Damián Alcázar cree en la utopía, pero también en la crítica y en que el cine es el reflejo de una sociedad, que, en el caso de México, si jalara parejo podría sacar adelante al país y devolverle la paz.
El actor con más premios Ariel en la cinematografía mexicana vuelve a las pantallas para protagonizar la ópera prima de Raúl Ramón, El poderoso Victoria (2021), una fábula no del todo inocente ambientada en un pueblo minero a mitad del sexenio de Lázaro Cárdenas al que le arrebatan su tren al quedarse la región sin minerales y cuya población decide construir así su propia locomotora.
El estreno del filme, programado para el próximo jueves 24 de noviembre en más de mil pantallas en todo el país, coincide con la polémica por el retraso en la salida de la cuarta película de Damián Alcázar con Luis Estrada, ¡Que viva México!, un retrato sobre la polarización social y política actual del país, prevista para el pasado 16 de noviembre en salas bajo la distribución de Netflix y en esta plataforma.
En entrevista a propósito de El poderoso victoria, cuyo argumento sin remedio lleva al actor a hablar sobre su apoyo al tren Maya que construye el gobierno federal en el sureste, Damián Alcázar expresa su optimismo, leit motiv del filme de Raúl Ramón; marca las diferencias que hay con su nueva película con Luis Estrada, sobre la que asegura que aunque es rasposa y crítica, va a reírse con ella el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien refrenda su confianza e incluso adelanta que espera ir a la marcha que convocó para este domingo 27 de noviembre, una semana después de la protesta opositora.
“Las personas inteligentes se abren a las posibilidades de la crítica”, sostiene el protagonista de La ley de Herodes, Un mundo maravilloso, La dictadura perfecta, Bajo California y Chicogrande, entre otras.
—Me parece que El poderoso Victoria es su filme más optimista. ¿Cómo se siente haciendo finalmente un papel optimista en su carrera?
—Me siento optimista, ja, ja, ja. Desde que leí el guion me pareció una fábula formidable, luminosa, un cuento muy lindo, un tanto naive, tienes razón, pero que podría tener varias lecturas. Y ya cuando lo vi en pantalla, dije: “¡Guau, lo consiguió Raúl Ramón! Tiene una gran película, una muy bonita película”.
Con un diseño de producción espléndido a cargo del mismo Raúl Ramón, la historia se desarrolla en un pueblo de nombre La Esperanza, donde Damián Alcázar interpreta a Federico (nombre para nada arbitrario, pues su etimología habla de un líder pacificador), quien da ánimos a su comunidad devastada por la minería en la región de Jalisco a la que le quitan su único contacto con el exterior y su medio de subsistencia: el tren. Con un reparto de estrellas como Joaquín Cosío, Roberto Sosa, Alonso Echánove, Édgar Vivar, Luis Felipe Tovar, Lalo España e incluso José Juan de Ávila, quienes no obstante apenas aparecen brevemente, la película se convierte en una loa a la solidaridad comunitaria, en la que una pareja interpretada por Gerardo Oñate y Lorena de la Torre se erige como la victoria de La Esperanza.
—Hay mucha carga simbólica en los nombres del filme de Raúl Ramón. Federico, su personaje. Esperanza. Victoria… ¿Cómo se insertan estos conceptos actualmente en su carrera?
—Absolutamente. Son términos extraordinarios, que cualquier ser humano debería tener en su vida. Raúl Ramón es un gran cineasta, descubrimos en esta ópera prima a alguien que tiene un grandísimo poder en cuanto a lo creativo. Te decía que es un gran guionista porque cada cosa tiene la singularidad de contenidos, también en eso consiste el encadenamiento de sucesos tras sucesos que llevan a una progresión hacia la esperanza. Para mí, por ejemplo, leer el guion y ver cómo todo un pueblo se reúne y trabaja en equipo para conseguir sus objetivos, sus anhelos, eso para mí ya me parecía simplemente buenísimo de conseguir. ¿Por qué? Porque yo soy un hombre que cree que trabajando en equipo los mexicanos podríamos sacar adelante a este país, rapidísimo, pero en equipo, no jalando unos para acá y otros para allá (porque) mi partido dice que no y se niega… No, todos trabajando en equipo ya hubiéramos conquistado la paz, la tranquilidad y estaríamos trabajando para mejorar la calidad de vida de todos los mexicanos. Yo eso veo en un guion y en la película. Aunque sea una reflexión mía, habrá gente que saque otras conclusiones, pero eso valía la pena. Y es justamente como fue, cómo Raúl Ramón fue habitando todos estos términos que están incluidos en el espíritu de la película.
