Considerada una de las puestas en escena más relevantes de 2015 en Londres, ganadora de numerosos premios y reconocida por la crítica, Rotterdam, del dramaturgo Jon Brittain, es una agridulce comedia teatral ambientada en este puerto de carga holandés, el más grande de Europa, que cuenta la historia de amor sobre una joven inglesa llamada Alice, que aunque excesivamente discreta acerca de su orientación sexual, siempre se ha identificado como gay, y su compañera Fiona, quien justo cuando Alice está a punto de salir del clóset con sus padres vía correo electrónico, una víspera de Año Nuevo, revela que siempre se ha identificado como hombre y quiere comenzar a vivir como tal, adoptando el nombre de Adrián.
La obra muestra cómo su relación cambia a medida que tratan de averiguar quiénes son ellas mismas y cómo reconcilian su género e identidades sexuales con sus sentimientos el uno para el otro, todo en clave de humor. Mientras su exitosa temporada original aún permanece en escenarios ingleses, en el Foro Shakespeare de esta ciudad se estrenó la versión en español de la obra, traducida y dirigida por Roberto Cavazos.
Como actor, Cavazos ha tenido una larga carrera en Gran Bretaña y tras regresar a México de modo permanente en 2015, ha participado en las obras Pulmones, de Duncan Macmillan; ¡No la vi venir!, de Mark Harvey Levine (donde también dirige), y Juegos de poder, de Beau Willimon. Asimismo, dirigió la primavera pasada la obra Somos eternos, que protagonizaba Irán Castillo y que logró una temporada muy exitosa en el mismo foro, ubicado en la colonia Condesa.
Después de ver la obra en Inglaterra, Cavazos decidió adquirir los derechos del texto para montarla en México, movido por la belleza de la narración, que como él mismo señala “no solo se limita a hablar de una situación única —en este caso, los efectos de la transición de un hombre trans, en su vida de pareja— sino que la vuelve universal mediante la empatía que genera en los espectadores hacia un tema que, por lo regular, no se trata en escena y mucho menos en este tono que es más cercano a la comedia romántica. Esto la hace más atractiva al espectador, que de este modo no siente que ve algo polémico, sino solo un ángulo diferente e inesperado a una historia que le resultará familiar de algún modo: en este caso, los enamorados que deben superar obstáculos para estar juntos, aunque en esta ocasión, dichos obstáculos son de cierta manera más insólitos.
El elenco de Rotterdam está compuesto por tres actrices y un actor; y una vez completada la traducción, vino el proceso de audiciones, que, como señala Cavazos, no fue sencillo. Para los personajes de Fiona/Adrián y Alice, había que encontrar los complementos perfectos en la forma de Lelani: una joven holandesa de 21 años que es uno de los ejes humorísticos de la trama, y Josh: un personaje intrínsecamente ligado a la pareja principal y que no solo busca ser la voz conciliadora, sino que en cierta forma sirve también como el espejo del espectador, para conectar con los personajes y su situación poco común.
La selección, tras un proceso largo, se redujo a los cuatro actores que todos los miércoles salen a escena; Valeria Vera (con una amplia trayectoria en escenarios, principalmente en teatro-cabaret y en películas como Elvira te daría mi vida pero la estoy usando, de Manolo Caro, y Macho, de Antonio Serrano) es Fiona y Adrián, que quizá sea el personaje más complejo en cuestión física, al representar una transformación prácticamente de un acto a otro. El rol de Alice es interpretado por Pía Watson, joven actriz con amplia experiencia escénica y en televisión, que proporciona al personaje las dosis de vulnerabilidad y neurosis que la colocan al centro de esta crisis de identidad: ¿Cómo puede lidiar, justo cuando ya ha llegado a la aceptación de su orientación, con recopnocer que la mujer de su vida ahora es un hombre? El elenco lo redondean Fernanda Tosky, como Lelani, y Luis Romano, como Josh, quienes aportan una empatía muy genuina al nudo dramático, además de intervenciones que aligeran el tono.
