Necesitamos más hombres feministas, que apoyen e impulsen, de forma igualitaria, a las mujeres para que sigan desarrollándose no solo en el ámbito profesional, sino también personal”, dice Irma de la Torre Lozano, exdirectora general del Tec de Monterrey, campus Querétaro.
Para ella, la igualdad empieza en casa, con roles y responsabilidades equitativos sin importar si eres hombre o mujer.
Desde su infancia, Irma fue criada en un ambiente donde se valoraba la igualdad de género y se fomentaba la confianza en sí misma, algo que le ayudó a no sentirse intimidada por el simple hecho de ser mujer. “Mis papás son las personas más feministas que conozco y así nos criaron a mí y a mi hermana para no tenerle miedo a nada, a pesar de los pensamientos machistas que podían existir y que en algunos sectores existen todavía”, comenta.
Cuando le propusieron la dirección del campus de Querétaro, en 2001, lo dudó solo un segundo. “Mis hijos eran pequeños, y no sabía cómo iba a dividirme entre mis responsabilidades de ser mamá y las de dirigir una institución educativa”, dice, pero el apoyo incondicional de su esposo la impulsó a tomar el cargo.
Durante toda su gestión, Irma de la Torre enfrentó diversos retos. “Ser la única mujer en las juntas de directores de campus incomodó a varios, pero tuve un gran apoyo para levantar los indicadores del Tec de Monterrey en Querétaro”, dice Irma de la Torre.
Ella considera que es importante rodearse de personas que no se sientan intimidadas por tener una jefa, con quienes se pueda hacer un excelente trabajo en equipo.
Esto es válido también con la familia, amigos y la pareja. “El trabajo en equipo, tener una pareja que me apoya para crecer profesionalmente, que no se siente intimidado porque ocupo una posición mejor que la de él, sino que siempre me alienta a seguir adelante; eso ha sido de mis mayores motivadores”, dice y agrega que la brecha de género nace en casa, no en el trabajo.
“Las mujeres siempre han trabajado, aunque no siempre les pagaron por ello; las tareas del hogar constituyen un empleo fuera del circuito laboral remunerado, y por eso es ahí donde hay que trabajar para cerrar esa brecha de género”.
Los retos de ser madre hoy en día
A pesar de los beneficios que una verdadera igualdad en el hogar tiene para niños y niñas, para las familias y para la sociedad en general, la resistencia cultural para la participación de los hombres de manera activa al interior de los hogares sigue siendo el pan de cada día.
Redistribuir la carga del trabajo doméstico y de cuidados en casa es una discusión que va más allá de decidir quién lava los platos.
“Es en realidad una lucha profunda por lograr una verdadera igualdad y un reparto justo de la carga de trabajo entre quienes viven en un mismo espacio”, dice Karina González, quien fue galardonada con el Premio Mujer Tec por ser promotora de la inclusión educativa para niñas y niños con discapacidad, la equidad de género y el acompañamiento para el ejercicio de la maternidad de las mujeres.
Cuando hablamos de los cuidados, la crianza y el trabajo doméstico, tendemos a pensar en las mujeres porque, a lo largo de los siglos, debido a estereotipos y roles de género rígidos, se les ha designado a ellas como las principales cuidadoras en nuestra sociedad, a pesar de que hoy en día, un gran número de esas mujeres trabajan fuera del hogar, como parte de la fuerza laboral remunerada, señala González.
El desequilibrio y las asimetrías en las cargas de trabajo en el hogar perjudican a todas las personas, pero tiene un impacto mucho mayor en las mujeres, que no reciben ningún tipo de remuneración por las labores que realizan y, sobre todo, en aquellas que enfrentan dobles y triples jornadas de trabajo diario al llegar a sus casas después de 8 horas, y traslados, en fábricas, oficinas, mercados y en el campo.
Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), 17.2 millones de mujeres se dedican exclusivamente a trabajos de cuidados y domésticos, sin remuneración.
La cifra contrasta con la contraparte masculina. Solo 999 mil hombres son los que se dedican exclusivamente a estas tareas, es decir hay 17 veces más mujeres que se quedan en casa a desempeñarlas. “Las mujeres desempeñan primordialmente las labores del hogar y de cuidados, tareas indispensables para la reproducción cotidiana de las familias y sus integrantes, así como para el funcionamiento y bienestar de la sociedad”, destacó el IMCO.
La diferencia también se ve en las horas que cada género dedica a estas actividades de cuidados. Mientras que los hombres dedican 16 horas a la semana, las mujeres se ocupan 40 horas.
Los trabajos del hogar, que son no remunerados, tienen un valor económico de 7.2 billones de pesos, lo que equivale a 24 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), lo que supera el valor de sectores económicos importantes como las manufacturas y el comercio, que representan 22 por ciento del PIB, respectivamente.
Si se suma el valor económico de las tareas del hogar y de cuidados, “las mujeres aportan 2.6 veces más que los hombres por el trabajo no remunerado que realizan”, aseveró el instituto.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 9 de cada 10 personas que abandonan el mercado laboral por realizar las tareas de cuidados son mujeres.
En este sentido, Sara Ochoa, académica de la Facultad de Economía de la UNAM, recordó que en el Congreso está pendiente la aprobación del Sistema Nacional de Cuidados, el cual ayudaría a las mujeres a desarrollarse mejor en varios ámbitos, lo cual es una de las grandes deudas que la sociedad tiene con ellas.
El mandil, un estigma social
Desafortunadamente, cuando los hombres se involucran y asumen su parte en el cuidado, las labores domésticas y la crianza, se enfrentan a un estigma social que deviene de prejuicios obsoletos, dice Ochoa León.
Estos prejuicios se transmiten de una generación a otra y se perpetúan a través de la desigualdad de género en el hogar, las representaciones sesgadas de los medios, las leyes y las prácticas machistas en sus lugares de trabajo. “Por eso es importante que los niños y niñas vean a los hombres con los que conviven en casa dedicados de manera activa al trabajo doméstico y de cuidados”, dice Ochoa León,
Según el IMCO, estos trabajos guardan relación estrecha con los ciclos familiares, por lo que las familias con hijas e hijos menores de 6 años, son las que más tiempo le dedican y se asume en mayor medida el trabajo de las mujeres para el cuidado y atención de la familia.
La educación también importa, pues se ha visto que a medida que los hombres aumentan su nivel educativo, su participación en actividades del cuidado y domésticas se incrementa.
En tanto, las mujeres con educación media o superior participan menos en las actividades de cuidados, frente a las mujeres que registran solo secundaría completa o trunca, pues suelen dedicarse en mayor medida a estas actividades.
Esto cambia la manera en la que los niños aprenden sobre la responsabilidad de participar en las labores del hogar, de la mano de todas las personas que integran su familia.
Lograr que el trabajo de cuidado y doméstico se realice de manera equitativa al interior de los hogares es indispensable para procurar el bienestar de millones de mujeres que nunca pueden descansar, otro derecho humano primordial.
Es necesario un mayor compromiso de los hombres con las mujeres que aman. “Los hombres también educan y los que asumen su responsabilidad doméstica educan mejor, con el ejemplo”, afirma Irma de la Torre.
DJR