'Poesía a la carta', contra la privatización de la experiencia poética

Con sus máquinas de escribir, Natalia Deocón Buitrago y Natalia Pedroza y Fernández convierten una palabra en un mundo.

"La poesía habita en muchas partes y no es excluyente”. | Foto: Ariel Ojeda
Guadalajara /

El choque de sus dedos con las teclas produce un sonido hipnótico que recorre el ambiente y atrae a sus escuchas hacia ese espacio mínimo – una mesa situada al lado de unos escalones – donde ellas reciben palabras y las vuelven sueños, miedos, recuerdos, deseos, amores, dolores… Poemas.

Natalia Deocón Buitrago y Natalia Pedroza y Fernández llegaron a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2022 con sus máquinas de escribir, extensiones creativas que les sirven para dar forma a Poesía a la carta, proyecto que lleva a las calles ese género literario que consagró a Emily Dickinson.

Foto: Ariel Ojeda

Génesis

No fue idea de ninguna de las dos”, confiesa Deocón, nacida en España, sobre Poesía a la carta. “Yo lo conocí en Madrid cuando empecé a estudiar, hay un tianguis cultural que se llama El Rastro donde conocí a un grupo de poetas que hacían esto en la calle, y ellos a su vez se habían inspirado en otras personas, una iniciativa que se llama Momento verso. Al mover esta iniciativa he descubierto que hay gente que lo hace en otras ciudades del mundo”, agrega en entrevista con MILENIO.

Al llegar a México hace algunos meses, la creativa española conoció a Pedroza y Fernández, quien se adentró al género literario donde reinan las figuras retóricas desde la secundaria: “Tuve una buena maestra de español y era muy buena leyendo, entonces creo que fue una relación genuina”, recuerda.

Tras coincidir en este gusto, ambas comenzaron a situarse en diversos puntos de la Ciudad de México con sus máquinas de escribir. “Algo especial”, dice Deocón, “porque creo el medio es el mensaje; no es lo mismo escribir en un ordenador, que es muy veloz y puedes borrar para que no quede rastro del error, mientras en la maquina tienes que tachar una palabra y hasta el sonido atrae. A veces la gente se para solo porque ve la máquina”.

Para tener un poema de ellas, el interesado solo tiene que acercarse y dar una palabra. “En este ejercicio de escritura automática las palabras tienen que ir por sí solas”, comenta Pedroza. La cooperación es voluntaria.

“Hubo un chico que me trajo una palabra inventada y me dijo que significaba esas cosas que se contradicen, como una persona seria que dibuja con muchos colores. Entonces, me gusta cuando la gente te trae una palabra que es amplia o ambigua porque pueden salir cosas muy diferentes”, agrega Deocón.
Foto: Ariel Ojeda

Contra la privatización de la experiencia poética 

La poesía, para Natalia Pedroza y Fernández, es un acto de resistencia: “Todos los artistas y la gente que crea está resistiendo a una lógica de no sentir, a la vida apresurada, a que no tienes tiempo para hablar de las cosas”.

“Tiene una labor social como todo arte: tiene que estar comprometida con su época y hablar de las cosas que están pasando. Cuando mezclas la fantasía con la realidad, siento que es una manera más poderosa de hacer una denuncia, un llamado. Por eso la poesía en la calle, para que pueda llegar a más personas, que no se recluya al ámbito académico”, suma Natalia Deocón.

La academia y “la cuestión elitista del arte” han hecho creer a la gente que “la poesía es para cierta clase, para ciertas personas que saben muchas palabras o hablan de cierta manera”, asegura Pedroza. “Eso es privatizar de alguna manera la experiencia poética”.

Y la creativa mexicana añade una reflexión contundente: “No todo el que se dice poeta escribe poesía y no toda la poesía es escrita, porque vas en la calle y escuchas a una señora hablando con su hijo y ahí está la poesía. La poesía habita en muchas partes y no es excluyente”.

Foto: Ariel Ojeda

“Su alma descansa”

Faltan pocos minutos para las 20 horas y a la mesa de Poesía a la carta la acompaña una fila de aproximadamente 15 personas. No todas saldrán con textos, pues las poetas ya están cansadas y se acerca la hora que se fijaron para cerrar la actividad.

“Ha sido intenso”, confiesa Pedroza sobre su experiencia en la FIL. “Ha implicado un esfuerzo particular la cantidad de demanda que hay, y también creo que el trato es un poco impersonal porque es mucha gente a comparación de cuando lo hacemos en la calle, que es un proceso menos caótico. En ese sentido, ha sido cansado, pero también ha sido una experiencia bella porque muchas personas que vienen por sus poemas y después de que se los lees ves que su alma descansa”.

Por su parte, la escritora española destaca que las personas que se acercan a sus máquinas de escribir no solo dan una palabra, también “su presencia, su energía… Existe ahí una especie de magia, de intuición que te da las herramientas para que escribas el poema”.

Es una mezcla de ti, de la otra persona y del momento en que estás escribiendo”, piensa Deocón.

Natalia Pedroza ahonda en la actitud de interesado, que para ella es vital “porque hay quienes ni siquiera nos saludan y hay quienes nos tratan más humanamente”.

Entonces, las poetas vuelven a sus máquinas para seguir tecleando, sabedoras de que su flujo ideas resulta mágico, sobre todo cuando esa persona que les da una palabra ve el mundo que recibe a cambio, y aplaude o llora o se abraza de su acompañante o recuerda o sonríe; cualquier acción que provoca una hoja de papel que ya no es solo eso, es poesía.

Foto: Ariel Ojeda
Foto: Ariel Ojeda

Redes sociales de las poetas

Natalia Deocón - Instagram @nataliadeocon

Natalia Pedroza y Fernández - Instagram @caprichosrojos

hc

  • Yair Hernández
  • juan.hernandez@milenio.com
  • Es periodista especializado en temas de cultura y entretenimiento. Actualmente trabaja como reportero para Milenio.

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