En una era en la que la música de todos los géneros, épocas y nacionalidades se puede obtener con un clic, a las nuevas generaciones les resulta difícil concebir un mundo en el que gran parte de la exploración sonora para acompañar la vida diaria se realizaba a través de la radio.
A un siglo de que se realizara la primera transmisión radiofónica en el entonces Distrito Federal, el 27 de septiembre de 1921, tan imprescindible como gozosa es la lectura de El soundtrack de la vida cotidiana: cien años de radio y música popular en la Ciudad de México (1921-2020) (UNAM), de Fernando Mejía Barquera.
Mejía Barquera destaca el hecho de que las primeras estaciones de radio fueron manejadas por “quienes profesaron gustos estéticos inclinados hacia la música clásica o las interpretaciones académicas de géneros populares”. De ahí que una estación contara en su primera transmisión con un elenco que incluyó a Andrés Segovia, Manuel M. Ponce y Celia Montalbán.
Si el pianista y director de la estación CYB Manuel Barajas luchó porque la radio fuera un vehículo de difusión cultural, refiere el investigador, desde fines de los 20, Emilio Azcárraga Vidaurreta había captado su potencial comercial: “Bien, muchachitos, ya se han divertido con este juguetito. Ahora va en serio, yo no tengo deseos de jugar, sino de hacer negocios”, advirtió.
El investigador afirma que su mayor acierto fue “construir un star system nacional a cuya fascinación pocos pudieran escapar”, al tiempo que “la expansión acelerada de la radio (…) representó también un fenómeno cultural de mayor importancia”.
El autor cita al compositor Vicente Garrido, quien en los años 30, como si hablara del inicio de Spotify, se maravillaba de que “con los discos lanzando toda esa música acumulada durante tantos años, tanta música archivada, de repente, la radio te la pone ahí en tu casa, y los grandes compositores comienzan a difundirse en grande de la manera más fácil y sencilla”.
Doble impacto
El autor destaca el estrecho contacto entre la radio y la industria del disco en la creación del Hit Parade. En un recuento pormenorizado, nos hace saber que entre las canciones más escuchadas de 1920 a 1922 figuran “Cuando escuches este vals”, “A la orilla de un palmar” y “Flor de té”.
Si durante muchos años la programación incluyó en su mayor parte música mexicana y de algunos países de América Latina, en los 60, con la llegada del rock and roll y ritmos como el twist y el a go go, se incrementó la difusión de grupos y cantantes anglos.
A partir de entonces Mejía Barquera refiere las listas de popularidad en español e inglés. Hace medio siglo, por ejemplo, la primera estaba dominada por figuras como Lupita D’Alessio, Leo Dan y Joan Manuel Serrat, mientras en la segunda destacaban los cuatro Beatles, ya en sus carreras solistas.
La oferta radiofónica se fue diversificando y en los 90, indica el autor, “se produjo una suerte de sobreoferta, con música, grupos y cantantes muy similares entre sí que competían por la preferencia no del público en general, sino por los diferentes nichos en los que se dividía el mercado radiofónico”.
Con la llegada de la radio digital y las plataformas de streaming, explica el investigador, “los niveles de audiencias radiofónicos (…) registraron disminución especialmente entre el sector del público integrado por jóvenes que empezó a apartarse de los llamados medios tradicionales”.
El soundtrack de la vida cotidiana es una radiografía pormenorizada de las entrañas sonoras de la Ciudad de México que nos hace redoblar el cariño por ese entrañable aparato que, durante muchos años, fue nuestro fiel compañero.
bgpa