Inicia el cambio con tolerancia cero al abuso y acoso laboral

Monika Revilla, Elena Fortes y Natalia Seligson, quienes forman parte de los proyectos que ofrece Netflix en sus contenidos audiovisuales, hablan de su labor en la producción de las historias.

Las creativas pugnan por “aniquilar” los estereotipos. Verónica Maza
Verónica Maza Bustamante
Ciudad de México /

Monika Revilla es una guionista mexicana, comunicóloga de profesión, que escribió —basada en la idea original de Manolo Caro y con un equipo— una de las series mexicanas con más éxito en Netflix: La casa de las flores. Explica que le gusta “darle voz a las historias que no se han contado, y lo que hace más falta hoy es contar historias con perspectiva de género y de la diversidad, es decir, sobre mujeres y personajes LGBTTTIAQ e incluso gente de otros estratos sociales que no han sido tan retratados hasta ahora”.

Para Elena Fortes, cofundadora de No Ficción, además de productora y directora de las series Un abrazo de tres minutos y Lorena, la de pies ligeros, el actual es un momento clave para la industria del entretenimiento tras el caso de Harvey Weinstein y el movimiento #MeToo: “Apenas están empezando a cambiar todo, a entenderse que ya hay una lucha femenina en estos medios, con lineamientos muy concretos, con cero tolerancia al acoso y abuso en espacios laborales, que busca la paridad y la representatividad, además de una necesidad de que mujeres cuenten historias de mujeres. Lo cierto es que 90 por ciento de lo que vemos se sostiene en los estereotipos tradicionales, hay pocos personajes femeninos representativos, no hay subjetividades... pero está cambiando, aunque lentamente, la narrativa a escala mundial mediante el surgimiento de nuevas plataformas que está ayudando a generar oportunidades para que las mujeres participen frente y detrás de las cámaras”.

Esta presencia femenina puede ir del documental a la comedia, de la investigación al drama, entendiendo los sexos de otra manera. Natalia Seligson, diseñadora de vestuario de La casa de las flores, señala que la forma en que visten sus personajes tiene que ver con la idea de expresar una identidad. “Toda generación ha expresado lo que quiere, el cambio que desea ver, con la ropa. Las prendas de las mujeres han sido, a través de la historia, lo mismo una herramienta para reprimir, como el corset, que un símbolo de libertad, como los brasieres que se quemaban en los setenta. En una serie es importante darle a cada personaje un clóset, es decir, esa identidad”.

Sin duda las plataformas de streaming han significado una pequeña revolución al cambiar tanto la visión de los espectadores como en los contenidos. “Todavía tenemos muy definidas e interiorizadas las diferencias entre los roles femeninos y masculinos. Nos hacemos trampas y seguimos estereotipando, pero debemos aniquilar eso. Una manera para no caer en ello, además de desaprender todo lo que nos han enseñado a lo largo de nuestras vidas, es pensar en personajes sin género, con atributos que no sean categorizables. Después se decidirá si serán hombres o mujeres”, explica Mónika, autora también de las series históricas Juana Inés y Malinche.

Elena, quien por 11 años fue la cabeza de Ambulante, reconoce que “hay que ser conscientes del apoyo que ya existe entre mujeres. Ya no estamos solas; podemos salir de la trinchera y generar colaboración con otros ámbitos para impulsar movimientos aliados”. Mónika cuenta que trabajar en esta industria siempre ha sido complicado, pero no hay que pensar “en la condición de mujer cuando estás buscando una meta. Si tú misma te limitas, sentirás una desventaja. Hay que mentalizarnos para romper las barreras. No es fácil entrar el mundo del entretenimiento porque está creciendo mucho y hay competencia, pero nada es imposible. Con perseverancia y profesionalismo, cada vez seremos más las mujeres que estemos aquí”.

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