Gerson Gómez tiene dos libros en circulación, pues no lo deja en paz la crónica. Enseguida comenta de la escritura, de la música y de algunos hitos de la contemporaneidad.
¿Qué es la crónica para ti?
La crónica es la oveja negra del buen periodismo, el hijo pródigo de la literatura de regreso a casa después de vivir por la zona real de la vida. La crónica es el texto refractario. Es la brújula de una visita en camino. Es la necesidad del antiansiolítico de la existencia. La crónica no es el cielo ni el infierno, mucho menos el purgatorio, es el Nirvana. Aquí los iluminados de la calle encuentran hogar para darle rienda suelta de honestidad. El canto del jaguar en la selva del concreto.
¿El periodismo gonzo es el futuro?
Espero que lo sea. Pediré al círculo rojo de escritores de Nuevo León AC que se deshagan de las novelas basadas solo en el narcotráfico, de poemas del crimen organizado y de dramas, canciones, pinturas, fotografías, etcétera.
¿Cuál fue el primer libro que te puso en contacto con la crónica?
Mis padres me entregaron una Biblia desde los seis años. Así que descubrí el Pentateuco, el libro de crónicas de los reyes, solo que no se dice quiénes lo escribieron. Le seguí leyendo y se mostró en mis ojos la potencia de San Juan en el Evangelio y lo confirmó con el Apocalipsis. Luego llegó Carlos Monsiváis y se acabó el corrido.
¿Cómo surgen las crónicas?
Me dejo llevar. He encontrado crónicas en la antesala de mi psiquiatra en Chepevera. Cuando una mamá trataba de llamar la atención de su hija preparatoriana. Escuché tanto que un poco más y escribo una novela sobre la vida de ellas.
¿Tus bandas favoritas?
Soy de décadas. A principios de los años ochenta, Queen con su disco negro de éxitos y Rush. A mediados, Master of puppets de Metallica, a finales, Faith No More con The real thing; de los noventa al 2000, Nirvana se comió el mundo incluyendo a las Spice Girls. Luego el mundo se comió a Kurt Cobain y a las Spice Girls. En el nuevo milenio, System of a Down me recordó el buen metal. Y del 2010 en adelante lo gutural y virtuoso de Opeth, Tool. Discos que me llenan de orgullo Barrio bravo de Celso Piña, junto con Chúntaros radio poder de EGS; mis amigos interminables Celso y El Gran Silencio.
¿De qué actores no te pierdes sus películas?
Woody Allen y Clint Eastwood. Inteligencia ácida y arrojo temerario.
¿Tus escritores favoritos?
Que inteligencia de Richard Ford, el empeño de Emmanuel Carrère, la precisión de Enrique Serna y la capacidad de profundidad de Svetlana Aleksiévich.
¿Qué hay en Monterrey pop?
Es sin duda el libro mejor cuidado y diseñado. Leo un autor maduro y me desconozco. Como cerrando una parte en bifurcación al siguiente escalón de la locura. Vamos al Nodriza o al Fashion Drive. Monterrey, la ciudad pop de mis ojos.
¿Qué encontramos en tu libro Prêt-à-porter?
Crónicas facturadas a la medida de los editores en varias partes del país. Ninguna de esas páginas contiene ficción. Desde el primer aniversario de la tragedia de la Guardería ABC de Hermosillo; la primera vez que abuchearon en público en Monterrey a AMLO, en un evento de Morena; el acompañar a los Indignados de Madrid, Barcelona y París, en su manifestación en la capital de Francia con destino a Bélgica.
¿Por qué está presente Américo, punketa regio, en tu obra?
Lo conocí en un taller con Margarito Cuéllar en 1990. Por edad y actitud me cayó con madre Américo. Los dos somos del 71. Lo vi en una sesión dominical de rock junto con los Desahuciados. Aquí sigo. Esa crónica me recuerda mi año. Porque en menos de dos meses de regresar a Monterrey, Américo murió.
¿Dime de tu colaboración en Génesis del San Lunes, de José Alvarado?
Este libro inaugura la colección Los Incombustibles del Salario del Miedo. J.M. Servín y un servidor le dimos un sorbo a las ideas, vino a mente seleccionar de los libros conocidos de Alvarado una muestra sui géneris. De bohemia, conciencia y profecía: el Génesis del San Lunes. Hice el prólogo de un lector muy emocionado. Creo que es un libro muy valioso de Alvarado, pero también de la UANL, y de todo NL. Ya es hora de la Cátedra José Alvarado.