El personaje anónimo de Una niña es una cosa a medio formar se enfrenta a lo largo de su vida a la sexualidad, al abuso sexual por parte de un tío, a la excesiva religiosidad de la madre y a la enfermedad mental de su hermano, es una historia que necesita ser escuchada porque forma parte de la cotidianidad de muchas mujeres en México, sostiene su protagonista, la actriz Pía Laborde-Noguez (1990).
“La protagonista poco a poco va siendo fragmentada por la violencia que la rodea”, explica la joven actriz, quien se encontró con este drama en el Festival de Teatro de Edimburgo, Escocia, en 2012.
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El monólogo se reestrena en el Teatro El Milagro del 11 de agosto al 4 de septiembre, en funciones de jueves a domingo, en la versión en español que hicieron Laborde Noguez y Adriana Toledano Kolteniuk a partir de la adaptación de Annie Ryan de la multipremiada novela A Girl is a Half-formed Thing, de la irlandesa Eimear McBride, que penó durante una década para que su obra fuera publicada.
La actriz egresada de la Royal Academy of Dramatic Arts de Londres y protagonista también del largometraje Los paisajes (2015), de Rodrigo Cervantes, y Tilda & Lail (2017), de Alejandra Brodsky, dialoga sobre esta puesta en escena que ya protagonizó en el museo Rufino Tamayo en 2019 y dos años después en la sala Beckett de Barcelona, bajo la dirección del argentino Juan Miranda, con Manuela de Laborde a cargo del espacio escénico, Camila Fuchs y Daniel Hermann, en el espacio sonoro, y Elisabet Catells en la iluminación de esta producción.
—¿Qué te atrajo de la novela de Eimear McBride y de su adaptación al teatro?
El lenguaje visceral de Eimear, la lealtad al texto original en la adaptación de Annie, y tanto la historia de la protagonista como su persona.
—Presentaste en el museo Tamayo la obra en 2019. ¿Cómo fue esa primera experiencia?
Personalmente, inolvidable y desafiante. Llevaba más de diez años trabajando fuera de México. Significó regresar a presentarme en México, a trabajar en mi lengua materna, y con una pieza que hasta la fecha ha sido el reto más difícil de mi carrera.
—¿Qué vincula a una obra que ocurre en Irlanda con México?
Sorprendentemente, casi todo. Cuando la presentamos en Barcelona, una señora mexicana en el público, muy conmovida, mencionó lo mucho que la pieza reflejaba una realidad verdaderamente mexicana. Se quedó impactada al conocer que la pieza en su origen es irlandesa. Los ejes principales de la pieza vinculan las dos culturas: la religión, la relación madre-hija-hermano y lo difícil que es criar una familia como madre soltera, la violencia intrafamiliar y la violencia de género.
—Participaste en la adaptación al español de la adaptación al teatro que ya había hecho Annie Ryan de la novela. ¿Qué dificultades hubo para trasladar a México la riqueza tanto en la novela como en la obra?
El proceso de adaptación requirió seleccionar ciertas partes de la novela, quedando fuera algunas que encantan, pero entiendo perfectamente por qué Annie tomó esas decisiones. Logró transformar la novela en obra sin incluir una sola palabra que no esté en la novela. Las dificultades surgieron más con relación a los sonidos y el ritmo de la pieza en inglés en comparación con nuestra traducción, pero gran parte del proceso de traducción es encontrar la identidad propia del texto que se está creando. Nuestra traducción tiene una musicalidad distinta, una forma, un cuerpo suyo.
—Háblanos del personaje
Ella lucha dolorosamente e intenta sobrevivir dentro de lo que su vida es, pero poco a poco va siendo fragmentada por la violencia que la rodea, una realidad con la que muchas personas creo que se pueden identificar.
—¿Qué preguntas le haces?
Tantas. El proceso imaginativo que requirió entender su esencia y capturar todos los momentos retratados en la obra significó contestar todas las preguntas que me venían a la mente, e inventar muchas de las respuestas también.
—¿Qué características tiene la puesta en escena de Juan Miranda?
Personalmente, creo que Juan logró capturar la corporalidad del texto a través de cada uno de los elementos de la puesta en escena. En conjunto, la escenografía, iluminación, sonido, movimiento, ritmos, actuación, elevan la historia a un imaginario muy singular pero a la vez sumamente leal al texto. El mundo creado en escena se siente palpable pero a la vez efímero, similar a la vida de la protagonista.
—¿Qué importancia tiene este monólogo en tu carrera?
El monólogo hace que la obra sea mucho más dolorosa pues la audiencia percibe la historia a través de la niña. Ven el mundo a través de la percepción de ella desde el nacer hasta la adolescencia. Lo considero como uno de los proyectos más importantes de mi carrera hasta la fecha, por lo mucho que me gusta el texto, por lo que significó darle vida en escena, pero también por la oportunidad que fue trabajar con tantas personas que quiero y admiro.
—El monólogo ha sido adoptado mucho en teatro en español, mucho actualmente en México, para las reivindicaciones feministas. ¿Cómo se inserta Una niña es una cosa a medio formar en esta tendencia?
Sí, me inspira mucho que así sea. El teatro es un espacio que nos permite sentir de manera colectiva y por ende tiene una potencia social y política creo muy importante. Parte de la relevancia de esta obra es que cuenta una historia que retrata la lamentablemente común realidad que viven muchas mujeres y niñas en nuestro país.
—¿Qué es el cuerpo para usted en relación a este personaje y a la obra? ¿Qué es la voz?
Imaginamos la puesta en escena como un cuerpo, cada parte que conforma nuestra puesta en escena comunicándose a través de su propio lenguaje. El personaje es la voz de este cuerpo, pienso que por eso la novela ha sido referenciada como una obra fantasmagórica.
—El drama enfrenta al personaje con la religión, la sexualidad y la enfermedad mental, todo un cóctel. ¿Cómo sobrevive una actriz a semejante historia?
Es un punto delicado encontrar cómo sentir una historia como ésta y al mismo tiempo lograr que no te afecte demasiado en tu cotidiano. Después de presentarla, se siente un poco semejante a lo que uno siente al vivir una pérdida. Siento la ausencia de la protagonista en mi cuerpo, un sentimiento con el que vivo durante el transcurso de la temporada y unos meses después.
—¿Qué te ha dejado este personaje?
El personaje me ha ayudado a entender cómo nos relacionamos con nuestro propio cuerpo, con su fragilidad y fuerza. A través del personaje he percibido, de manera ficticia pero aún así física y verdadera, varios tipos de violencia presentes en la cotidianidad de nuestro mundo. Este tipo de procesos te regresan a lo esencial, a cierta humanidad que fácilmente olvidamos. Me hace pensar en lo frágil y vulnerable que somos como seres, y la necesidad de relacionarnos de manera gentil.
—¿Por qué reestrenar la obra, ahora en un teatro comercial?
Nuestra temporada en el Tamayo fue muy exitosa pero corta. Esperamos a través de está temporada lograr compartirla con muchas más personas. Es una historia que necesita ser escuchada.
PCL