El escritor lagunero Iván Hernán Benítez no es un turista que, atrevido, escribe sobre la condición en que se vive dentro de un barrio. Más aún, con las herramientas intelectuales que tiene, no habla de la pobreza desde el privilegio, como lo hacen algunos periodistas que se atreven a ficcionar la realidad, o por el contrario, como algunos literatos que fantasean con hacer la plana de ocho columnas.
En el contexto de la presentación del libro “Con el barrio puesto”, que se realizará con la presencia del autor el próximo miércoles 31 de enero a las 19:00 horas en el Centro Cultural Casa Mudéjar, protocolo que contará además con los comentarios de Jessica Ayala, columnista de MILENIO, y del escritor y editor Fernando de la Vara, el autor precisó que el libro editado por el Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE), reúne una selección de doce textos, de los cuales algunos fueron presentados en revistas culturales y otros espacios.
“Para varios de los textos el hilo conductor son las experiencias extraídas de mi vida en el barrio, de hecho libro comienza con un texto que se llama “Un loco de pasta dura” que habla de un conocido que fue mi verdugo cuando éramos niños y eso se acabó cuando se lo llevaron al Cerro de Cruz; ahí agarró los vicios, eso fue cuando él tenía como unos diez u once años de edad, y él lleva treinta años fácil de ejercer de mariguano. Ya para los quince era máster”, dijo Iván que, irredento, soltó la primera carcajada.
Iván Hernán Benítez encara el recuerdo con ironía. Y es por ello que dijo, el hombre que en el pasado fue el niño que lo remitió al callejón y a las palizas verbales, curiosamente sigue vivo: no lo han matado las drogas, no lo mató el covid o la inseguridad, lo que apuntó es un verdadero milagro.
Más aún cuando hoy, su ex agresor le profesa un profundo aprecio, por lo que supone, sus recuerdos son fragmentos duros de un pasado que se ha ido.
“Tuvieron que pasar tres décadas para darme cuenta de cuánto conozco su historia gracias a esos encuentros fortuitos, y pues pensé en hacer algo con esos recuerdos y evidencias y al final, como te digo, es una experiencia del barrio como tantas otras. Y esto va muy en la línea de lo que enseño, lo que procuro enseñar a mis alumnos en periodismo: no hay que menospreciar lo que uno sabe”.
La crónica de Iván Hernán Benítez permite ser los ojos para muchas personas, pues dan testimonio de la vida que se gesta en la periferia, allá donde los caminos no son añorados por los peatones y donde los habitantes acarician sus cicatrices antes de que siquiera los hiera un recuerdo.
“Lo que yo me propuse fue hacer una literatura de hechos, no encasillarme nada más en el relato periodístico de los datos duros, que son nuestros amos y señores, sino darle un tono más relajado, más literario y dejando que la influencia de las lecturas salieran y se quedaran allí, por escrito… El tono es el de un muchacho de barrio que por alguna razón consiguió estudiar y terminó escribiendo”.
Hablar o escribir de la pobreza lo hacen casi todos, sean literatos o periodistas. Pero los primeros en apuntarse en esa faena, casi siempre, suelen ser los que nunca se han probado el traje de la necesidad, en tanto que Iván apuntó, las personas que salen del barrio lo hacen programadas para el olvido, pues de lo que se trata es de escapar.
“No alcanzamos a darle su debida dimensión o le restamos méritos, pero al final de lo que se trata es de reflexionar sobre lo que fue o te tocó y tratar de contribuir para explicar lo que nos está pasando en esos lugares que, también tienen sus cosas buenas o su belleza”.
El escritor vuelve a reírse cuando recuerda que, según el INEGI, existen “dimensiones de la pobreza”, cuando en realidad se puede pensar en la pobreza material y en la simbólica.
“Todo mundo está al pendiente de la pobreza material y los gobiernos combaten con programas asistenciales y sus despensas y sus becas y todo eso. Pero la pobreza simbólica, esa no la estamos combatiendo; no tenemos ni idea de cómo se combate. ¿A qué me refiero? A la incapacidad para adquirir conceptos nuevos y para comprender que una rosa es algo más que una rosa, y cosas así".
“Al final, una parte de lo que nos explica como seres humanos es la narración que hacemos de nosotros mismos y de nuestro mundo, pero estamos permitiendo que la única herramienta para confrontar a la realidad sea la búsqueda de la prosperidad material. Es la única que mantenemos fija cuando hay otras formas. Simplemente el dedicarse a escribir, publicar y empezar a difundir este tipo de mensajes sobre cómo estamos hablando, pensando, o qué no estamos pensando, eso es, desde mi punto de vista, de lo que se trata a la hora de combatir a la pobreza simbólica”.
EGO