¿Tener un hijo o pelear por ese ascenso? Este dilema es muy común en estos días para las mujeres profesionistas que, en sus treintas, capaces y con ambición, atraviesan un buen momento en su carrera y en su vida sentimental. Ya en pareja o en vías de comprometerse, la duda sobre cómo equilibrar ambos mundos salta a la vista.
En este sentido, retrasar la maternidad se ha convertido en una cuestión deseable para muchas mujeres, que en determinados momentos deben decantarse por dar un impulso a su vida profesional antes de sumergirse en la experiencia de traer un bebé al mundo. No obstante, el reloj biológico avanza y las empuja a tomar una decisión definitiva y algo apresurada.
Según el último Censo de Población y Vivienda 2020 del Inegi, en México el número de hijos por mujer se ha reducido en los últimos años, al pasar de 6.9 en la década de 1960, a 1.9 en 2020.
Alejandra Collado Campos, especialista en estudios de género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirma que existe una relación directa entre el mayor nivel académico de una mujer y la cantidad de hijos que tiene.
Así, mientras quienes solo estudiaron la primaria tienen más de dos hijos y los tienen más jóvenes, las de mayor nivel académico tienen menos hijos, no tienen o los tienen mucho más tarde. “Son estos datos los que nos hacen comprender por qué muchas mujeres deciden postergar la maternidad”, dice la académica.
Aunque la sociedad ha dejado atrás sentencias como que las mujeres “nacieron para ser madres” y se impulsa la idea de la maternidad como una elección, aún existe la presión social para que las mujeres se casen y tengan descendencia, indica Collado; incluso en algunos sectores prevalece la idea de que la maternidad es una obligación y se juzga a las mujeres por decidir no ejercerla.
Hoy las mujeres tienen, además del rol tradicional de ama de casa y cuidadora de los hijos, el de empleada y/o líder, lo que viene acompañado de todo un cambio estructural en la sociedad.
“Cada vez más vemos que las mujeres se incorporan a niveles de escolaridad mucho más altos e incluso están ingresando a carreras que tradicionalmente se decía que eran para hombres, como las ingenierías y las matemáticas. Este cambio de switch ha ayudado a que más mujeres ocupen cada vez cargos más altos en empresas, y retrasen su maternidad” para aprovechar esas oportunidades, dice Collado Campos.
Nuevos caminos, menor ansiedad
Las mujeres que hoy deciden tener un bebé a una edad más adulta, entre 30 y 45 años, lo hacen conscientes de los riesgos y complicaciones que podrían presentar en el embarazo, el parto o en la salud y capacidades de su hijo o hija; debido a ello, algunas investigan opciones y han encontrado nuevos procesos y tratamientos reproductivos, en esta edad que la fertilidad empieza a decaer, explica el doctor Carlos Maquita Nakano, director general de UR Crea Medicina Reproductiva.
La maternidad ya no es el único rol que las mujeres pueden representar; “sin embargo, la biología no ha cambiado su ritmo para ajustarse a las costumbres sociales o las ambiciones profesionales”, dice Maquita Nakano.
La edad biológica ideal para ser madre es entre los 23 y los 30 años, que coincide con el periodo en que se termina la carrera universitaria y se inicia la vida profesional. Pero en la actualidad las mexicanas buscan embarazarse a partir de los 35 años, cuando ya tienen estabilidad emocional y económica; según el experto, es la edad en la que el porcentaje de éxito de una fecundación se reduce a 30 por ciento.
Por fortuna los tiempos han cambiado y la ciencia avanza para dar alternativas a las mujeres que desean un bebé aún después de los 35 años. Hoy se puede mantener la juventud de los óvulos para que las mujeres que quieran embarazarse puedan hacerlo incluso a los 45 años, gracias al rejuvenecimiento ovárico.
“Ofrece una esperanza a las mujeres que buscan un embarazo con una edad materna avanzada, baja reserva ovárica, menopausia natural o prematura, y también para aquellas que decidan realizarlo de manera preventiva —hasta los 38 o 40 años—”, indica el doctor. Además, señala que UR Crea alcanza tasas de éxito de 90 por ciento.
El rejuvenecimiento ovárico —relata Maquita— consiste en la infusión de plasma en los ovarios, obtenido de la extracción de sangre de la propia paciente y enriquecido con plaquetas, para reactivar las células madre y los folículos remanentes.
“Esto nos permite regenerar y restaurar la función ovárica, siempre y cuando exista en los ovarios un conjunto de folículos residuales. Así se consigue mejorar el número de folículos para optimizar los resultados del tratamiento de reproducción asistida”, concluye Maquita Nakano.
srgs