Noche de fuego cuestiona la inmovilidad y el silencio del mundo adulto: Tatiana Huezo

La película de Tatiana Huezo ya está disponible en todas las salas de cine nacionales.

La cinta producida por Pimienta Films fue reconocida a nivel internacional (ESPECIAL).
Ciudad de México /

Después de su documental Tempestad (2016), que aborda la violencia y desaparición de mujeres en el sexenio de Felipe Calderón, la cineasta Tatiana Huezo quedó “muy adolorida, con muchas sombras en su alma, sufría pesadillas; buscaba un descanso”, dirigir una obra ligera, ficción; pero esos temas que le siguen moviendo las entrañas se le volvieron a atravesar con las páginas de una novela que le mandó su productor Nicolás Celis, sobre un grupo de niñas en un pueblo guerrerense afectado por el narcotráfico.

Ladydi (Prayers for the Stolen), una historia de Jennifer Clement que hace siete años “atrapó” a la premio Cervantes 2014 Elena Poniatowska, quien auguró entonces que su impacto podría resultar fundamental en la vida de las mujeres de América Latina, también atrapó de inmediato a la realizadora, que visualizó una película que a su juicio “cuestiona la inmovilidad y el silencio del mundo adulto”.

“La novela me atrapó de inmediato, es muy visual. A mí me encanta leer ese tipo de libros: entras de lleno en las historias, las ves y las escuchas, con unos personajes fascinantes. Me enamoré rápidamente del personaje principal, que se llama Ladydi pero yo le puse Ana en la película”, refiere Huezo (San Salvador, 1972) en entrevista horas después del estreno en la ex residencia presidencial de Los Pinos.

“Me atrapó mucho esa situación de una niña que se da cuenta de lo que significa ser mujer en un contexto violento, como el que viven ella y sus tres mejores amigas. Noche de fuego es una historia de amistades y lealtades contextualizada en la montaña de Guerrero, en medio de la siembra de amapola y todo lo que esto implica: presencia del narcotráfico, de fuerzas de seguridad, fumigaciones”, expone.

Destaca también que la historia la atrapó por la vasta investigación que hizo Clement, por ejemplo, sobre la siembra de amapola en la montaña de Guerrero (aunque la película se filmó al final en la Sierra Gorda de Querétaro), porque sintió elementos del documental muy cercanos a la realidad de México.



El filme, producido por Celis –también detrás de Roma, de Alfonso Cuarón–, se estrena en salas de todo el país, este jueves 16 de septiembre, tras haber recibido una mención del jurado y largos minutos de aplausos en el pasado Festival Internacional de Cine de Cannes, en la sección Una cierta mirada.

Huezo describe su primer largometraje de ficción, que empezó con el pie derecho en Cannes y con el izquierdo en Los Pinos, como “una peli muy entrañable, que va a ser un viaje emocional para el espectador, que va a caminar muy cerca de los personajes, de estas pequeñas, adolescentes fascinantes”.

“Es un viaje sensorial, visual y sonoro, la película tiene una estética importante que seguramente va a calar en el ojo del espectador y que entregamos con enorme cariño al público mexicano”, sostiene.

De hecho, es un gran trabajo de mujeres, incluída la fotógrafa, y encabezado por ti. Eso habla también de cómo está enfocada Noche de fuego.

Así es. Hay varios departamentos comandados por mujeres. Daniela Ludlow, que es la fotógrafa, fue una compañera de batalla muy importante, con una gran sensibilidad, con una luz hermosa que hay en la película y con un pulso muy vivo y muy combativo con su cámara. Es una película con cámara en mano que respira y que transmite la energía de estas adolescentes y de estas niñas.


¿Qué te resultó más doloroso en el trance de pasar del testimonio y el documental a la adaptación y la ficción?

Después de Tempestad sí quedé muy adolorida, con muchas sombras en mi alma. En el caso del documental, uno vive mucho tiempo con los testimonios. Fueron casi cuatro años de trabajo con Tempestad, de devorar durante muchos días y horas y horas de edición los testimonios –la edición duró alrededor de un año–. Las historias se van quedando dentro y van calando en la mente, en el inconsciente de uno. Me acuerdo que tenía pesadillas y, de repente, había un miedo extrañísimo que se apoderaba de mí, porque uno camina cerca de los personajes, uno entra en la vida de los otros cuando hace un documental, es un compromiso muy grande trabajar con las historias de los demás.

