Para negociar con la vida necesité escribir: García Montero

Almudena Grandes tenía “un especial amor por el país”, dice el narrador durante la Fiesta del Libro y la Rosa de la UNAM

La poesía fue refugio y “negociación con mi propia capacidad de resistencia”. Barry Domínguez
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

El 27 de noviembre de 2021 falleció Almudena Grandes. En la ceremonia de inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara corrió la noticia y el festejo se transformó. Cinco meses después, viene a México Luis García Montero, su pareja durante más de dos décadas, y las sensaciones ante la muerte no podían quedar fuera, lo mismo en las entrevistas, que en su presencia en la Fiesta del Libro y la Rosa de la UNAM.

También lo está su sentir ante la pandemia o las sensaciones agridulces por el encierro, en especial ante la idea de que, por lo menos en España, se incrementó la lectura, porque la gente se “tuvo que entretener leyendo”.

“Pienso que es bueno que se vendan tantos libros, pero no hay que reducir la literatura a un entretenimiento, la cultura es algo más importante: es formación, es profundidad. No es un ejercicio para matar el rato”, asegura en entrevista con MILENIO.

¿Cómo han sido estos meses sin Almudena Grandes?

Ha sido una pérdida muy grave: el consuelo que hemos tenido mis hijos y yo es constatar el cariño desatado por su imagen; nos hemos sentido conmovidos y acompañados, porque ha habido una atención institucional, pero también una gran presencia popular: se ha puesto su nombre a bibliotecas, a clubes de lectores, a calles. Al mismo tiempo, los lectores en las redes sociales nos han llenado de sus recuerdos de Almudena.

Eso lo he revivido en México: habíamos venido juntos, tenía un especial amor por el país y venir aquí era recordar todas las veces que habíamos venido juntos. Me ha conmovido que mucha gente, de distintos ámbitos, lo primero que ha hecho es darme un abrazo, acordándose de Almudena.

Hay quienes ante la muerte de un ser querido se manifiestan de distintas maneras, ¿cómo lo ha hecho usted?

Necesité escribir para negociar con la vida, para buscar mi capacidad de resistencia. A lo largo de la enfermedad de Almudena, sobre todo cuando las cosas pintaron mal, necesité de la poesía como refugio y como negociación con mi propia capacidad de resistencia.

Nosotros hemos tenido mala suerte, porque hay muchos avances que permiten salir con bien del cáncer: eso quiero convertirlo en un mensaje de esperanza, pero he necesitado negociar conmigo mismo, porque tuvimos esa mala suerte y la esperanza no se ha cumplido. La única posibilidad de negociar con la esperanza, con la resistencia, con la mala suerte, la he encontrado en la poesía.

La partida de Almudena se dio en medio de una pandemia que vino a trastocar la vida de mucha gente…

El confinamiento impuso una dinámica que nos invitan a pensar en el papel de la cultura y de la escritura, pero, sobre todo, la pandemia nos ha permitido recordarnos que nos necesitamos, que somos una comunidad en la que nos salvamos o nos hundimos en comunidad y ese es uno de los grandes espíritus de la literatura: creer en la comunidad, en las palabras o en las historias.

Por otra parte, la pandemia me ha hecho pensar en la difícil articulación que se da en nuestra sociedad actual entre libertad y convivencia: hay mucho peligro cuando se entiende la libertad como la ley del más fuerte, sin responsabilidad social.

Hay mucho peligro cuando se entiende como imposición autoritaria de una norma que persiga la conciencia individual. Creo que la literatura tiene mucho que aportar sobre esto y recordar que es posible una convivencia que respete al individuo y una conciencia individual que respete la necesidad de convivencia y de crear unos marcos para la comunidad

¿Cómo han sido estos dos años de pandemia para el escritor y lector Luis García Montero?

Un escritor está acostumbrado a trabajar en su casa y suele ser un buen aficionado a la lectura. Desde un punto de vista cotidiano, laboral, la pandemia ha afectado poco a las costumbres de los escritores. El confinamiento impuso una dinámica que nos invitan a pensar en el papel de la cultural y de la escritura.

Usted dice que la pandemia nos ha hecho recordar “que nos necesitamos”, pero ¿nos ha enseñado algo?

Me temo que no, porque esa idea de que íbamos a salir mejor de la pandemia no va a hacerse realidad, nos vamos a encontrar con las dinámicas de siempre. Creo que la pandemia puede suponer un buen punto final a la posmodernidad, a la crítica de cualquier poder que sirva para ordenar la convivencia; desde luego, si no organizamos la convivencia, los contagios, el egoísmo, el desprecio al otro se van a imponer en el mundo.

Me gustaría que significase una puesta en duda del poder y de la institución democrática y, al mismo tiempo, la exigencia de que la institución democrática fuese verdaderamente democrática. Lo que he visto es que hay mucha gente dispuesta a confundir la libertad con poder salir a tomar una cerveza, y no, esa no es la libertad: no podemos separar libertad de igualdad y fraternidad.

¿Qué es la libertad en nuestro tiempo?

Soy un heredero de la Ilustración, porque creo que la libertad es la toma de conciencia de que no hay leyes más que las humanas, y que no hay que estar sometidos ni a dioses, ni a supersticiones, ni a tradiciones represivas. Que se puede firmar un contrato social que organice nuestra convivencia y para mí la libertad es organizar una convivencia que respete la conciencia individual, pero también a los demás.

No creo que libertad pueda ser ir conduciendo por una calle a 200 kilómetros por hora, porque eso pone en peligro la vida del propio conductor y del que pueda atropellar. Lo que sí creo es que la libertad es el derecho a conocer los propios caminos, a iniciar el viaje, a moverse, pero respetando normas de igualdad. Por eso, la libertad es poder viajar por la ciudad en coche, pero también saber que hay reglas de tráfico que conviene respetar.

Las instituciones son el respeto a las leyes y el compromiso democrático es hacer que las leyes sean democráticas.

Después de dos años de encierro, ¿dónde se siente más cómodo: en la prosa o en la poesía?

Me siento más poeta, porque le he dedicado más tiempo a la poesía y me siento más seguro allí. Lo que es verdad es que la poesía es inseparable de la reflexión y que, por tanto, un poeta también es un ensayista. En determinadas ocasiones, me ha interesado contar historias y he caído en la tentación de escribir novelas y en alguna de ellas estoy contento de cómo me quedaron. 

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