Chef Herrera, su vida más allá de la cocina

Es chef, pero también es escritor, pintor, lector, celebridad de la televisión, observador... un "ser exponencialmente creativo".

Un explorador de universos creativos | Especial
Ciudad de México /

No solo de cocinar vive el hombre. También llena lienzos, pues es artista plástico; devora historias, ya que se considera un lector empedernido desde niño; retrata momentos, con esa cámara que siempre va en dirección a las sorpresas urbanas; y, sobre todo, observa - como la ocasión que vio a su gato acechando a un zanate mexicano - y luego escribe - el microcuento Gato y pájaro.

No solo a lo anterior se reduce la vida de Adrián Herrera. De ser así, sería dejar de lado su estatus de celebridad televisiva gracias a su participación como juez en MasterChef, programa tipo reality en el que varios cocineros amateurs compiten por demostrar que un hobbie puede dotarse de profesionalismo y calidad.

¿Pero qué piensa el chef de este reconocimiento? “Lo detesto”, responde, “pero finalmente yo fui el que decidió meterse a la televisión. Te vuelves una figura pública y ahora tienes que ser más accesible; no tengo ningún problema con eso, simplemente trato de no hacerlo tan seguido, tampoco voy a estar exhibiéndome a todas horas para que se me acerquen a tomarse una foto”.

Foto: Instagram @chefherrera

Herrera dice lo anterior porque se considera “un recluso, no me gusta salir en cuestiones sociales”. Y resalta que la pandemia le brindó libertad - “más tiempo para hacer cosas que ya hacía: seguí cocinando, leyendo, sacando fotografías y escribiendo”-, sin dejar de lado todo lo negativo de la crisis sanitaria.

Sin esperar a la musa

Para la actividad que encumbró a James Joyce, Adrián Herrera siempre carga con un cuaderno y pluma fuente; prefiere escribir a mano que en teclados. También necesita una alta dosis de lectura previa para estimularse. “Estaba leyendo los cuentos clásicos de O. Henry y uno me desató un proceso creativo muy espontáneo, dejé la lectura y me puse a escribir. No debes esperar a que llegue la musa”, comenta.

El escritor ha pulido su redacción en MILENIO, donde es columnista desde hace 17 años. Sobre su llegada al medio, dice que fue gracias a los textos que mandaba por correo electrónico a la lista de suscriptores de su restaurante: “La directora del periódico en ese tiempo lo leyó y dijo: ‘Me gusta el acercamiento que tienes, me gustaría que empezaras a escribir en el periódico’, y así empecé”.

Pero el inicio del ‘romance’ entre Herrera y la literatura ocurrió muchos años antes de esta lista y de las plumas fuente: cuando era niño, en la biblioteca que su mamá heredó de su abuelo, encontró los cuentos completos del gran nigromante estadounidense: Edgar Allan Poe.

“Me metí de lleno en quinto de primaria y tuve unas pesadillas horribles… A mí el terror, lo mórbido, lo oscuro, siempre me ha llamado la atención. Para sexto de primaria ya había leído todos los cuentos de Poe, eso fue lo que más me marcó. No hay cuento que no conozca, los sigo releyendo”, recuerda el creativo, que ante la pregunta del personaje literario con el que más se identifica señala al héroe mesopotámico Gilgamesh.

La tensión constante

La violencia es inherente a nuestra especie, afirma el Chef, que gusta de consumir, analizar y reinterpretar – a veces en sus cuadros, a veces en sus textos – esta propensión a los conflictos. “Acabo de ver un video del narco, todavía no me recupero: le abren a un tipo el tórax con un cuchillo y el pulmón se le está saliendo de la cavidad torácica”, narra.

Pero este tipo de horror no es nuevo, siempre ha existido; basta recordar las “descripciones terroríficas” que Bernal Díaz del Castillo registró en La verdadera historia de la Nueva España. “México es un país que nació del horror, de la sangre, de la violencia, y eso nunca se nos va a quitar, es una de las venas subrepticias que nos alimentan”.

Portada de su libro 'Púdrete en el infierno' | Especial

Respecto a la manera en que sublimamos esta cercanía al horror y la muerte, menciona que “el tema es tratar de acceder a la estética subyacente de lo macabro, de la violencia, qué es, cómo configurarla, cómo expresarla en términos orgánicos”.

“Tenemos potencialmente el avance de una guerra nuclear en Ucrania, en Rusia y dices: ‘Wow, esta conexión con el pasado’, con Bradbury que veía una autodestrucción inminente, una pesadilla apocalíptica nuclear. Y dices: ‘Se está repitiendo esto’. Quizás él ya vio lo que iba a pasar, quizá siempre estuvimos encaminados”.

Partiendo de que el conflicto es una constante histórica, Adrián asegura que “nunca vamos a vivir en un jardín del Edén, siempre va a haber un loco que desate el caos; creo que en una de esas que se nos escape el dedo y le piquen al botón, ya valió madre. En tanto que tengamos la capacidad de mantenerlo todo en tensión constante, nos vamos otros cincuenta años”.

