Cuando era niña, Renee Goust (Nogales, 1986) comenzó a escuchar música norteña no por iniciativa propia, sino gracias a sus tíos, sonorenses de cepa que a cada oportunidad hacían sonar en la casa familiar los clásicos de Miguel y Miguel y Los Cadetes de Linares.
Esto generó su afinidad por los sonidos de la tuba y el acordeón, pero cuando conoció a Shakira “me impactó mucho porque sentí que tenía canciones que estaban fuera de lo que se estaba usando en esos tiempos en el pop, sobre todo con su guitarra y hablando de temáticas que no todas las cantautoras abordaban en esos tiempos”, revela en entrevista con MILENIO con motivo de su primera presentación en el Festival Internacional Cervantino.
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Creciendo con esta dualidad entre el regional y el pop, en 2015 pensó en aplicar lo que aprendió en la Licenciatura en Música de la Universidad de Guadalajara para sus propias canciones, y la idea se materializó dos años después: dejó su trabajo como cocinera en un restaurante de Nueva York para crear el disco de corta duración Septiembre (2017), donde incluyó el himno que la proyectó a nivel hispanoamérica: La cumbia feminazi.
Un lustro después de ese potente arranque, Renee ha cimentado su discurso musical a favor de los grupos históricamente subrepresentados y ahora se presenta con tejana, saco vaquero y el mote de la Centaura del Norte: “Siempre explorando los límites de lo que pueden ser los sonidos que conozco fusionados con otras estéticas musicales”, detalla.
¿Cuándo comenzaste tu trabajo musical ya tenías el enfoque de visibilizar a grupos subrepresentados?
De la forma en que habito al mundo también mi música habita al mundo. He sido siempre percibida como mujer, cuando estaba en la preparatoria tuve mi primera novia, descubrí que me gustan las mujeres, entonces decidí vivir de esa forma abiertamente y no tener algo oculto entre yo y el mundo.
Afortunadamente vengo de una cultura que se distingue por su franqueza y eso me gusta porque no tengo miedo de decir ‘Yo soy esto, creo esto’. Y para mí fue importante desde el principio hablar de estos temas: en mi primer EP sale La cumbia feminazi, una protesta al uso de una palabra que me parece muy absurda. Luego escribí El patriota suicida, que tiene temáticas de migración, de otros grupos subrepresentados… Siempre tuve esa curiosidad por ir más allá que solo canciones de amor, que me parece una temática muy bonita pero creo que se habita de formas muy distintas dependiendo de quién seas en el mundo.
También creo firmemente que los artistas somos para revolver las aguas, para crear pequeños cuestionamientos que hagan que las personas despierten ciertas conciencias y preguntas; he tenido la fortuna que algunas de mis canciones tocan a personas que estaban cerradas a ciertas ideas. No pretendo hacer música solo para mi disfrute y beneficio, sino algo que pueda tener un impacto en la comunidad.
De 'La cumbia feminazi', en 2017, a 'Andar al millón', en 2023. ¿Qué evolución has notado en materia de derechos sociales?
La lucha siempre es lenta en el sentido que algo que lleva siglos existiendo de alguna manera no va a cambiar de la noche a la mañana. Al mismo tiempo, he notado un gran despertar colectivo en cuanto a ciertos grupos de personas que estamos reuniéndonos con este tipo de discursos y propósitos. Siento que antes era más amenazador para algunas personas tocar estas temáticas y ahora ya sabemos que la gente está al tanto, por ejemplo, del uso del lenguaje neutro; habrá quién esté a favor o en contra, pero se ha estado divulgando. Manifestaciones artísticas como la música son valiosas al comunicar ideas nuevas.
Y tengo la fortuna de ser de un grupo de personas que está promoviendo mensajes que para mí parecen urgentes, pero no solo desde la rabia; porque creo que desde el gozo, la diversión, son lugares más amables para construir, por ejemplo: tengo una canción, Diosa, que es como un himno de autoestima. O Andar al millón, que es una colaboración con Amnistía Internacional de las Américas para llamar aliades para unirse a la lucha y no ser indiferentes.
