La irrupción del coronavirus (covid-19) reconfiguró el mapa político y económico de Latinoamérica durante 2020. Los históricos déficits que los países de América Latina vienen arrastrando desde hace décadas, como la elevada informalidad laboral y una alta desigualdad social, quedaron expuestos como nunca.
En ese marco, temas que hasta hace un año no parecían prioritarios, como la necesidad de fortalecer los sistemas públicos de salud y de consolidar los programas de transferencia social para atender a la población más vulnerable, pasaron al centro del debate.
Esa nueva agenda social disparó en América Latina múltiples efectos que demandan una mayor renovación económica y política en países como México, Perú, Argentina, Colombia y Ecuador; la aceleración del proceso de cambio institucional en Chile, y un inesperado giro económico en Brasil. Bajo esas condiciones, los países latinoamericanos deberán emprender este año la dura tarea de la reconstrucción.
Tras una caída del PIB en la región proyectada en 7.3% para 2020, en 2021 se espera un rebote parcial de 3.7%, según la última actualización de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). “El crecimiento de China, que se estima será de 8,1% este año, beneficiará a la región latinoamericana, pero sobre todo al sur del continente”, dice Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, en Santiago.
“Sin embargo, eso no alcanzará para recuperar todo lo perdido en 2020 y, de hecho, gran parte del crecimiento proyectado para 2021 en América Latina se dará solo por un rebote estadístico”.
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Recuperación en puerta
Se espera que la economía de México se recupere de la caída prevista de 9% durante 2020, con un crecimiento en 2021 de 3.7%, según estimó el Banco Mundial la semana pasada. Esto se deberá a una mejora de sus exportaciones hacia Estados Unidos y una menor incertidumbre sobre la aplicación del renovado acuerdo comercial con esa nación y Canadá (T-MEC).
Sin embargo, hacia 2022 aminora su ritmo de expansión a 2.6%, según prevé el organismo. “El crecimiento porcentual en 2021 es insuficiente para revertir las pérdidas de producción del año pasado y está siendo frenado por factores que incluyen la consolidación fiscal planificada y la debilidad de la inversión desde hace mucho tiempo”, indica el Banco Mundial.
Se proyecta que una desaceleración del crecimiento a 2.6% en 2022 a medida que la demanda externa se debilite y el impulso a la actividad económica de las mejoras del mercado laboral comience a desvanecerse, advierte el informe.
El pronóstico de crecimiento para 2020 mejora desde una caída de 10% anticipada en octubre pasado por el vicepresidente del Banco Mundial para América Latina, se mantiene igual para el 2021 y, para el 2022, se ajusta ligeramente a la baja desde el 2.8% previsto tres meses atrás.
Comparado con el informe de junio Perspectivas Económicas Globales del Grupo del Banco Mundial, las expectativas de México mejoraron 1.5 puntos para 2020 y 0.7 puntos porcentuales para 2021. El desempeño de la economía mexicana está alineado a las proyecciones de crecimiento para la región de América Latina, de un repunte de 3.7% en 2021 y de 2.8% en 2022, luego de estimar una contracción del Producto Interno Bruto (PIB) de la región de 6.9%.
La perspectiva se basa en que la vacunación contra covid-19 se acelerará durante la segunda mitad de este año y que los precios del petróleo y los metales serán más altos de lo previsto en junio, con un promedio de 44 dólares por barril en 2021 y 50 dólares en 2022.
El repunte de la economía regional dependerá de la flexibilización de las iniciativas para mitigar la pandemia, de la distribución de las vacunas, la estabilización de los precios de los principales productos básicos y la mejora de las condiciones externas.
“No obstante, el repunte será muy débil y se producirá después de una década de crecimiento lento. En un escenario negativo, en el que se retrase la distribución de las vacunas, con efectos económicos secundarios, el crecimiento podría ser aún menor, de 1.9% en 2021 y de 2.3% en 2022”, aseveró el Banco.
Aunque la región alberga a menos del 10% de la población mundial, en esta pandemia contabiliza casi 20% de los casos confirmados de contagios de covid-19 y en donde 5 de las 10 economías más grandes, Argentina, Brasil, Chile, México y Perú, presentan las tasas de muerte per cápita más altas de la región.
Países en problemas
En cuanto al sur del continente, sin incluir a la ya deprimida economía venezolana, los mayores derrumbes se registraron en Perú y Argentina. La caída no solo quebró una expansión promedio de 4.8% registrada entre 2000 y 2019 —una de las tasas más elevadas de América Latina en ese período—, sino que puso sobre la mesa las asignaturas pendientes que persisten en el país pese al crecimiento macroeconómico de las últimas dos décadas.
