Las paredes de la Arena Puebla guardan celosamente la euforia, la misticidad entre capas y máscaras, la cultura popular mexicana: la lucha libre.
Desde hace 68 años, el recinto ubicado en la avenida 13 Oriente en el Centro Histórico de la Angelópolis, funge como el templo del dolor, el altar de doce cuerdas donde se oficia el acto sagrado de luchar.
El 18 de julio de 1953 se inauguró el coloso con un cartel estelarizado por los rudos: Black Shadow, Tarzán López y Enrique Llanes, quienes enfrentaron a El Santo, Cavernario Galindo y El Verdugo.
Fue la tercera arena en ser construida en nuestro país y la primera en ser edificada fuera de la Ciudad de México. En su momento, sólo existían la Arena México y la Coliseo de Perú 77.
Desde hace casi siete décadas las noches de lunes se envuelven en tradición, entre aficionados que alientan o retan a los gladiadores, en los sabores de la gastronomía que acompañan a este deporte-espectáculo.
En el enlonado los luchadores arriesgan la vida entre llaves y lances que son 'poesía en movimiento', todo para ganarse la ovación del público. Es el cementerio de máscaras, cabelleras y duelos de campeonato. Hogar de talento poblano y semillero de jóvenes que buscan ser estrellas.
La lucha libre es ferviente en sentimientos, no distingue clases sociales, a veces es incomprendida, pero hace latir emociones. Hoy, aquí se añora el retumbar de las más de tres mil voces que albergan la Arena Puebla.
CON INFORMACIÓN DE: ISRAEL GEORGE - TELEDIARIO DIGITAL
AFM