“Fiona/Adrián es el personaje más complejo que me ha tocado interpretar —señala Vera sentada en la primera fila del foro, unas horas antes de función—, aún si parecía que yo era una opción bastante obvia para interpretarlo. Tengo 38 años, siempre he sido muy abierta al respecto de mi sexualidad y mi aspecto nunca ha sido un asunto que afecte el proyecto en que me encuentre. Soy actriz y puedo interpretar a un personaje muy femenino o, en este caso, a un hombre en transición. Pero lo interesante aquí es la manera de tratarlo. Mi experiencia siempre había sido más orientada a la comedia y al cabaret, pero aquí el personaje requiere otro enfoque y con Rob (Cavazos) fue mucho más interesante descubrirlo, es muy amoroso y paciente. Tiene algunas reglas propias —no puedes salirte del texto, no puedes irte por otro lado— pero su método funciona exactamente para conseguir que el personaje y la obra se encuentren y que haya verdad en ellos.”
Fernanda Tosky, pese a su juventud, es un dínamo al momento de salir a escena: su aparición ayuda a elevar la dinámica y la tensión con el delicado personaje interpretado por Pía Watson, y para ella, a nivel personal, Rotterdam ha resultado ser una revelación: “Yo nunca había pensado realmente en la situación de las personas trans, es decir, los veía y no les tenía prejuicio, pero fue hasta leer la obra que me di cuenta de que el proceso es sumamente complicado, emocional y físicamente. Siento que he aprendido muchísimo desde que me involucré en el proyecto. Rotterdam no es una obra que busque “educar” al público, pero de algún modo sale sensibilizado. En sí lo que el dramaturgo busca es que te rías y que te enternezcas y te involucres en esta historia de amor, donde el género en realidad no importa. Pero al mismo tiempo consigue que uno piense en ciertos temas que posiblemente nunca se había planteado y lo vea todo de otra manera. Y el efecto no está limitado a la escena o al espectador. Sin ir más lejos, el otro día iba por la calle y vi a una joven mujer trans que iba a cruzar la calle y unos hombres le hicieron comentarios que la hicieron sentir mal. Yo me acerqué y llevaba conmigo una postal de la obra. Se la di y le dije que ojalá pudiera venir. Es una manera, tal vez pequeña, de decirle “no estás sola”. Nadie tiene que pasar por un proceso así en soledad”.
Para Romano, que había tenido experiencia teatral más enfocada en el drama y el teatro clásico, asomarse al mundo creado por Brittain ha sido una experiencia sumamente satisfactoria. “Como actor muchas veces llegas a un punto que es tu zona de confort y piensas que eso es lo que sabes hacer, pero durante el proceso de audiciones descubrí que en Josh había elementos que me gustaban mucho y que no necesariamente había explorado en teatro. En Rotterdam, como cosa curiosa, Josh es la minoría: es el hombre blanco, cisgénero, heterosexual, que en cualquier otra circunstancia tendría todos los privilegios, pero que aquí tiene que aprender a navegar en un territorio nuevo, principalmente por su vínculo de lealtad y afecto hacia Alice y Adrián.
“En ese proceso, él lleva al público a descubrir muchas cosas sobre ellos mismos que nunca se habían cuestionado. Que Josh sea el personaje empático, libre de prejuicios, ayuda a que la percepción de la obra, cuando está en escena, en cierto modo sea más pura. Es una persona como cualquiera, que se ve envuelto en algo extraordinario y apoya a la pareja, porque significa mucho para él. Es un personaje entrañable y esto hace que sea un placer enorme interpretarlo; sobre todo porque te deja la satisfacción de darle al público un ángulo sobre un tema muy actual, que a lo mejor no estaban contemplando. Como compañía, creo que si algunos de los espectadores salen de la obra sin prejuicios o cuestionándose actitudes e ideas, entonces hemos cumplido nuestro trabajo y nuestro director ha transmitido lo que quería. Eso es lo mejor de dedicarse a este oficio”.
Rotterdam se presentará en el Foro Shakespeare todos los miércoles a las 20:30 horas hasta el 9 de agosto. Desde su estreno ha ido acumulando buenas reseñas y comentarios, lo que la convierte —como a su contraparte inglesa— en una de las citas teatrales obligadas de la temporada.