Durante dos años, Nazul Aramayo escribió a manera de apuntes sobre algunos personajes frecuentes en las cantinas de Torreón, sin embargo no fue hasta después de involucrarse en el periodismo cuando encontró las herramientas para anclar eso en un contexto histórico.
“Cantinas que merecen ser amadas y personas que no”, fue producto de ese ejercicio que reúne una decena de crónicas que abordan la historia no solamente de lugares emblemáticos de esta ciudad, sino también desglosa parte de la identidad de los laguneros.
El libro echa mano de las investigaciones realizadas por el cronista vitalicio de Torreón, Sergio Antonio Corona Páez, así como las de cultura popular realizadas por el Museo Arocena.
La publicación forma parte de una edición especial de la editorial 'El salario del miedo' que salió hace unas semanas y localmente puede obtenerse vía pedido en la Librería El Astillero.
En entrevista para Milenio Laguna, el escritor lagunero habla sobre el proceso de confección de la obra que involucra la historia de cantinas como La Fama, Perches, La Chiquita, Búnker, Ciriaco y Reforma.
Es el tercer libro que publicas y el primero de crónicas, ¿por qué optar por este género ahora si ya habías hecho previamente cuento y novela?
Desde que estuve con Jaime Muñoz, en talleres era buscar historias dentro de nuestra cotidianidad y para mí fue algo revelador.
Aunque empecé escribiendo ficción me gustó anclar a los personajes en las calles que recorría, los lugares que me gustaban para comer o escuchar música.
En este caso lo que quise también hacer fue reflejar el por qué sentimos ese orgullo de laguneros, si muchas veces no conocemos lo que nos ha formado y nos vanagloriamos de un campeonato o empresas que nos dejan sin agua limpia para el consumo humano o nos contaminan.
Hay más detrás y creo que ese fue el salto de querer contar historias laguneras y no inventar la trama, sino buscar el anclaje histórico que sirviera como pretexto de hablar de una persona en un bar, entrevistar una cantinera y contar sobre mi ciudad.
Cerca del final del libro, logro que la gente sepa que al salir de una cantina está caminando por lugares donde hubo muertes y muchas cosas históricas desde hace más de 100 años y ahora situaciones que nos incidente directamente en nuestras formas de consumo y economía.
El principal reto era no inventar algo, sino presentar algo que he investigado.
En la introducción del libro aclaras que no eres periodista, sin embargo para escribir esos 10 textos tuviste que echar mano de herramientas en ese oficio, ¿por qué?
No me puedo asumir periodista aunque estuve dos años en un periódico, pues mi formación fue una mezcolanza muy diversa. Llegué por accidente a trabajar a eso y me fui forjando en la edición.
Fue sumamente importante retomar esos textos con otro ojo que me hizo ver que era algo demasiado anecdótico y trivial.
Lo narrativo con lo que me he desenvuelto me hizo buscar imágenes para estas crónicas, pero también el registro periodístico ir más allá de una descripción de lo que se aprecia y por eso hay un afán por reflejar algo inmaterial de lo que somos o hemos sido los laguneros.
Bajo esa premisa, ¿qué encuentra un lector promedio en 'Cantinas que merecen ser amadas y personas que no'?
Creo que hay un tour cantinero e histórico que puede ser agradable para alguien de La Laguna o fuera de ella, pero también identificarse con el estado anímico de estar tomando con los amigos o la familia.
El sentimiento de cariño está presente, aunque también el momento de dolor. De hecho creo que es más profundo el dolor que nos hermana que las alegrías.
¿Por eso tiene una esencia sonora tan peculiar?
La mayoría de las canciones que aparecen como epígrafes no forman parte de una lista cantinera tal cual y son caprichos de mi parte por la música que me gusta, pues usar grupos ingleses para narrar cosas de Torreón quizá no sea tan congruente.
Las letras en general tienen que ver con la imagen a la cual quiere llegar la crónica y me sirve para conducirme narrativamente.
El epígrafe que abre el libro es una canción de Morphine (Cure for pain) que habla sobre dejar las drogas al momento encontrar una cura del dolor y yo sentía todo eso en el transcurso de escribir el libro.
No es una purga tal cual, pero ojalá existiera una cura para dejar de tomar, pues aunque haya mucha amistad en esas reuniones siento que existe un entramado muy doloroso que nos une.
Quizá por eso mismo al final del libro no se fomenta la alegría de beber, sino la cruda a la cual nos está consumiendo el exceso.
Ya que estudiaste la historia de esos lugares y entrevistaste a sus propietarios, ¿cuál crees que ha sido la clave de por la que resistieron el pasar de tantos años?
En estas crónicas hay mucha amistad de parte de los que asistimos a las cantinas y la constante de lo que me tope era que todos veían lo pasó hace años como algo glorioso sin manchas.
Por otro lado que estos lugares son un negocio de familia que se han mantenido precisamente por eso: si el papá ya no puede porque se enferma los hijos entran al quite.
Ellos asumen el lugar como suyo al igual que los trabajadores. Es como alguien de aquí que se pone la camiseta del Santos Laguna o quien escucha los Chicos del Barrio.