo de lo que llamó las estrategias de la alegría, pensar modos efectivos para recuperar el estado anímico en una sociedad quebrada como era Buenos Aires en 1983. Las letras de Virus cuando uno las lee o las escucha tienen ese humor, esa risa o esa alegría donde la intención es muy clara, no es el hecho de solo escribir una canción, sino también el punto de desarrollar estas estrategias de la alegría o lo que él mismo también llama mecanismos de lo gracioso: recurrir al humor y a la risa como modo de recomposición anímica.

Lo que presentamos en el Museo del Chopo son estos experimentos que están en un borde mucho más difuso y que tenían esa intención más clara de reactivar la noche, de reactivar espacios que habían dejado de existir, de crear una escena underground que no existía, de volver a la fiesta y también de pensar la fiesta como un espacio importante para desarrollar esas estrategias de la alegría. Por eso el arte que realizó Roberto en esa década, y entrados los años 90, tuvo una incidencia en una escena más allá de las artes visuales.


—Desde este contexto de reconfiguración que se estaba viviendo en Argentina, ¿qué significó el que Roberto Jacoby trabajara en colectividad con otros artistas?

El pensamiento colectivo era usual en su manera de pensar y de trabajar el arte. La colectividad en esos años 80 tal vez se enfatizaba y se diluía a la vez, era algo que aparecía y desaparecía, por ejemplo, el proyecto de Virus es un proyecto donde el nombre de Roberto casi se diluye, porque la popularidad de la banda obviamente estaba centrada en la figura de Federico Moura, el cantante, pero él siguió trabajando también colectivamente en los años 90 y 2000. El trabajo en grupo fue creciendo exponencialmente porque a fines de los años 90 realizó Proyecto Venus, una sociedad experimental colectiva que tenía más de 700 integrantes. La colectividad es algo que lo define en un punto.

Huyamos a Buenos Aires, nadie podrá encontrarnos convive en el Museo Universitario del Chopo con otra exposición sobre un espacio que Roberto Jacoby ha calificado como entrañable, me refiero a este espacio underground llamado Belleza y Felicidad

Exactamente. Es muy casual y está bueno este vínculo que planificó el museo, por un lado es súper importante vincular esta exhibición con la historia del Chopo, pero por otro lado está Belleza y Felicidad, que fue el espacio donde Jacoby realiza su primera muestra individual en el año 2001 y es así como da inicio la exposición en Museo Universitario del Chopo, con una serie de fotografías donde él se está preparando para salir escena como clown. Es interesante que un artista de la generación de los años 60 se vinculó muy activamente con un espacio como Belleza y Felicidad, que fue un espacio queer, que cruzaba literatura y artes visuales en los años 2000 en Buenos Aires.

—¿Cuáles son los vínculos que existen entre el archivo del Museo Universitario del Chopo y el trabajo de Roberto Jacoby?

Hay varios puntos de conexión, el más evidente tiene que ver con la cultura underground de los años 80: el Chopo, a través de su institución, pero también desde todo lo que fue el tianguis del Chopo, un espacio de intercambio de información y de material en torno a la escena del rock-punk de los 80 en Ciudad de México. Pero también está el rol que tuvo el museo en relación a la epidemia del sida en los años 80; el Chopo organizó unas jornadas culturales por el VIH, algo que investigamos el año pasado cuando preparamos esta exhibición. Jacoby fue muy activo en relación a eso. Él realizó en 1994 una obra que se llamó “Yo tengo sida”, una playera que realizó en conjunto con Kiwi Sainz como una anticampaña, analizando las campañas (que pretendían estigmatizar) y proponiendo una alternativa de éstas en torno a la epidemia del sida.

—Tomando en cuenta la diversidad y el impacto de su labor artística, ¿cuál es la percepción que se tiene de Roberto Jacoby en Argentina?

Es un claro referente para muchas generaciones de artistas. Es mucho más valorado por artistas que por instituciones. En ese sentido llama mucho la atención que su mayor retrospectiva fue en el Museo Reina Sofía, en Madrid, en el año 2011 y que esta otra exhibición antológica que reúne un cuerpo de trabajo muy importante no sucede tampoco en la ciudad de Buenos Aires sino en Ciudad de México. Es interesante pensar por qué no hubo una gran muestra de Jacoby y de su trabajo en instituciones en Buenos Aires o porque muchas colecciones públicas no tienen su trabajo.

Pero sí es una figura completamente reconocida por artistas, sobre todo porque Roberto generó infraestructura a lo largo de los años, por ejemplo el Centro de Investigaciones Artísticas, un proyecto que desarrolló en 2009 junto con dos artistas y fue un espacio educativo muy importante para varias generaciones durante más de 10 años. El rol de Jacoby tiene que ver con resonancias de la escena de los años 60 y 80, pero también tiene que ver con alguien que generó escena en torno a la formación y la educación de artistas en Buenos Aires.

—¿Qué es lo que le ha permitido a Roberto Jacoby entender la actualidad y hacer arte sobre el día a día?

Hay un texto de los años 80 donde él habla de la filosofía del instante. Creo que este concepto define mucho su manera de practicar, piensa proyectos por reacción. Los trabajos que hizo en los últimos 10 años tienen mucho qué ver con ese perfil, como lo que hizo en la Bienal de San Pablo sobre Dilma Rousseff o la operación en torno a los medios masivos de comunicación que hizo recientemente con su proyecto los Diarios del odio.

Es alguien que está muy atento al tiempo presente y a pensar modos de analizar y actuar en ese tiempo. Se levanta todas las mañanas, lee todos los diarios, está completamente informado de la situación local y nacional entonces, creo que también ese involucramiento con el día a día y esa súper conciencia en torno a la circulación de la información lo hace pensar obras que tienen ese modo de actuar.


La obra de Roberto Jacoby llega por primera vez a México en una exposición antológica que se divide en tres momentos. El primero aborda la figura de Jacoby desde el teatro, el performance y el clown. El segundo núcleo muestra su faceta como letrista de Virus y la activación de las estrategias de la alegría. Finalmente se plantea su regreso a las artes visuales en donde trabaja una reconfiguración de la sexualidad en una sociedad que se sigue reconstruyendo después de la dictadura militar; en esta sección aparecen proyectos como “Yo tengo sida”, el poemario 'Orgía' o un remake de la obra de Andy Warhol 'Los 13 chicos más lindos'. 'La exposición Huyamos a Buenos Aires, nadie podrá encontrarnos' se presenta en el Museo Universitario del Chopo hasta octubre, de miércoles a domingo de 11:30 a 18:30 horas.

​PCL

  • Patricia Curiel
  • patricia.curiel@milenio.com
  • Estudió Comunicación y Periodismo en la UNAM. Escribe sobre arquitectura social y el trabajo de las mujeres en el campo de las artes. Cofundadora de Data Crítica, organización de investigación periodística que produce historias potenciadas por análisis de datos.

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