En México, como en todos los países del mundo, la búsqueda de la igualdad de género es una lucha inacabada, pero en constante movimiento. En el país existen rezagos importantes y dolorosos en temas como la violencia contra las mujeres o el embarazo adolescente, pero también hay avances importantes hacia la paridad y la equidad en esferas como el acceso a la educación, la salud, el empleo y la participación política.
“Hoy en día el feminismo es reconocido, los hombres tienen que justificarse por no ser feministas y algunas mujeres también. Creo que hemos evolucionado desde el punto de vista formal, pero también del subjetivo”, dice Nadine Gasman, presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) desde 2019.
Sin embargo, reconoce: “¿Estamos donde queremos? No. ¿Estamos todas en el mismo lugar? Tampoco”, porque si bien hay avances, “no son para todas, las mujeres rurales, las mujeres indígenas, todavía no tienen el mismo acceso”.
¿En qué punto estamos en el camino a la igualdad de género, como país?
Estamos en un punto en el que tenemos que reconocer los avances y también lo que queda por recorrer. Ningún país del mundo tiene igualdad. En ningún país puedes decir: “bueno, aquí las mujeres y los hombres tienen las mismas oportunidades”. Pero tampoco estamos donde estábamos hace 20 años.
Hay un gran avance legislativo, en términos del reconocimiento de las desigualdades. Hoy poca gente te va a decir “oye no, las mujeres no tienen problemas”. Hace 20 años te volteaban a ver con cara de: “¿de qué hablas?”.
Creo que hemos avanzado y tenemos más consciencia de las brechas y también, yo diría, más optimismo por cerrarlas, porque hemos avanzado bastante en relativamente poco tiempo y lo que hay que hacer es seguir adelante con políticas públicas, inversiones, comunicación, para cambiar a las sociedades de tal manera que no discriminen, que no sean violentas ni toleren las desigualdades.
¿Cuál considera que ha sido el mayor avance?
Diría que hemos avanzado en términos de los derechos humanos en general, el derecho a la educación y a la salud. Ahora, hay cuestiones estructurales —que las feministas hemos señalado durante décadas— que hoy son muy claras y frenan la incorporación de las mujeres en el mercado formal de trabajo; o sea, las mujeres han salido a trabajar, han salido a la calle, estamos más presentes en el mercado formal, pero la brecha es muy grande y se cierra muy despacio debido al tema estructural de la división sexual del trabajo, que impacta en la vida cotidiana, en el tiempo de las mujeres…. Si tú le dedicas 70 por ciento de tu tiempo al trabajo no remunerado, pues solo te resta 30 por ciento para hacer el trabajo que sí te pagan.
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¿Cómo cambiamos eso?
El tema de los cuidados es central y había costado mucho trabajo ponerlo en la agenda pública. Pero por primera vez todo mundo paró, debido a la pandemia todos se fueron a su casa y de pronto vieron lo que hay que hacer para sostener la vida, y nosotras vimos que era el momento para compartir los cuidados entre la familia.
Y claro, no solo fue la pandemia, ya había detrás una lucha que tiene muchos años con el tema de la división sexual del trabajo, la economía feminista de décadas, y mucho avance teórico, con todas estas encuestas del uso del tiempo y las cuentas satélites del trabajo doméstico que hace el Inegi.
Ya que todos lo vemos, ¿Qué sigue?
El gobierno lo identifica con el objetivo de desarrollar un Sistema Nacional de Cuidados. La conversación se ha vuelto más intensa, tanto a nivel nacional como internacional. La propuesta que, desde el feminismo, estamos haciendo las mujeres al mundo es poner en el centro al sostenimiento de la vida, a las personas, al planeta, al medio ambiente y con eso poder cambiar la lógica para que el esfuerzo colectivo que hacemos no sea para crecer, ni para consumir, ni para el mercado, sino para vivir y para vivir bien, ¿No?
Estamos trabajando en esto de cara a la XVI Conferencia de la Mujer de América Latina y el Caribe de la CEPAL, que organizaremos en México para 2025.
¿Cuál es el foco del trabajo por venir?
Seguir haciendo propuestas, pero para todas las mujeres; que toquen a las mujeres indígenas, a las afromexicanas, a las mujeres con discapacidad, a las que viven en pobreza; estamos proponiendo una revolución de las conciencias, un cambio de paradigmas, un cambio cultural y probablemente no hay cambio cultural más profundo que reconocer las desigualdades entre hombres y mujeres, y decir “vamos a cerrar esas brechas, vamos a cambiar esa mentalidad”.
Lo dice
"La idea era iniciar la conversación, interpelar a los hombres a que se cuestionen cómo el machismo no les sirve ni a ellos"
Hay otros retos más difíciles de vencer; con la pandemia recrudeció la violencia, por ejemplo.
Es tremendo. Hemos estado muy activas desde el inicio de la administración, para coordinar las acciones tanto de prevención como de atención y sanción; empezó con Olga Sánchez Cordero cuando estaba al frente de la Secretaría de Gobernación, y ahora trabajamos en conjunto con la Secretaría de Seguridad Pública; somos un órgano colegiado, donde intercambiamos ideas y desarrollamos una estrategia en la que las mujeres participan en las mesas de construcción de paz y seguridad que se llevan a cabo en los estados.
Ya logramos que el tema se discuta y que se vea, la violencia contra las mujeres es el delito más frecuente en casi todos los estados y no se veía. El modelo de prevención primaria es muy innovador, porque plantea lo que debemos hacer para cambiar la cultura machista y en ese marco hemos desarrollado directrices para prevenir el acoso y el hostigamiento sexual en la escuela, en la calle, en el transporte público...
En ese contexto lanzamos la campaña: “Es tiempo de cambiar, dejemos el machismo, seamos hombres diferentes”. La idea era iniciar la conversación, interpelar a los hombres a que se cuestionen cómo el machismo no les sirve ni a ellos y ha sido muy exitosa.
¿Qué sigue para el Inmujeres?
Estamos en una fase de consolidación, en la que debemos asegurarnos que en las políticas públicas se incorpore la perspectiva de género, para que impacte en todos los niveles de gobierno y en el ámbito privado.
Y seguir con todos los trabajos y programas, desde prevenir la violencia, desarrollar el Sistema Nacional de Cuidados o impulsar la despenalización del aborto y prevenir el embarazo adolescente —porque sabemos que sin derechos sexuales no hay autonomía—; o alentar el emprendimiento femenino, hasta cosas que se ven más pequeñas pero cambian vidas, como las capacitaciones de uso de la tecnología para las mujeres.
sgs