No existe manera de prevenirlo. Al menos no en la mayoría de los casos; sin embargo, uno de los principales factores de éxito en el tratamiento de los diferentes tipos de cáncer es la detección temprana, pues permite una intervención oportuna. Esto es cierto también para el caso específico del cáncer de mama, que si bien es curable, fue la segunda causa de muerte en 2021 para las mujeres mexicanas —detrás del covid-19—, debido a los diagnósticos tardíos que provocó el mismo coronavirus: por falta de infraestructura clínica para atender a los pacientes de ambos padecimientos, y por el miedo.
El cáncer de mama en México es la neoplasia más diagnosticada desde 2006; y el último reporte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado en 2020, revela que casi 30 mil mujeres mexicanas presentaron este padecimiento y que fue causante de la muerte de cerca de 8 mil pacientes en ese año.
El covid-19 alteró la cifras y la percepción, pero fuera de esa enfermedad que ya puede prevenirse con vacunación, o al menos reducir significativamente su índice de mortalidad, el de mama es hoy la primera causa de muerte por cáncer a nivel hospitalario en el país; hoy, “1 de cada 5 diagnósticos de cáncer del país son de mama. Es el más encontrado y el de mayor mortalidad”, dice la doctora Diana Fabiola Flores, oncóloga del Instituto Nacional de Cancerología (INCan).
El avance de este padecimiento en los últimos dos años fue evidente y se debió en gran parte a la pandemia de covid-19. “En el área de oncología no hubo descanso en cuanto a diagnósticos, tratamientos ni radioterapias, pero se complicó todo porque, para recibir atención, las pacientes necesitan llegar a tercer nivel”, señala la doctora Flores.
En este sentido, el miedo a contagiarse de coronavirus mantuvo a muchas personas en casa sin acudir a citas exploratorias ni mastografías, pero “no todo fue por pacientes que no salían, también hubo retrasos en los diagnósticos primarios porque muchos laboratorios y clínicas de primer contacto se volcaron en la atención al covid”, de modo que hubo más PCR y pruebas rápidas que mastografías, y más triage por covid-19 que revisiones ginecológicas planeadas o de rutina.
Como resultado, “llegaron a nosotros tumores más avanzados”, un retraso que según la especialista del INCan tardará años en revertirse y en el camino cobrará vidas. Hacia adelante, la doctora Flores invita a seguir trabajando por difundir la importancia del diagnóstico en etapas tempranas, con la autoexploración y las mastografías, según marcan las normas oficiales mexicanas (NOM) de salud.
“La medida efectiva para reducir la mortalidad es la mastografìa, pero en México solo entre 20 y 24 por ciento de las pacientes se ha hecho un estudio de tamizaje”, es decir, que no tiene nódulos ni nada que se palpe y el estudio es totalmente de rutina; ¿lo malo? “No sabemos si se la hace cada dos años como dicta la NOM o solo una vez en la vida y así no sirve para impactar en la salud pública”, explica Flores.
En países de primer mundo, la cobertura de mastografías alcanza a 70 por ciento de las mujeres objetivo y la sobrevivencia es alta; en México, con 20 por ciento, tenemos un déficit de 50 por ciento tan solo en el diagnóstico oportuno. Ante la imposibilidad de que todas las mexicanas adultas, con o sin riesgo, se hagan una mastografía con los intervalos necesarios, por el tema de costos, la opción es la autoexploración.
En este sentido, la doctora Flores reconoce que la autoexploración es menos eficaz para encontrar signos de cáncer que una mastografía, pero asegura que “nos sirve para conocernos, estar pendientes, ser conscientes y llegar a un tratamiento en una etapa temprana”.
En México, 85 por ciento de los casos son diagnosticados por la misma paciente. Flores dice: “Si te autoexploras frecuentemente, conocerás tus senos y podrás notar un nódulo aunque sea muy pequeñito y correr al médico. Un cáncer en etapa 1 o 2 es aún una enfermedad temprana, curable”.
Un riesgo difícil de calcular
Los factores genéticos, los antecedentes familiares, la edad y el género son condicionantes inmutables, pero el estilo de vida que llevamos es completamente nuestra elección.
No modificables
• Sexo. Ser mujer es el primer y más alto riesgo.
• Edad. Muchos de los cánceres de mama se diagnostican después de los 50, pues el riesgo aumenta con los años.
• Genética. Mutaciones heredadas en ciertos genes, tales como en el BRCA1 y el BRCA2. Las mujeres que han heredado estos cambios genéticos tienen mayor riesgo de presentar cáncer de mama y de ovario. Por eso se han popularizado las mastectomías preventivas.
• Historial reproductivo. Inicio temprano de la menstruación (antes de los 12 años de edad) y comienzo de la menopausia después de los 55 años exponen a las mujeres a hormonas por más tiempo, lo cual aumenta el riesgo.
• Tener mamas densas. Los senos tienen más tejido conjuntivo que tejido adiposo, lo cual, a veces, puede hacer difícil la detección de tumores en una mamografía.
