Todo empezó con "Black Angels", la obra para cuarteto de cuerdas amplificado que George Crumb escribió como un lamento por la devastadora guerra de Vietnam, que en ese período era su obsesión, como para muchos otros en el mundo. "La imagen del ángel negro era un truco convencional usado por los pintores antiguos para simbolizar el ángel caído", explicaría el compositor sobre el título.
"Black Angels", explicó el violinista David Harrington hace unos días, era como "una respuesta a la cultura en la que yo estaba involucrado después de la guerra de Vietnam. Para mí esta música tenía todo lo que yo necesitaba decir, así que necesitaba formar un grupo, por eso empecé Kronos Quartet en 1973. Hemos tratado de usar el poder de esa experiencia inicial y simplemente crear variaciones en el mayor número de formas que podamos encontrar".
El nuevo grupo de música de cámara no estaría destinado a ser, como la pieza de Olivier Messiaen, un Cuarteto para el fin de los tiempos –creada en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial–, sino un cuarteto para todos los tiempos.
Lo anterior se pudo constatar en la presentación de Kronos Quartet con el documental-concierto A Thousand Thoughts en el Palacio de Bellas Artes la noche del martes, que se podrá ver el jueves 13 de junio en el Conjunto Santander de Artes Escénicas de Guadalajara. A lo largo de cerca de una hora y media, géneros, épocas y estilos de música diversos, opuestos y complementarios, en ocasiones limítrofes, relataron, junto con la voz del cineasta Sam Green, director del documental, la historia de Kronos Quartet y algunos de los artistas que se han involucrado en su propuesta.
Los violinistas Harrington y John Sherba, el violista Hank Dutt y un chelista invitado en sustitución de Sunny Yang, que por un motivo no especificado no pudo asistir al concierto, levaron anclas para citar momentos memorables de su carrera.
El Cuarteto de cuerdas número 2, de Philip Glass, fue la puerta de entrada al mundo a temporal de Kronos Quartet, en el que también rondaron obras de John Adams y Terry Riley, también sus compatriotas, lo mismo que fragmentos de Black Angels, de Crumb.
Otras geografías sonoras incluyeron piezas de Tanta Tagaq, Aleksandra Vrebalov, Fodé Lassana Diabaté y hasta Café Tacvba más una obra del propio Harrington.
Atisbos al rock y al free jazz se dieron en las obras de Laurie Anderson y John Zorn, seguidos de un vistazo al Oriente a través de la sensibilidad de Wu Man.
La historias contenidas en A Thousand Thoughts me trasladaron a 1995, cuando Kronos Quartet se presentó en el Festival Internacional Cervantino, su primera vez en México, gracias a la terquedad, en el mejor sentido del término, de Orly Beigel. Hasta entonces los funcionarios no querían saber nada de este grupo para ellos desconocido (¡horror, tocaban a Hendrix en cuarteto de cuerdas!).
No puedo dejar de recordar la mirada límpida de quien entonces era la chelista, Joan Jeanrenaud, en una cena íntima y muy divertida con los integrantes del cuarteto y un puñado de afortunados periodistas especializados en rock, ávidos de escuchar otras músicas. Años después Joan dejó Kronos porque se le diagnosticó esclerosis múltiple, pero una voluntad férrea y un programa estricto de salud le ha permitido seguir una carrera solista con brillo propio.
En el camino, David Harrington perdió un hijo, además de que algunos colaboradores cercanos también se han ido. Todos hemos tenido pérdidas, pero la senda trazada por Kronos Quartet permitirá a futuras generaciones entender que la música sin distingos, sin tiempo, sin geografía puede ser un cálido abrazo, una sacudida violenta, un anuncio de tiempos mejores. A pesar de todo...
DIGL