La más notoria es la insuficiente inversión que Perú destina a la salud pública: el presupuesto estatal ronda un 3% del PIB, la mitad del nivel recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ese déficit histórico, en un contexto en que 70% de la población económicamente activa es informal y la subsistencia familiar depende de los ingresos que se obtienen a diario, hizo de Perú el país con más muertes por millón de habitantes por covid-19 en Latinoamérica.
Ese escenario dio más impulso a la siempre latente inestabilidad institu- cional en Perú. La llegada al poder en forma interina de Francisco Sagasti, un parlamentario del centrista Partido Morado, parece haber calmado las aguas con vistas a las elecciones presidenciales del 11 de abril de este año.
“Hay un equilibrio bastante frágil dado que las bancadas que promovieron la desestabilización del presidente Martín Vizcarra ya olvidaron las consecuencias de lo que pasó en noviembre”, dice el analista político José Incio Coronado, de la Universidad de Pittsburgh.
En todo caso, el costado positivo es que el proceso electoral se dará en el marco de una economía que promete rebotar con fuerza. BBVA Research estima que el PIB de Perú crecerá 10% en 2021. En cambio, la recuperación promete ser más moderada en Argentina.
Tras la caída del 10.9% estimada para este año, la economía crecerá 4.8% en 2021, de acuerdo el promedio de las proyecciones de analistas y consultores recopiladas por el Banco Central. Pero ni siquiera esa recuperación parcial está asegurada ante los desafíos que enfrenta el gobierno de Alberto Fernández.
Sin ahorro fiscal ni acceso a los mercados de deuda, el gobierno argentino financió en 2020 las medidas de asistencia para intentar moderar los efectos de la pandemia con una extraordinaria emisión de pesos por parte del Banco Central.
El gobierno de Alberto Fernández se resiste a convalidar una depreciación brusca del peso en un país en que la mayoría de los precios de los alimentos y de los insumos para la producción industrial está atada al valor del dólar. Pero, para alcanzar ese objetivo, necesita avanzar en un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que permita reprogramar los 44,000 millones de dólares otorgados por el organismo al país sudamericano entre 2018 y 2019.
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El giro económico de Brasil
También en Brasil crecen las dudas sobre la economía postpandemia. El gigante sudamericano está recuperándose más rápido de lo esperado. En los últimos cinco meses las consultoras vienen recortando sus previsiones de caída del PIB para 2020: mientras a finales de junio el promedio de los pronósticos recopilados por el Banco Central estimaba una contracción de 6.5%, a mediados de diciembre la caída esperada ya era de 4.4%.
La expectativa de los analistas es que el PIB crezca 3.5% en 2021. Sin embargo, estas previsiones están supeditadas a cuál será el rumbo que finalmente adopte el gobierno de Jair Bolsonaro. Ante la irrupción de la pandemia, la austeridad fiscal impuesta dio paso a un vertiginoso aumento del gasto público.
Buena parte de esas erogaciones correspondieron a una medida que marcó un quiebre en el gobierno de Bolsonaro: el otorgamiento de un auxilio de emergencia de 600 reales (110 dólares) al mes para todas las personas que perciban hasta medio salario mínimo y de 1,000 reales (220 dólares) en el caso de las mujeres “jefas de hogar”.
Ese beneficio, que comenzó a ser otorgado en abril, alcanza a 67.2 millones de personas en todo el país. El giro de Bolsonaro, quien históricamente había rechazado cualquier programa de asistencia social o transferencia de ingresos, incrementó sus índices de popularidad.
La contracara de esas medidas es que el déficit fiscal pasó de 1% del PIB en 2019 a 9.6% en 2020 y la deuda pública saltó de 75.8% del PIB a 90.6% en el mismo período. Ante ese panorama, la duda de los analistas es si Bolsonaro mantendrá un gasto social elevado para estimular el consumo o retrocederá a su agenda original de ajuste.
La respuesta a esa pregunta marcará buena parte del rumbo económico de Brasil en 2021. Junto con los esfuerzos para reanimar las economías en la región. México, Brasil, Argentina y Perú, tienen por delante un año clave para definir su rumbo. Luego de un 2020 que dejará profundas heridas sociales, Latinoamérica se alista para encarar un año de reconstrucción. La tarea no luce sencilla.