• Antecedentes personales. Haber padecido cáncer de mama o ciertas enfermedades de las mamas que no son malignas. La reincidencia es común. Algunas enfermedades de las mamas que no son cancerosas, como la hiperplasia atípica o el carcinoma lobulillar in situ, están asociadas a un mayor riesgo de desarrollar este mal.
• Antecedentes familiares de cáncer de mama o de ovario. El riesgo es mayor si la madre, una hermana o una hija (parientes en primer grado) o varios integrantes de la familia por el lado paterno o materno han padecido cáncer de mama o de ovario.
• Tratamientos previos con radioterapia. Las mujeres que han recibido radioterapia en el pecho o las mamas antes de los 30 años de edad (por ejemplo, para el tratamiento del linfoma de Hodgkin) tienen un riesgo mayor.
Está en tus manos
• Sedentarismo. Actívate y reduce riesgos.
• Tener sobrepeso u obesidad después de la menopausia. Las mujeres mayores que tienen sobrepeso o que son obesas tienen mayor riesgo que las que tienen un peso normal.
• Tomar hormonas. Algunas formas de terapia de reemplazo hormonal (que incluyen tanto estrógeno como progesterona) que se toman durante la menopausia pueden aumentar el riesgo de cáncer de mama, si se toman por más de cinco años. También ciertos anticonceptivos orales (píldoras).
• Historial reproductivo. Quedar embarazada por primera vez después de los 30 años de edad, no amamantar o nunca tener un embarazo que llegue a término, aumenta el riesgo.
• Ingerir alcohol. Algunos estudios muestran que cuanto mayor es la cantidad de alcohol que ingiere una persona, el riesgo de desarrollar cáncer es más alto.
• Tabaquismo. Ofrece un riesgo mayor para aquellas mujeres que son premenopáusicas.
• Hábitos de sueño irregulares. Trabajar en el turno de la noche, por ejemplo, también aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de mama, debido a las alteraciones hormonales que genera el cambio del ritmo circadiano.
Las estrategias
Si tenemos factores de riesgo inmutables, es indispensable procurar una detección temprana.
• Autoexploración. Conoce tus senos. Se recomienda a partir de los 20 años.
• Mastografía de cribado. Realizada de manera preventiva, reduce la mortalidad por cáncer de mama entre 20 y 30%, al detectarlo en sus etapas iniciales. Se recomienda cada dos años a partir de los 40 años si no hay riesgos por herencia, y cada 6 meses desde los 25, si hay antecedentes familiares.
• Resonancia magnética. En este estudio se utilizan imanes y ondas de radio para tomar fotografías del tejido interno de las mamas. Recomendado cuando la mujer tiene riesgo alto de desarrollar cáncer.
• Examen clínico. Lo hace un médico o una enfermera que usa sus manos para detectar bultos u otros cambios. Se practica en las consultas de rutina con el ginecólogo.
La gracia de ser madre
La maternidad y la lactancia reducen el riesgo de padecer cáncer de seno.
Amamantar a los hijos no solo le trae beneficios de por vida a los pequeños, sino también a las madres, ya que reduce el riesgo de desarrollar cáncer de mama.
Mientras regala a los niños un sistema inmunológico fuerte, que redunda en 72 por ciento menos neumonías, 50 por ciento menos problemas de oído, 20 por ciento menos riesgo de leucemia y 40 por ciento menos linfomas; ayuda a la mujer a mantener la salud en múltiples formas.
Horacio Reyes Vázquez, médico pediatra y presidente de la Asociación Pro Lactancia Materna de México, señala que las mujeres que tienen hijos y los amamantan reducen su riesgo de padecer cáncer de mama, toda vez que “al haber menos tiempo de exposición de la glándula mamaria a los estrógenos, el tejido mamario se inflama menos, además de que se extraen factores tumorales mientras el niño succiona”.
Entre otros beneficios que obtienen las madres de la lactancia, está la reducción de peso. Se requieren mil calorías para generar entre 700 y 800 mililitros de leche, y 500 calorías para la acción de lactar, que le generan hambre de proteínas y verduras.
No obstante, comenta el doctor Reyes, el ingreso de cada vez más mujeres a la fuerza laboral y con ello la dificultad de ejercer la lactancia, impulsaron el mayor uso de las fórmulas para bebé. “Si las abuelas o las tías o amigas ayudan a cuidar, el biberón es la opción y lo más fácil es abrir la lata”.
Hoy sabemos que fue un gran error. “La leche materna no tiene un sustituto eficaz, y por ello todos los esfuerzos están volcados en impulsar facilidades para que se ejerza la lactancia, tanto en los centros de trabajo como en los lugares públicos, donde muchas veces es mal visto, a pesar de ser algo natural y necesario”, señala Reyes Vázquez.
En este contexto, destaca la modificación a la Ley del Trabajo del 2 de abril de 2015, donde se respalda la necesidad de que los empleadores doten a las madres con lugares dignos para la extracción de leche en su trabajo y el uso generalizado de la hora de lactancia.
“Es tan buena la lactancia, que la Cámara de Comercio de Texas reconoció con un estudio que por cada dólar invertido por las empresas en este rubro, se obtienen tres dólares gracias a la mayor productividad y a la menor rotación de sus empleadas”.
srgs