En México, a partir del 16 de diciembre se comienzan a celebrar las posadas. Durante nueve días se llevan a cabo estas festividades que iniciaron desde la época de la Colonia. Son un legado de la religión católica, pues representan el peregrinar de María y José antes del nacimiento de Jesús, desde la ciudad israelita de Nazaret a Belén y es por eso que sus figuras deben llevarse al inicio de la procesión.
Al inicio, las posadas fueron realizadas por la Iglesia. A las celebraciones previas a la Natividad se les llamaban “Misas de Aguinaldo” y se llevaban a cabo, en los atrios de las iglesias y conventos.
Después de la misa, se hacía una representación del nacimiento de Jesús, es decir, una pastorela. A los asistentes les obsequiaban presentes, conocidos como aguinaldos, conformados básicamente por dulces y frutas. Estos eran un agradecimiento para los que aceptaban la religión católica.
Sin embargo, desde finales del siglo XVIII, comenzaron a ser introducidas a la cultura popular al ser organizadas por las mismas familias. Estas celebraciones salieron de los conventos para hacerse en los barrios y colonias al mismo tiempo que se integraban elementos como los peregrinos, la piñata, las letanías, los rezos y el arrullo del Niño Dios.
De acuerdo con la Arquidiócesis Primada de México, la primera posada que se hizo en nuestro país, fue en un convento agustino de Acolman, cerca de Teotihuacán, y fue hasta 1587, cuando el Papa Sixto V le dio permiso oficialmente a Fray Diego de Soria para hacer nueve misas antes de Navidad.
Antes de la llegada de los españoles, los aztecas celebraban durante el mes de panquetzaliztli, equivalente al mes de diciembre, la llegada de Huitzilopochtli, que era el dios de la guerra. Estas solemnes fiestas comenzaban el día seis y duraban 20 días, en los cuales coronaban a su dios poniendo banderas en los árboles frutales y estandartes en el templo principal.
A esta tradición se le conocía con el nombre de levantamiento de banderas. El pueblo se congregaba en los patios de los templos y esperaban la llegada del solsticio de invierno.
También se dice que el origen de estas fiestas mexicanas se remonta a la época de los mexicas, quienes celebraban el nacimiento del Sol durante el solsticio de invierno entre el 20 y 23 de diciembre.
Durante la Conquista, los españoles se dieron cuenta que coincidían con las fechas de Navidad, por lo que aprovecharon la fecha para cumplir con su tarea de evangelización.
De este modo, la imagen de Huitzilopochtli o “Colibrí Zurdo”, quien era el dios de la guerra, advocación solar y patrono de los mexicas, fue sustituida por la de María y José, y en vez de hacer celebraciones de tres días, se aumentó a nueve para simbolizar el tiempo de embarazo de María y los supuestos días que demoraron en su peregrinar. De ahí que las posadas empiecen cada 16 de diciembre y se celebre la última el 24, es decir, el día del nacimiento de Jesús.
La tradición marca que cada posada debe iniciar con un rosario y las letanías que se cantan están basadas en el Evangelio, que narran las travesías de los peregrinos antes de llegar a Belén.
Durante las posadas se rompen piñatas, mismas que según la tradición debe ser una estrella de siete puntas, pues representa los pecados capitales: soberbia, avaricia, gula, lujuria, pereza, envidia e ira. Es por eso que los que le pegan, deben tener los ojos vendados, pues simboliza a la fe ciega.
La piñata debe romperse a palazos, ya que el palo de madera representa a Dios que le da las fuerzas para vencer las tentaciones. Se vendan los ojos de la persona a la que le toca el turno de romper la piñata porque se considera que su fe es ciega.
CHM