—El director contó que tardó 10 años en terminar la película. Cuando empezó el guion había un contexto diferente al actual, estaba en boga la guerra contra el narco, el gobierno de Felipe Calderón, una época sin mucha esperanza. ¿Cuál es su lectura en el contexto actual respecto de la esperanza?
—Esa no la debemos de olvidar: la esperanza nos puede sacar adelante, la utopía es lo que nos hace caminar, hay que conseguir mejores cosas. Yo, si puedo ayudar a alguien, lo hago, con la esperanza de que mejore la calidad de vida de todo nuestro país, de todos nuestros ciudadanos. Todo eso se consigue y se puede, todo eso está en el contexto de México, porque existen muchos Méxicos, hay poblaciones que están trabajando para salir adelante y quitarse las dificultades de encima, para conseguir mejores cosas. (La película) es una manera muy bella de plantéarselo a la gente. Hablamos de los trenes, de construir un tren. Yo fui uno de los primeros que lamentó muchísimo que un gobierno haya vendido los trenes mexicanos, nos quitó la posibilidad de viajar en tren, pero no solo eso: secó a los pueblos que vivían del tren, cuya pingüe economía consistía en ir a vender comida, atole, tamales a los pasajeros del tren, esa era su pequeña economía de muchísimos pueblos, que ni caminos tenían, así lo dice perfectamente la película: No hay ni caminos, se va a secar el pueblo, se van a ir. Y así pasó.
“Se fue muchísima gente de sus pueblos de origen a las ciudades más grandes y luego de braceros. Eso pasó en México, terriblemente, pero uno aquí en la ciudad ni cuenta se da. Muchos mexicanos no viajaron en tren nunca, los jóvenes que tienen chance de ir a Europa se dan cuenta hasta allá de lo maravilloso que es viajar en tren. Aquí vamos a tener con el tren Maya la posibilidad de recorrer toda esa zona extraordinaria del sureste. Yo vengo de la Baja California, fui a un festival y luego a una de las playas maravillosas a bucear. Y dije: “¡Guau! Si tuviéramos un tren que recorriera toda la Baja California, tendríamos más posibilidades de disfrutar ese enorme territorio mexicano, abarca la mitad del país, con unos panoramas maravillosos, unos atardeceres, las noches estrelladas, la comida maravillosa, las playas formidables, el desierto que es bellísimo... Todo eso tendríamos la posibilidad de recorrerlo. La gente conoce Baja California porque fue a Los Cabos, algunos a La Paz y ya los que pueden al Valle de Guadalupe. Pero hay muchísimo más. Y un tren así como se está planteando y se está haciendo en el sureste, en Baja California sería extraordinario, atraería muchísimo turismo y metería muchísimo dinero. Te estoy hablando de los trenes a partir de la película El poderoso Victoria, estas personas construyen un tren para poder subsistir, así era el asunto de los trenes”.
—Justo al ver la película es irremediable pensar en el tren Maya. ¿Qué opina de las críticas de sus colegas, como Ofelia Medina o Gael García Bernal, entre muchos otros, hacia el tren Maya?
—Que es falta de información. El gobierno, después de estas protestas, se apresuró a informar, cosa que debió haber hecho antes. Y también tiene razón, tienen razón las autoridades, el presidente (López Obrador) cuando dicen que nunca nadie dijo nada acerca de cómo se estaban antes comiendo la selva todas estas empresas, jamás. Y ahora resulta que sí, porque todo mundo ataca a esta nueva manera de hacer política en este país, nada más por eso. Pero, en cuanto se den cuenta de que está todo cuidado, de que está todo planeado, de que va a ser extraordinario para esa región tan empobrecida... Porque Acapulco generó muchas divisas, pero a la gente de Acapulco, de Guerrero, no le tocó absolutamente nada. Lo mismo pasa en el sureste, grandes hoteles, la mayoría españoles y canadienses, o en Oaxaca, donde sacaron a los habitantes, los llevaron a vivir más adentro, y pusieron grandes hoteles, donde los trabajadores perciben muy poco dinero, todo el grueso del dinero se lo llevan los extranjeros, principalmente, que son los dueños. Ahí es donde uno debería tener conciencia de qué está pasando. La selva se va a cuidar. Y, por si fuera poco, la reforestación de este país la inició este gobierno, cosa que deberíamos estar atentos y deberíamos saberlo, comentarlo. No van a acabar con la selva, no es ningún tonto nuestro presidente, no es ningún tonto aunque no lo quieran muchos.
