Menos de 15 metros cuadrados resguardan miles de años de historia antropológica y arqueológica al sur de Coahuila, un tesoro con valor histórico aún desconocido. Son objetos al borde del saqueo y amenazados por el malbaratar de alrededor de mil piezas de fósiles y vestigios de los primeros habitantes de la Región Lagunera.
Los vestigios del Valle de Acatita, en el municipio de Francisco I. Madero, fueron descubiertos y recolectados en las últimas tres décadas por habitantes de cinco comunidades que abarcan este valle, que es rodeado por las sierras de Los Remedios y de Tlahualilo, y que como atractivo natural cuenta con 15 kilómetros de dunas de arena sílice.
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Entre los cerros del valle hay cuevas que eran utilizadas por las etnias nómadas y seminómadas que dejaron sus huellas entre petroglifos y pinturas rupestres en su interior, asimismo, se han encontrado vestigios en posibles cuevas mortuorias en las que los antiguos habitantes dejaban algunos objetos.
Museo de Acatita
Ahora los objetos están guardados en la comunidad de Felipe Ángeles en un cuarto de adobe de 3 por 5 metros que funciona como museo y que el tiempo le ha cobrado factura. Sus vigas son sostenidas por una tabla en el centro de la habitación como refuerzo, pero el peligro al derrumbe se vuelve inminente.
El olor a viejo, a madera y a tierra mojada invade de inmediato el olfato desde el primer paso hacia dentro del lugar, al que solo se ingresa con una una pequeña llave a cargo del señor Porfirio García Saucedo, quien junto a su hermano Chepo resguardan los objetos que no han sido extraídos del valle o vendidos a bajo costo a foráneos.
Llamado Museo del Valle de Acatita, entre sus paredes guarda cráneos y huesos encontrados en cuevas de la zona, dos cabezas de indígenas talladas en piedra, así como algunos objetos líticos que usaban para cazar, entre los más comunes, los llamados “chuzos”, puntas de flechas elaboradas con piedra sílex o pedernal.
Tres mesas de madera, al igual que un cazo volteado y una tarima sobre piezas de block, sostienen variedad de piedras fosilizadas con caracoles, amonites, conchas de diferentes tamaños y hasta dientes de tiburón, que reflejan lo que hace más de 70 millones de años fuera parte del Mar de Tetis que abarcó gran parte de lo que hoy es el estado de Coahuila.
El polvo en las piezas puede verse volar ante el mínimo soplido. También hay restos de vasijas de barro, metates de piedra y algunas pipas para fumar, además varias astas de venado con la que afilaban las puntas de flecha.
Por su parte, en tres vitrinas se distribuyen restos humanos y algunos artículos que utilizaban. Son resguardados entre vidrios opacos por el polvo dos cráneos que parecen haber sido de personas adultas, mientras que uno más pequeño refleja que se pudo tratar de un niño.
En el mismo espacio están algunos otros objetos de caza como arcos, hachas y los atlats, que servían de propulsores de proyectiles. Hay tejidos con fibras de maguey y palma: tapetes, cestos, huaraches, abrigos y yaguales para cargar cosas pesadas en la cabeza, tejidos a los que el tiempo ha perdonado pero están en riesgo de quebranto.
“Esos cráneos nos los hallamos en una cueva de la comunidad de Tres Manantiales por la parte de la Sierra de Tlahualilo y otros más en una cueva de Felipe Ángeles. Al parecer antes de nosotros llegaron unas personas y dejaron los restos, que son los que tenemos aquí”.
Sobre el suelo está una piedra ovalada y lisa de casi un metro de largo a la que llaman huevo de dinosaurio, que sirve como atractivo para el museo por su curiosa forma.
Saqueo y malbaratar de piezas
En tanto, los objetos que han sufrido el mayor saqueo son los chuzos. Chepo y Porfirio guardan gran cantidad de estas puntas de flechas con diferentes formas, para mostrarlas a los visitantes las pegan con silicón sobre pedazos de cartón o amarrados con alambre de cobre, aunque uno que otro se han perdido por su pequeño tamaño que facilita el robo.
Los mismos habitantes de comunidades como Tres Manantiales, Charcos de la Risa, Linda Vista o Felipe Ángeles, aceptan que a veces sale más recurso de la venta de uno o dos chuzos que lo que deja el trabajar en la “candelilla”, principal actividad laboral del sector en la que extraen la cera de la planta silvestre.
“Algunos chuzos se llegan a vender desde 200 o 300 pesos, hasta los 1200 o 1300 dependiendo el tamaño, pero pues la gente lo hace para tener para comer”, comentó don Chepo.
Vestigios sin estudio
Los hermanos García Saucedo señalaron que en cada administración municipal se les promete un museo digno para proteger y preservar este patrimonio histórico, pero no pasa de una promesa más sin cumplir, lo mismo que hacer del valle un sitio turístico de aventura al contar con inmersión cultural, sitios de actividad física y medio natural.
Es incierta la época de estos restos, pasa el tiempo y cada vez son menos los vestigios por estudiar, por lo que dicen tener las puertas abiertas para la visita de expertos que cataloguen los restos que resguardan y se preserven para su adecuada exhibición.
Don Chepo recordó cuando en alguna ocasión representantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) acudieron al museo, pedían llevarse algunos vestigios como las cabezas de indígena talladas en piedra, lo cual fue impedido por el entonces alcalde allá por el año 2007, después de eso los vestigios siguen sin ser identificados científicamente.
Lo más cercano a la descripción de las piezas ha sido la visita del director del Museo Antropológico de La Laguna, Jesús Quiroz, quien colocó en pequeños papeles las descripciones básicas de algunos de los objetos encontrados en cuevas de la zona, ahora esos pequeños papeles están desordenados dentro de las vitrinas tras el paso del tiempo.
Antiguos habitantes de La Laguna
A decir del promotor turístico del Valle de Acatita, Adrián de la Rosa Godoy, estas tierras eran hogar de diferentes etnias de Tobosos e Irritilas, como los Caviseras, los Alamamas, Miopacoas o los Salineros, hasta tribus desplazadas como los Apaches y Comanches, provenientes del sur de Estados Unidos.
“Al ser nómadas se dedicaban a la caza, la pesca y la recolección. Se alimentaban, según la estación del año, de flor de palma, conejos, liebres, tortugas, tunas, gusanos, hormigas, víboras, aguamiel, venado, quiote, piñones, miel de abeja, jabalí, peces, patos y derivados del mezquite como pan, pinole y licor”, compartió.
El ex director de Turismo de Francisco I. Madero añadió herramientas de caza utilizaban la honda y la lanza, actividad muy importante en su vida que sustentaba las necesidades alimenticias del pueblo, cuyos vestigios resultan un patrimonio histórico que está a la intemperie, no del clima, sino de los saqueadores.
“Esto representa un patrimonio histórico y cultural que debemos estar obligados a conservarlos. Es una evidencia de los antiguos habitantes y ancestros de la región lagunera y deben tener su debido estudio y preservación”, argumentó De la Rosa.
En general, este sector de la región lagunera pretende formar una identidad, en la que el Valle de Acatita sea reconocida su riqueza histórica, que detone la actividad comercial con las diferentes formas de turismo de aventura. Allí es posible practicar senderismo, trekking, trail running, montañismo, espeleología, rappel, camping y sandboard en las dunas.
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