Raúl de la Rosa recuerda perfectamente el día que su vida dio un vuelco, musicalmente hablando: tenía 15 o 16 años, no más, cuando llegó a su casa, en la colonia Roma, y en la sala se encontró una consola “que tenía radio, tocadiscos, de alta fidelidad”. La emoción lo invadió, aunque pronto cayó en cuenta que “no tenía ningún disco”.
Pero perspicaz desde entonces, acudió con una tía para pedirle dinero prestado y así hacerse de su primer acetato. Ella, generosa, le dio una cantidad mayor con la que se compró tres: el primero, de cantos de la Guerra civil española en voz de Pete Seeger; el segundo, In Israel today, que le encantó aunque no sabía hebreo; y el tercero, con Mahalia Jackson, “la más grande cantante de góspel”, en la carátula.
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“Ese gusto por el góspel de Mahalia me llevó a descubrir un disco, el mejor quizá que grabó WIllie Dixon, que se llama I’m the blues. Lo compro, lo oigo en mi casa, escucho la canción de Spoonful y digo: ‘Guau, qué es esto’”.
Era el comienzo de un largo sendero.
Memorias del blues
Por los senderos del blues es el libro donde Raúl aloja los textos que escribió durante varios años en La Jornada: “Tuve una columna a partir del año 2000 que se llamó Tiempo de blues, nombre del programa de radio con el que inicié en 1978”, comenta en entrevista con MILENIO.
Aunque esta obra no es solo un cúmulo de crónicas: es la historia del blues en México a partir de lo vivido por el promotor y difusor musical, que a finales de los 70 organizó el primer festival del género en la Sala Nezahualcóyotl y que este 2022 recibió el premio Keeping the Blues Alive, que otorga The Blues Foundation.
“En 1978, cuando me piden como promotor cultural organizar festivales para los jóvenes, propuse un festival de blues, del que casi nadie sabía pero les expliqué. Entonces, pensaron que un conjunto de viejitos que tocaban blues no iban a causar problemas y me lo autorizaron. A los dos días me preguntaron: ‘¿Cómo vas? ¿Qué necesitas?’, y les dije: ‘Necesito dos boletos de avión y viáticos para ir a Chicago mínimo una semana’. Al día siguiente estábamos embarcados en un avión”.
Raúl llegó a la ciudad estadunidense “sin tener idea de qué íbamos a hacer, dónde buscar, qué se tenía que tramitar”, pero “cuando las cosas van, van” – una máxima en su vida –. Y sí fueron: su primera noche en el territorio que encumbró a Muddy Waters acudió un bar legendario...Salió de ahí con su primer contrato firmado.
“Esas historias son importantes, sobre todo para los jóvenes, porque cuando se organizaron los primeros festivales de blues no había internet; no pueden imaginarse lo que era hacer antes cualquier concierto o actividad cultural sin internet, no tenías ni idea. Entonces, esto está narrado desde nuestros primeros viajes a Chicago, lo que teníamos que hacer, lo que aconteció con los artistas que queríamos traer a México, que incluso a veces no sabíamos que se habían muerto”, señala sobre su libro.
Otra historia que el experto recuerda con alegría es cuando Dixon lo invitó a comer a su casa: “Nos invitó a Gastón Martínez y a mí a un asado, una costilla picantísima, y eso era algo insólito: que este hombre, el autor más utilizado, más versado, fusilado, tuviera esas deferencias con nosotros”.
“Nadie había escrito desde ese enfoque de lo que sucede tras bambalinas, lo que incluso a veces los periodistas no ven. Todo lo que tuvo que suceder antes: trámites, de permisos, de viajar, de contactar con los agentes, qué grupos pueden, cuánto cobran, hoteles y un largo etcétera”, agrega Raúl.
El poder del micrófono
En Por los senderos del blues Raúl también honra su paso por la radio, pues a través del micrófono ha contribuido a la difusión de Junior Wells, Slim Harpo, Jimmy Reed y Otis Spann en México.
“Comenzamos el primer programa de radio dedicado al blues en Radio Educación, en 1978. Ahí duramos 10 años. Al principio, para hacer un programa de radio, era ver de dónde sacar información porque no había libros; lo que venía en las portadas de los discos era el material de información, y no todos traían o era muy corta o a veces no era cierta”, rememora.
“Entonces, es toda una época en la que hacer un programa de radio o un festival era muy complejo. Hoy día un joven se mete a internet, busca a su artista, las fechas y dónde va a tocar. Así de fácil”.
Actualmente De la Rosa se desenvuelve como locutor en un programa homónimo al nombre de su libro, a través de Horizonte, emisora del IMER.
“En algún momento empiezas a darte cuenta que estabas haciendo algo que era tu trabajo, pero que nunca lo habías considerado así, y tienes una cantidad de información importantísima viéndola desde el punto de vista de un promotor cultural”.
Una historia personal
El sendero de Raúl es el que ha seguido en México ese género musical del que han mamado el rock, el jazz e incluso el pop. Por eso su libro resulta un registro invaluable.
“Ésta es una historia personal donde hay una cercanía y amistad real con leyendas del blues”, dice el periodista.
Además, revela que como en este tomo solo abarca 4 de los 11 festivales que organizó, no descarta una segunda parte: “Viendo el interés creo que vale la pena hacer el volumen número dos”.
También suelta algo que provocará emoción entre los fans de esta música nacida en las comunidades de esclavos africanos del sur de Estados Unidos: ya planea otro evento, que presume “va a ser inolvidable porque lo que queremos presentar va a marcar”.
Y es que Raúl de la Rosa no olvida – y por eso quiere repetir – esa tarde de 1972 tarde en la Sala Nezahualcóyotl, con la gente entregando su voz y sudor a Willie Dixon: “¿Qué más puedo pedir? No hay más”.
Presentaciones del libro
El sábado 4 de junio tendrán lugar dos presentaciones del libro ‘Por los senderos del blues’: la primera será a mediodía en el Tianguis del Chopo, a unos pasos del metro-metrobús Buenavista, y la segunda a las 18 horas en Casa Milán, colonia Juárez.
hc