—En sus películas la política, lo social, están presentes, ya sea con humor o a manera de sátira. En El poderoso Victoria, cuando La Esperanza cae en desgracia, los primeros que huyen del pueblo son el cura, los empresarios y los políticos. ¿Cómo vincula eso con la actualidad?
—Son lecturas que la gente puede hacer. Raúl Ramón seguramente no se lo planteó. Él escribió un guion que evidentemente no puede sustraerse de la vida que ha tenido, ni del país en el cual vive. Escribe un cuento, pero, por supuesto, tiene a la realidad de su historia, aunque sea la familiar. Evidentemente, es un hombre culto, y aunque no tenga una postura frente a lo social y lo político, habla de eso, porque ¿de qué otra cosa puede hablar? La pobreza, un pueblo que se ve desmembrado porque le quitan su manera de vivir, y los pobladores se ponen a trabajar juntos para construir un tren y conseguir su subsistencia. Pero, son lecturas personales, dependen de cada espectador. Para mí, eso es muy importante. Aquí la crítica se da pues porque se da por antonomasia, tiene que existir esa crítica porque él está reflejando una realidad, aunque sea en un cuento, aunque sea en una fábula.
—El poderoso Victoria iba a coincidir por azar con el estreno de otra película que usted protagoniza: ¡Que viva México!, la cuarta de la serie que emprendió con Luis Estrada. ¿Cómo las concilió ambas?
—Son historias totalmente diferentes. La de Luis sí es una postura muy crítica respecto a su sociedad, a nuestro país, a la economía, a la política, a la sociedad, en fin, a todo. Es un reflejo que él plantea de la sociedad en un gran mural. Ahí estamos absolutamente todos. Es crítica, muy divertida, muy rasposa, porque es una farsa tremenda, como el cine que hacemos con Luis. Y la otra es lo que te decía yo, una fábula, es un cuento, el cual no se escapa la realidad de este país y su historia, aunque no se lo haya propuesto de entrada Raúl Ramón, existe en su película.
—Luis Estrada habló de cierta censura desde el gobierno a ¡Qué viva México!
—No creo que haya dicho eso Luis. Yo creo que más bien no le dieron el apoyo de Imcine por las personas que están en Imcine, porque sabe todo mundo que Luis puede hacer una historia muy potente muy buena, y hay gente que quiere defender quién sabe qué cosa. Yo te aseguro que la va a ver el presidente (López Obrador), para hablar de la punta principal del gobierno de este país; y es un hombre inteligente, y las personas inteligentes son muy abiertas, se abren realmente a las posibilidades de la crítica, son autocríticos incluso, aunque nosotros lo neguemos o no lo sepamos, o la gente más bien lo niegue, los medios sobre todo. No, (el presidente) es un hombre que sabe en dónde está, que sabe dónde está parado y qué está haciendo, por supuesto. Ya si se molesta, no tiene ni por qué molestarse, va a ver eso (¡Que viva México!) y se va a reír, se va a reír y va a decir: “Ah, Chihuahua, le da duro este hombre a la sociedad y a la política”. Pero, es así.
“Hay una libertad absoluta, sobre todo ahora, en estos tiempos. Nosotros sí tuvimos muchísimas broncas para estrenar La ley de Herodes, muchísimas, eran tres meses de las primeras planas de los periódicos, porque en el PRI nada más no quería soltar, y además ya venían las elecciones y le pedían a Luis que estrenara después de las elecciones. Además, todas esas películas consiguieron el apoyo de Imcine porque había personas cineastas que hicieron posible que se cruzara todo ese calvario que es encontrar apoyo de parte del Estado; lo mismo pasó con La dictadura perfecta, Televisa puso el dinero, y a la mera hora dijo: “No, no, no, no, no quiero, por favor, cambia esto”. La obra es así. Entonces, se salieron absolutamente y le exigieron el retorno de su dinero. Así es el cine y así es la crítica, algo que debe permanecer siempre es la crítica.
—¿Va a ir a la marcha del domingo 27 a la que convocó el presidente?
—Yo supongo que sí, espero que sí. A ver si no hace mucho calor
caov