El Gran Museo de Egipto, “una maravilla junto a la maravilla de las pirámides”, deberá abrir sus primeras galerías este 2018, según el aún incierto plan oficial; y es que han sido numerosos los retrasos sufridos por la mega construcción en los últimos 16 años, desde que se plantó la primera piedra en 2002 por el hoy derrocado mandatario Hosni Mubarak.
La enorme construcción cuenta con financiamiento japonés y costará mil millones de dólares, según los cálculos totales, y luce de verdad gigantesca: una de las varias salas destinadas al contenido de la cámara funeraria de Tutankamón mide 230 metros, y hay muchas otras galerías de exposición tan grandes como un hangar.
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En efecto se necesitará el máximo espacio posible, ya que cuando el museo abra por completo, sus salas albergarán 50 mil artefactos en la exposición permanente. Más de la mitad de ellos nunca ha sido mostrada al público.
Por primera vez en la historia, estos valiosos tesoros tendrán suficiente espacio, pues hasta ahora se acumulaban, de forma deficiente, en el Museo Egipcio en el centro de El Cairo. Pero ahora ese amontonamiento desordenado será sustituido por una exposición moderna y cada objeto expuesto, desde las pequeñas ofrendas funerarias hasta los colosos de granito, estará integrado en un completo contexto histórico.
Esto también se aplicará al corazón del Gran Museo Egipcio, la exposición sobre el faraón Tutankamón, cuya cámara funeraria fue hallada en 1922 por Howard Carter en Luxor. “Queremos presentar a la persona que hay detrás de la máscara dorada”, explica el director de la institución, Tarik Taufik.
Parece un plan muy ambicioso mientras hoy, en la fachada de hormigón, hay montones de arena acumulados desde los que se ven más abajo las tuberías y los cables que pasan bajo tierra. Por todos lados hay andamios y el edificio está cubierto en parte por un armazón de acero.
Y si en el enorme atrio ya se encuentra una estatua de Ramsés II, el coloso de 11 metros de altura, en lugar de mirar hacia la gigantesca escalera que conducirá a las galerías, hoy solo contempla una construcción a medias.
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¿De verdad estará el museo listo para ser inaugurado este año? Contesta Taufik: “Los trabajos en el museo van según lo planeado; debería ser posible”, pero parece algo vacilante. “Si finalmente no se consigue inaugurar la primera parte este año, entonces será a principios del siguiente”, añade, “y para 2022 el Gran Museo Egipcio estará completamente terminado”.
A lo lejos, sobre el ardiente Sahara, se eleva una de las maravillas del mundo, la imponente pirámide de Keops, que domina desde hace más de 4 mil 500 años el desierto, el Nilo y más recientemente la ciudad de El Cairo.
Aquí, a dos kilómetros de distancia, numerosas personas se apresuran de un lado a otro con chalecos amarillos para concluir la construcción del Gran Museo, una nueva maravilla del desierto. Los ruidos de un camión dando marcha atrás resuenan en la construcción a medio terminar, que pronto albergará algunos de los mayores tesoros culturales de la humanidad.
El director del museo se sirve también de ayuda extranjera: el estudio alemán Atelier Brückner ha diseñado la magna exposición del faraón Tutankamón. La gerente, Shirin Frangoul-Brückner, cuenta que su concepto no se centra solo en hacer accesibles los artefactos, sino también los contenidos. Para ello los diseñadores cuentan con las mejores condiciones y pronto deberán abrirse las galerías con objetos de la cámara funeraria del faraón, así como unas enormes escaleras con numerosas estatuas antiguas.
Bajo los pies de Osama Abo El Kheir, la arena del desierto ha teñido la alfombra de un tono amarillento. Es el director general del clausurado Centro de Conservación, en el que se han catalogado y preparados las piezas que serán expuestas.
Las galerías gigantescas albergarán piezas monumentales de hasta 30 toneladas (DPA)
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El Kheir también participa en una de las tareas más peligrosas del proyecto: el transporte de los tesoros culturales a su nuevo hogar: “La dificultad del traslado está en la inestabilidad de las carreteras. Esto puede ser un problema para los pesados artefactos”, cuenta. Algunas de las piezas pesan hasta 30 toneladas y cualquier bache podría dañarlas.
El traslado lo realiza una empresa especializada que puede llegar a tardar tres días en recorrer los 20 kilómetros que separan el Centro de Conservación del nuevo museo a orilla de las pirámides. Todos los objetos deben pasar por la famosa plaza Tahrir (donde se iniciara la revuelta anti Muibarak), cruzar el Nilo y atravesar las estrechas calles de Giza, siempre abarrotadas y llenas de baches, hasta llegar a las enormes salas del museo al margen de la megaciudad. Pero hasta ahora, destaca El Kheir, todos han llegado en perfectas condiciones.
Los egipcios y los visitantes de todo el mundo se hallan a la expectativa de la apertura del museo, donde hasta 15 mil personas al día podrán acompañar, con ayuda de la tecnología, al faraón Tutankamón en su “vida después de la muerte”, mientras sobre sus cabezas colgará la escultura luminosa Path of the sun (el camino del sol).
AG