El auge que tiene el regional actualmente, ¿cómo lo explicas? ¿Y cómo revertir su vena machista?
Considero que la cultura y la música están muy juntas, o sea, lo que piensa la gente siempre llega a las manifestaciones artísticas. No podemos negar que México es un país que tiene problemas de violencia de género, entonces creo que para mí es importante proponer que esos sonidos puedan cargar otros mensajes que nos pertenezcan a las mujeres y a otros grupos subrepresentados.
Me gusta mucho la tendencia de los corridos tumbados, pero me doy cuenta que hay una especie de blanqueamiento del género. Antes había una percepción que eso era para personas de clase obrera o campesinos, era una cosa ahí como clasista y racista contra estos géneros. ¡Hace 10 años no hubieras visto a la gente escuchando a Los Tigres del Norte o Miguel y Miguel! Y ahora con estos chicos más jóvenes, delgados, blancos, algunos hegemónicamente atractivos, es curioso que se le está dando validación al género.
Sabemos que también hay nexos ahí entre las composiciones y grupos delictivos, pero creo que sigue siendo la realidad de nuestro México y quizá por eso duele o incomoda a algunas personas; es algo que si no lo volteas a ver de pronto te incomoda menos. Y la censura no resuelve el problema, está bueno poner esos temas sobre la mesa.
Además, hay muchas vertientes que se están abriendo ahorita y eso para mí siempre va a ser bienvenido; qué bueno que artistas que estamos trabajando desde lo mexicano tengamos una oportunidad en el mercado internacional, pero invitaría a que se diversifique, que no nos quedemos con 3 o 4 artistas que están en el top 50, voltear a ver los esfuerzos a veces hasta más auténticos, creados con más artesanía.
La música, con todo lo que ha dado y quitado, ¿qué te significa actualmente?
Siento que es mi acompañante principal que no se ha ido nunca. Desde que me acerqué a ella he tenido encuentros y desencuentros con familia, con parejas, con amistades, pero la música siempre me ha respaldado, me ha dado algunos de los momentos más alegres, también me ha quitado relaciones que no han entendido lo sacrificado que es tener una carrera musical. Es una portadora de verdades, una catarsis, un puente entre yo y otras personas, de encontrar puntos en común; tal vez el señor más machista se acerca porque una canción le tocó una fibra, le recordó a alguien o lo hizo repensar sus ideas. La música es mi lenguaje y mi esperanza. También es mi unión con mi abuela porque yo la veía siempre cantando y hasta la fecha, a sus 92 años de edad, sigue cantando.
¿Y cómo manejas la soledad?
Me gusta mucho la soledad, he sido una persona muy de mis espacios físicos, por ejemplo: en la prepa, que componía mucho, salía de la escuela y me metía a mi cuarto seis horas para tocar la guitarra. Tengo muchos recuerdos prefiriendo eso que salir de fiesta. Ahora decidí estar más en contacto con personas, pero durante muchos años mi mayor felicidad era estar tocando, componiendo y grabando. No le tengo miedo a la soledad, tengo una vida interna muy grande y creo que es parte de la creación artística. Mi pareja es poeta y hemos tenido la posibilidad de tener espacios separados donde cada quien tiene sus áreas de trabajo. Se necesitan macerar las ideas y eso suele suceder en la soledad, que es mi amiga, es un lienzo en blanco que te permite crear.
Su próxima canción, contra la violencia hacia mujeres y niños
La sonorense adelanta a MILENIO que a finales de octubre va a lanzar una nueva canción “que justo está dentro del género sierreño y es de denuncia, de protesta. Se viene el mes de noviembre, que es de la eliminación de la violencia contra mujeres y niños, entonces para mí es importante escribir de eso y no dejar que pase desapercibido”.
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