El mundo pretendía que no había guerra en Ucrania: cineasta Taras Tomenko

"Terykoni" estrenó en el Festival Internacional de Cine de Berlín el año pasado.

La producción del director ucraniano ilustra la realidad de la guerra, especialmente en los niños. Especial
Ciudad de México /

A un año de la invasión de Rusia a su país, el realizador Taras Tomenko sostiene que el mundo pretendió ignorar que había una guerra en Ucrania desde 2014, que en especial se ensañó con los niños.

El realizador del documental Terykoni (Pila de huesos, 2022) sobre la infancia en medio de la guerra, estrenado en el Festival Internacional de Cine de Berlín el año pasado, conversa con Milenio Diario vía Zoom desde Kiev, en medio del temor de un ataque de tropas de Vladimir Putin a la capital ucraniana.

Su largometraje abre este 27 de febrero el ciclo de películas ucranianas que cada lunes presentará hasta el 24 de abril el Instituto Francés para América Latina (IFAL), a un año de la invasión rusa a Ucrania.

Las siete películas que se proyectarán en el Cinéma IFAL, en la sede de instituto en Río Nazas 43, colonia Cuauhtémoc, los lunes a las 20 horas, serán: Terykony, el 27 de febrero; Home Games, de Alisa Kovalenko, el 6 de marzo; Toloca, de Mykhailo Illienko, el 13 de marzo; Inner Wars, de Masha Kondakova, el 27 de marzo; Homeward, de Nariman Aliev, el 10 de abril; My Thoughts Are Silent, de Antonio Lukich, el 17 de abril, y Roses, Film Cabaret, de Irena Stetsenko, el 24 de abril.

Filmado durante el invierno de 2019, Tomenko sigue en Terykoni a la adolescente de 14 años Nastya, quien perdió a sus padres en 2015 durante un bombardeo ruso en su casa de la localidad fronteriza de Torske, en la región ocupada por los rusos y más tarde recuperada por las fuerzas armadas de Ucrania.

“El tema de la infancia en la guerra es muy cercano a mí porque los niños y niñas son los más vulnerables y desprotegidos en tiempos de guerra; los adultos pueden llegar a adaptarse, pero a los niños y niñas la guerra los devora, les devora su infancia, que es el mejor momento de vida de un humano”, explica el documentalista ucraniano, nacido en Kiev en 1976, en tiempos aún de la URSS.

Terykoni se estrenó justo hace un año en la Berlinale, pocos días antes del inicio de la invasión rusa a Ucrania, y Tomenko recuerda que cuando los ucranianos, en especial artistas como él, advertían al resto del mundo que sentían la inminencia de una guerra a gran escala en su país, la gente no les creía.

Cuando presenté mi película en el Festival de Berlín y hablábamos con la gente sobre la situación en Ucrania no nos creían, pensaban que estábamos exagerando. Pero, hace un año Europa y el resto del mundo tuvo que reconocer que estalló la guerra y que Ucrania resistió y sigue resistiendo”, relata.

El mundo pretendía que no había guerra en Ucrania. Y nosotros queríamos gritarle al mundo que había una guerra, que no era un simple conflicto local. Después del 24 de febrero de 2022, el mundo despertó al fin. Y, por eso, nosotros, a través del arte, queríamos atraer la atención no sólo sobre la problemática de los niños en la guerra, sino también mostrar lo que el mundo ruso trae a nuestras tierras, cómo puede truncar la vida no solo de un niño, sino de todos, porque la escala real del daño es enorme.


Tomenko afirma que al menos 15 mil niños ucranianos fueron deportados por las fuerzas de Putin al territorio ruso; que muchos niños y niñas ucranianos fueron violados por soldados rusos, y da cuenta de un monasterio cercano a la región donde filmó su documental donde –asegura– todas las niñas pequeñas que estaban refugiadas ahí fueron violadas por soldados rusos y los niños fueron mutilados.

“Y ni hablar de los que perdieron sus vidas. Por eso es importante hablar de eso”, agrega el cineasta.

No obstante, en Terykoni no se muestran escenas de guerra, salvo la casa de Nastya destruida en 2015. Y los niños mostrados en el documental, como el amigo de la joven, Yarrick, tratan de vivir su infancia.

“Escogimos la estrategia de no intervenir prácticamente con los niños, teníamos que filmar sin interacción, nunca les decíamos qué hacrer o adónde ir. El plan era filmarlos lo más orgánicamente posible, para que casi fuéramos invisibles. Para alcanzar esto debíamos tener mucha confianza con ellos y ser muy honestos y respetar su espacio personal y nunca traspasarlo. En ese sentido, tuvimos éxito porque en unos días los niños ya ni nos notaban a nosotros ni a las cámaras”, refiere Tomasenko.

“No queríamos mostrar la guerra como tal, la guerra está presente en segundo plano. Mostramos cómo es la infancia de Nastya y otros niños, la niñez, que es algo muy inocente y lleno de luz. Obviamente, en la historia de Nastya la guerra está muy presente porque la afectó personalmente cuando una bomba destruyó su casa y mató a su padre. En la película y en ese contexto vemos cómo pasa la niñez de Nastya y cómo comienza su transición de niña a adulta cuando obtiene su pasaporte y la ciudadanía ucraniana. Y es fascinante ver esa transición, pero entendemos que aunque se hace mayor, sigue siendo una niña porque la guerra le quitó su niñez”, subraya el realizador también de Slovo House.

Afortunadamente, esta historia tiene un final feliz; el equipo de Tomensko hace una semana logró sacar a Nastya de Torske y de Ucrania, y ahora está en Alemania, donde voluntarios la están apoyando. “Ayer (jueves) hablamos con ella por teléfono y nos contó que pronto irá a la escuela”, refiere el cineasta.


  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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