“El ego se nutre de los likes

No se puede hablar del impacto mediático del nacido en Texas en 1969 – pero más regio que las Carnes Ramos – sin mencionar a MasterChef y las redes sociales. Estas últimas le permiten mostrar otras facetas más allá de la cocina, y le gusta lo que recibe a cambio: “El ego se nutre de los likes. Creo que somos una sociedad gregaria que tiene la tendencia a aprender copiando, y las redes sociales lo único que hacen es alimentar un poco la forma en la que somos naturalmente, no hay nada de malo”.

Aunque aclara que su calidad de internauta es en pos de generar algo “útil, debatible, provechoso”, no para alimentar “cosas que no tienen ningún sentido”, que lamentablemente es el grueso de lo que se ve en dichas plataformas.

“Ahí uno de sus grandes problemas: cómo entender y discernir este comportamiento que muchas veces es absurdo, personas que se esmeran demasiado en decir estupideces o ser inconsecuentes en cuanto a un contenido, o que ni siquiera tienen contenido; esos influencers que ponen tonterías minimalistas tipo ‘El día de hoy me siento confundido’, y un millón de likes pero no hay nada detrás”.

Tras esta reflexión, Herrera suma que cualquiera dentro de una red social está “buscando ser visto, ser escuchado. Entonces, creo que el hecho de querer ser visto y escuchado implica necesariamente que hay un mensaje subrepticio, hay un mensaje evidente. En mi caso, yo transmito mi personalidad, mi forma de ver las cosas y mi filosofía”.

¿Y qué elementos configuran la personalidad y la forma de ver las cosas que él comparte con sus seguidores? “Tengo una vida cotidiana muy completa, muy redonda, muy interesante, por eso no me gustan las fiestas ni los lugares concurridos. Yo, que soy buen cocinero, me hago de comer, de cenar, mis meriendas, también tengo conocimiento de vinos y licores, hago comidas con amigos y familias, salgo a fotografiar, hago acuarelas de mis propios cuentos, escucho música, la ejecuto, tengo una biblioteca enorme… No necesito más, mis ambiciones cotidianas están completas y no necesito estar buscando más cosas extrañas, adrenalinas absurdas, aventuras eróticas extramaritales, cosas que no necesito, ese no es mi perfil”.

Contra la comida orgánica

El periodista Michael Polland afirma que los productos procesados no son comida, son sustancias comestibles diseñadas y fabricadas por la industria. Que la comida se ha perdido en el proceso humano. Y el chef no puede estar más en contra: “No podemos volver al neolítico y tratar de comer como comían nuestros bisabuelos, tenemos que adaptarnos a la tecnología”.

“Creo que el movimiento de la cocina vanguardista, malamente llamada cocina molecular, dejó bien claro que teníamos que aprender a vivir con esta tecnología, con esta ciencia que está detrás de los alimentos para mejorar la calidad de los mismos y darle de comer a la mayor cantidad de personas. Y claro que hay errores, elementos cancerígenos, excesos o lo que tú quieras, pero a la par hay grandes aciertos. No es irnos melancólicamente a tiempos pasados, lo de ‘Todo tiempo pasado fue mejor’ no es cierto; vivimos mejor que antes y tenemos que aprender a resolver los conflictos que nos ha traído esta tecnología”, agrega Herrera.

Foto: Instagram @chefherrera

Luego, arremete contra la comida orgánica y la creencia de que su consumo disminuye el daño al planeta: “Están comprando una etiqueta, una forma de vida que no entienden, compran un concepto que no tiene idea de dónde viene ni qué están tratando de salvar. Hay tantos acercamientos distintos que no saben ponerse de acuerdo”.

“Nunca han ido al campo, no saben cómo crecen las plantas, cómo se cosechan, cuál es la mano de obra, cuáles son los problemas laborales, cómo se procesa ese alimento, cómo llega al supermercado, las broncas que tienen los productores con el supermercado que no les paga… Es una línea tan compleja, de tantas variables, que cuando llegan estos hipsters pendejos a decir: ‘Oh sí, yo sólo compro orgánico’, no tienen idea de la realidad, son unos ignorantes”, espeta.

No es chile de un solo mole

Adrián revela su principal problema en el contexto creativo es que "se me ve más como un cocinero y parte de la farándula por salir en la televisión, la parte literaria que me corresponde no se asocia, hay un corto circuito a nivel de percepción”. 

Para revertir esta situación, está traduciendo sus cuentos al inglés: “Me los voy a llevar a Estados Unidos, Canadá, a donde sea para probar suerte”.

 “Si tú me dices que soy chef, fotógrafo o escritor, lo entiendo, pero no trates de encasillarme dentro de esa nomenclatura porque entonces caemos en un sistema de confusión. ¡Somos seres exponencialmente creativos y sin etiquetas!”, dice. Es evidente que no es chile de un solo mole.


En colaboración con Alenka Ríos

hc

  • Yair Hernández
  • juan.hernandez@milenio.com
  • Es periodista especializado en temas de cultura y entretenimiento. Actualmente trabaja como reportero para Milenio.

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