Tareack Rivera no olvida esos domingos por la mañana que, junto a su abuelita y su hermano, admiraba por televisión las arduas batallas de Octagón, El ídolo de los niños, contra su gran rival, Pentagón. Así fraguó su amor por la lucha libre, también por las máscaras.
Esa pasión pronto lo llevó a ver el ring de frente, y para darle mayor misticismo a tal suceso, “un luchador me cayó encima, se aventó y nos cayó a mi hermano y a mí, hasta salió en el periódico”, recuerda en entrevista con MILENIO.
Máscara contra… máscara, porque esos son los elementos que él, ilustrador profesional, hizo protagonistas del libro En la máscara. Tradiciones, encapuchados y rituales, obra respaldada por la editorial Gato Blanco que puede verse como una recopilación de esos aditamentos que cubren el rostro, pero también reflejan un sentir, un movimiento, una tradición, una forma de vida.
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De ver las luchas en familia, el siguiente detonante pasional del artista por aquello que oculta rostros fue ver a otros gladiadores: los del levantamiento zapatista, acontecido el 1 de enero de 1994.
“Mi primo era parte de la seguridad del ejercito zapatista y viajó muchas veces a esas comunidades, entonces siempre contaba historias, por eso tuve el acercamiento. Y ahora, investigando más, tengo más conocimiento sobre el tema y abarca muchos ámbitos que no pude marcar todo en el libro, pero me sigue intrigando porque se quitan la identidad personal para formar una colectiva, para tener una voz”, relata Rivera.
Por lo anterior, su colaboración en el libro con Gran OM, artista que se ha distinguido por un trabajo permeado por las causas sociales, representa algo indescriptible para Tareack.
¿Qué te inspiró a crear este libro?
“Hubo bastantes detonantes. Primero, iba a hacer mi trabajo de titulación de la maestría (sobre el tema del libro), pero la institución no aceptó el proyecto. Luego, tenía una chica, terminamos la relación y pensé que haciendo un proyecto enorme iba a tener la oportunidad de regresar. Y también ya tenía dos series sobre máscaras, entonces pensé en expandirla y hacer un combo. Todo eso me motivó”.
¿Por qué la figura del diablo es común en las máscaras?
“Para representar lo negativo o lo que no es tan productivo, que no trae beneficio. Representar ese mal contenido, encapsulado, hace que tengas respeto o temor; es claramente una aportación de la fe cristiana para los pueblos originarios, pues antes las deidades tenían una parte benefactora y otra negativa”.
En poco más de 220 páginas - que aglutinan 4 categorías: Máscaras prehispánicas, Contemporáneas, De diablos y fantasía, y Encapuchados -, Rivera hace un trabajo arqueológico para entender y conocer esos aditamentos que generan "una identidad colectiva" a la par que sirven "para burlarnos, divertirnos o mostrar el sacrificio".
El autor explica este último punto: "Como las máscaras que se utilizan una sola vez y se desechan, se tiran al río; se vuelven un objeto sagrado que da autonomía y representa la cosmovisión de un pueblo".
Como autor, de alguna forma también te enmascaras, ¿por qué?
"Siempre he sido una persona muy tímida, siempre estaba en el fondo del salón, no era popular, pero ahí estaba dibujando. Entonces, así venzo esos miedos de hablar en público y adopto otra personalidad; una persona que cambia para mostrar el trabajo".
Es curioso que muchas máscaras, incluidas en el libro, forman parte de bailes-danzas, ¿cómo explicas esta relación?
"Antes, es como apaciguaban a los Dioses; dejaban de ser humanos ordinarios para ser mediadores con los dioses y así podían hablar con ellos, pedir cosechas más chidas, piedad. Era esa conexión. Ahora, las danzas generalmente son para recrear un personaje o la identidad de alguien, como un diablo; se acepta ese rol y se asume esa personalidad; y las más divertidas se burlan de los cánones estéticos, como los Chinelos o los Manueles".
En la investigación que hizo para En la máscara. Tradiciones, encapuchados y rituales - el proceso total le tomó 2 años y medio -, Tareack se encontró con una historia que, al contarla, lo inunda de emoción: la de los Diablos de Teloloapan.
Dicha narración, que se remite a los tiempos de la Independencia, se centra en Pedro Ascencio de Alquisiras, combatiente insurgente cercano a Vicente Guerrero que en Teloloapan se vio sitiado por las tropas realistas. Entonces, para salir avante, a sus guerreros los enmascaró y dotó de chicotes para, en una noche mística, sorprender a sus enemigos. ¡Y el diablo se soltó!
"Imaginarme esa escena se me hizo increíble, tronando chicotes… Ganaron la batalla. Podría haber comics, podría haber sido hasta una película, por eso es de las historias que más me gustaron y que más tengo presente", señala el ilustrador.
Tras la publicación de su libro, que puede adquirirse a través de las redes de Gato Blanco (www.facebook.com/Editorialgatoblanco) y que tuvo en la dirección editorial a José Bernal, en el diseño gráfico a Ximena Olvera y en el lettering a Gallo Brander, Tareack dice que "no tengo un siguiente proyecto, digo que es resaca del libro, me estoy tomando el tiempo para disfrutarlo".
"Es una bendición y una maldición al mismo tiempo: me salva de muchas situaciones, saco todo lo que traigo, pero todo va ahí, en vez de comunicarme mejor me enfrasco", concluye el autor, artista y, sobre todo, enmascarado, sobre su trabajo.
hc