Son ya 53 años de vida los que el estadio Cuauhtémoc cumplió este 2021, donde además de diversas historias, en su mayoría deportivas, guarda varios secretos que no todos conocen, entre ellos, el espectacular mural que aún reposa en el sector poniente del coso, obra del gran artista poblano, Jesús Corro Ferrer, quien es también recordado por ser el autor de la China Poblana y el monumento al general Ignacio Zaragoza, entre otros.
Con más de la mitad de su vida oculto, el mural yace a la sombra de una trabe, construida durante la ampliación del inmueble con motivo del Mundial de México en 1986, donde sin consultar al creador de la obra y mucho menos sin tomar los cuidados pertinentes para su preservación, prácticamente el brillo y esplendor que de la pieza emanaba, quedó a la sombra donde en la actualidad permanece.
Luego de cumplir la mayoría de edad, 18 años después de develada su belleza, el mural de Corro Ferrer fue víctima del poco tiempo que la obra de ampliación exigía, cuestión que al día de hoy ha imposibilitado su recuperación, por lo que sólo son fragmentos los que se pueden apreciar a primera vista, debiendo realizar un recorrido cercano a la zona para ver lo que en fotografías añejas saltaba a los ojos de los visitantes al coloso.
En imágenes que mantienen vivo el pasado y sobre todo la historia del estadio, se puede apreciar una placa creada de forma meticulosa con mosaicos venecianos de vítreo, según constatan algunas publicaciones de la época que honraron el hecho, donde diversas escenas se plasman en torno al rostro del emperador azteca Cuauhtémoc, que dio nombre al recinto deportivo.
Como un auténtico halo de añoranza, de los tiempos que ya se han ido y de aquellos que pudieron disfrutarlo en plenitud, la obra recrea también el juego de pelota prehispánica, atestiguado por el dios Macuilxóchitl, deidad mexica que representa el placer, los excesos y la violencia; imagen que contrasta con el costado opuesto en el que el muralista plasmó un partido entre el Puebla de La Franja y la Selección Nacional Mexicana, en alusión a la inauguración del coso, donde los Camoteros midieron fuerzas con el América y el Tricolor contra el combinado de Checoslovaquia.
Dentro de los detalles que viven entre las penumbras, sobresale la imagen de la paloma de la paz, aunado a la representación de una mujer indígena, que de la mano de una mujer española, honran el encuentro de dos mundos, conceptos que el arquitecto Corro quiso dejar para la historia, sin saber lo que el futuro le depararía a su obra.
Fue el propio don Jesús quien en 2005 promovió una campaña de solicitud al gobierno del estado para el rescate del mural, iniciativa que poco éxito tuvo, lo que sin duda dejó un pendiente para el escultor que a los 86 años de edad, falleció un martes 8 de marzo del 2016, sin lograr su cometido de que su mural viera de nuevo la luz.
La obra de 21 metros de largo, por 2 metros de alto, que yace en un espacio de alrededor de 87 metros cuadrados, puede apreciarse, no en su totalidad, gracias a los trabajos de remodelación que sufrió el estadio en 2015 para su más reciente ampliación, donde la intención fue rescatar la obra, pero sin éxito, ya que ello repercutiría en la estructura y es prácticamente imposible de salvar, logrando apenas revivir partes del muro, que muestra daños, donde el oro que recubría algunas de las piezas es prácticamente imperceptible y otras tantas más han sido víctimas del tiempo, de la falta de mantenimiento y de la destrucción involuntaria de aquellos que desconocen el valor del mural.
AFM