Mariana Enriquez regresó a Ciudad de México luego de su última visita en noviembre de 2023, cuando dio una charla en la Biblioteca Vasconcelos, evento en el que el poder de convocatoria de la autora de la novela Nuestra parte de noche desbordó la sala, dejando a gran parte de sus seguidores que no lograron ingresar al evento con ganas de una nueva visita de la escritora argentina.
Ahora, en su presentación en la Fiesta del Libro y la Rosa 2024, organizada por CulturaUNAM, la escritora nuevamente convocó a cientos de personas, quienes la recibieron con gran emoción, en medio de aplausos y el grito —te amamos, Mariana— que dio una de sus seguidoras apenas Enriquez se asomó en el escenario de la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario.
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La escritora fue presentada por Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural UNAM, como “un personaje, una bruja gótica. Ha sido descrita como mujer de alta magia, bella, de otro plano que no es este (...) autora de libros muy notables”. La escritora de Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego también estuvo acompañada de Socorro Venegas, directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM.
Durante la conversación, Mariana Enriquez —considerada como la escritora argentina de terror más relevante en la actualidad— habló sobre algunas de sus influencias y cómo problemáticas sociales como las desapariciones, los asesinatos y el crimen económico se han convertido en el hilo conductor de su obra.
Dijo que su afición por lo macabro viene desde la infancia, que más tarde sería alimentada por películas slasher de los 80 como Pesadilla en la calle Elm o series como Twin Peaks y todas las adaptaciones que se hicieron de los libros de Stephen King. A esto se fue sumando el folclore argentino y las creencias de la vida cotidiana.
“En el contexto de la dictadura militar, la del 76-83, que era un momento muy fantasmal, un momento que hasta en el léxico era muy gris e incierto, mi padre trabajaba en una fábrica. En ese momento estaban secuestrando líderes sindicales y decía, ‘se los llevaron’ y yo pensaba, ‘¿a dónde se los llevaron?’. Sabía que estaba mal lo que había pasado, pero no entendía qué y hasta pensaba que eran abducidos”.
“Y en ese contexto crecí. Continúa el después de la dictadura, que fue también muy oscuro porque es donde uno se entera de lo que realmente pasó. Vienen los años 90 argentinos que son neoliberalismo full, no teníamos ninguna posibilidad de escape como jóvenes. Y mis amigos y yo nos hacemos punk, medio góticos, medio stones, pero de los 60 con la época de la magia negra, y en ese contexto empezamos a ir a cementerios como una cosa transgresora y estética”.
Con el paso del tiempo, y el caso de la mamá de una amiga que fue desaparecida y de quien encontraron parte de los restos, fue que Mariana Enriquez empezó a darse cuenta del sentido que tenía su afición por visitar estos lugares.
“El equipo de antropología forense argentino encontró los restos de su mamá, no todos, algunos huesos, y ella decidió darle sepultura pero tardó un año en decidir dónde hacerlo porque no sabía qué hacer con los huesos de un esqueleto que no estaba completo. Todo era tan macabro como para decir ‘y qué pasa si mañana aparece la otra mitad de las costillas’”.
“La sepultura fue un evento multitudinario, y ahí creo que yo entendí que la tumba para mí como una niña y joven que creció en una sociedad donde el horror era que no hubiese tumba, más allá de la estética y que me que me gustaba por toda la cosa un poco vampira, tenía además un trasfondo político y psicológico muy fuerte que a mí me daba mucha tranquilidad. Era como decir ‘bueno acá se terminó la historia, acá hay un epitafio, acá alguien puede venir a poner flores, a insultarte o lo que sea. Esto no es un cuerpo perdido”.
Enriquez contó que fue así como decidió que las crónicas que escribía de manera amateur sobre las visitas que realizaba a cementerios tenían que convertirse en un libro. El resultado está plasmado en Alguien camina sobre tu tumba, del que recientemente la UNAM sacó una edición actualizada.
Para hablar del más reciente libro de la autora argentina, Rosa Beltrán trajo a la conversación el primero de los 12 relatos que conforman Un lugar soleado para gente sombría. “Mis muertos tristes” fue calificado por Beltrán como “impresionante”, cuento en el que un personaje femenino puede escuchar lo que le dicen los muertos y en el que se aborda el caso de un joven víctima de un secuestro exprés al que matan por no tener tarjeta bancaria.
“Hay algo muy espeluznante y muy real... Aunque sean cuentos que hablen de fantasmas son absolutamente realistas. ¿Cuando escribes eso piensas también en realidades como la nuestra o de dónde sale esta fusión de lo fantástico-clásico con lo urbano?”, le preguntó Beltrán.
La autora argentina respondió que literariamente es una explicación que tenía que ver con la tradición. En el idioma español, dijo, no hay una tradición de horror fantástica: “El fantástico rioplatense es una tradición de lo fantástico, pero salvo unos cuentos de Cortázar y en cosas de humor negro de Silvina Ocampo, es muy poco truculento. Social no es nunca”.
De ahí que Enriquez aprendiera el placer de la imaginación y se acercara a la literatura anglosajona: “King es un escritor social norteamericano. Todas sus novelas son sobre problemas sociales: El resplandor es sobre violencia familiar; It es sobre los dramas del pueblo chico, pero sobre todo de abuso de las infancias; Carrie, cuanto más pasa el tiempo, más relevantes es. Es una novela sobre los asesinatos masivos de adolescentes en colegios, ella lo hace con telequinesis, pero con un arma sería exactamente el mismo problema”.
A partir de estas historias, Mariana Enriquez se empezó a preguntar cómo escribir de terror abordando temas sociales de su cultura, no sólo de la dictadura, “porque ese no es el único horror de Argentina”, dijo. También hay una paranoia “desproporcionada respecto de lo real. En Argentina nadie confía en el peso porque desde el 68 se viene devaluando y tiene inflaciones brutales. En ese contexto, lo que pasa es que todo el mundo guarda dólares en su casa y esto lo que produce es que todo el mundo viva aterrorizado de que le vengan a robar. En muchos casos sí ocurre, pero la paranoia es altísima en comparación con lo que realmente sucede”.
Este fue sólo uno de los casos que la escritora puso como ejemplo de la angustia que se vive en Argentina sobre diversas problemáticas sociales. Ese sentir colectivo, dijo, es imposible contarlo desde el realismo: “a mí el realismo no me alcanza. Esta realidad tiene un barroquismo, un tipo de intensidad, una incertidumbre y un miedo que no se pueden contar desde el realismo. No son situaciones de un cotidiano apacible, son situaciones de un cotidiano barroco y yo necesitaba el género del terror para poder hablar de estas cosas”, finalizó la escritora.
PCL