Los Juegos Olímpicos tienen grandes historias a lo largo de los años, tal es el caso de Greg Louganis, clavadista que ganó la medalla de oro en Seúl 1988. Una presea que le costó mucho esfuerzo y sangre.
Y es que durante las rondas de clasificación Greg tendría un fatal accidente en el trampolín, tras dos vueltas y media su nuca impactó con el tablero, Louganis cayó desmayado, pero logró salir de pie de la alberca, no sin antes dejar manchada la alberca de sangre, enseguida fue revisado por un médico que lo suturó con cuatro puntos, pudo regresar al clasificatorio y terminar en el tercer puesto.
Ya en la prueba se impuso con gran hegemonía para ganar la presea dorada. Sin embargo, Greg escondía un gran secreto y es que tanto él como su entrenador sabían que era seropositivo antes de la máxima justa.
Pero no fue hasta 1994 que el clavadista se declaró abiertamente homosexual, además, formó parte de los Juegos Gay de Nueva York. Para 1995 declaró que era seropositivo debido a los abusos de su pareja. Esto encendió las alarmas de los atletas que participaron en la piscina en 1988, debido a las gotas de sangre que dejó en la alberca. Aunado a esto, perdió a la mayoría de sus patrocinadores. Greg temió por la salud de sus compañeros, aunque la situación no pasó a mayores.
Louganis demostró ser una muestra de firmeza ante los retos que la vida le puso y es que sufrió acoso escolar, abuso del consumo de sustancias y paso por varios intentos de suicidio. A pesar de ello creó una gran carrera con cuatro medallas de oro y una de plata en su paso como atleta olímpico.
CGHR