Siento que el proceso fue menos doloroso en la ficción, porque uno camina de otra manera con los personajes. Sin embargo, es una película que también me caló muy hondo, porque me planteó el reto de mirar, desde los ojos de una niña, lo que significa crecer en estos contexto casi de guerra que hay en tantos pueblos de México. Y eso me remontó a rascar en mi propia infancia, que fue un poco solitaria, de encontrar mis miedos y los momentos de pureza y de confusión de uno cuando está creciendo. También acudí a mi experiencia de ser madre, tengo una niña de nueve años –los personajes en la novela tienen esa edad– y es algo muy intenso y muy fascinante ver a un niño y a un hijo crecer y cuestionar el mundo y ver sus dudas”, expone la egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica.



Cine de fondo

En su primer largometraje de ficción, Tatiana también tuvo que investigar el contexto de los pueblos donde viven el tipo de personajes de Noche de fuego, además de reencontrase con sus temas que aborda en sus documentales como El lugar más pequeño (2011), Ausencias (2015) o Tempestad (2016).

“Noche de fuego está construido sobre todo esto, temas con los que ya estoy familiarizada: lo que significa la ausencia, la pérdida, ese daño, ese momento que se vuelve irreversible en la vida de una persona, de una familia, cuando algo se rompe para siempre, cuando hay un desaparecido. Sí, son historias que duelen. A mí me gusta echarme un clavado profundo a la esencia de las cosas, a los dolores que hay y que siente cualquier ser humano que se ve esta situación”, detalla la realizadora.

Sin embargo, advierte que no es una película más de violencia sobre México, ni sobre el narcotráfico. “Está contada desde un punto de vista muy diferente al que estamos acostumbrados, porque me tocó ver a través de los ojos de una niña. Y, en este territorio de la infancia, hay muchísima luz, ternura y pureza; hay como una mirada transparente que lo cuestiona todo (‘¿por qué mamá, pasa esto?’, ‘¿te gustaría que esto te lo hicieran a ti?’). Cuestiona la inmovilidad y el silencio del mundo adulto, con una enorme honestidad, fuerza y rebeldía que hay en las miradas de estas pequeñas en ese momento de sus vidas”, sostiene la maestra en Documental de Creación por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.


Tempestad ocurre en un momento histórico, el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012). ¿Las mujeres fueron quienes quedaron más atrapadas en esa violencia?

No solo las mujeres, quedaron atrapados pueblos enteros. La violencia sí comenzó de una forma más presente e importante con el sexenio de Calderón y su declaración de guerra contra el narco. Siento que es un México violento, más actual, el que ha permeado la realidad de todos los mexicanos; se ha agudizado una violencia que ya viene de mucho atrás, no es algo nuevo, pero se agudizó y algo cambió en nuestra vida como mexicanos: hay un miedo, un miedo a que te secuestren, a que te pase algo en una carretera secundaria, a quedar en un fuego cruzado por estar en el lugar equivocado... Y, además, la mujer está más vulnerable, se generó un territorio de impunidad en donde todo se vale. Y en este ambiente, en este contexto de impunidad, la mujer está más expuesta a la brutalidad, definitivamente.


“En México lo mejor que te puede pasar es ser una niña fea”, dice la protagonista de Ladydi, en alusión a todas las niñas que desaparecen en México. ¿De verdad esto es así?

Son cosas diferentes. La película habla de estos pueblos rurales en donde hay esta situación casi de guerra, como la montaña de Guerrero, desgraciadamente esto puede ubicarse en muchos otros pueblos de México, en donde, sí, las niñas están amenazadas, su crecimiento está amenazado. Uno de los fondos de la película es una niña que se da cuenta de lo que significa ser mujer en un contexto así. Y todo esto viene del ambiente de corrupción e impunidad, un poco como de ley de la selva y del discurso de la guerra contra el narcotráfico de Felipe Calderón. Siento que es un contexto muy específico y local, no es algo que suceda en todo México, pero es una realidad que está ahí y que es una herida.

“Lo que sí sucede en todo México es que la violencia contra las mujeres es real, está ahí. Hay un grito urgente que no hemos escuchando y que no han escuchado tampoco las autoridades. A nosotros nos toca como sociedad ver cómo estamos educando a nuestras niñas y nuestros niños y qué estamos sembrando, qué semillas de respeto estamos sembrando en ellos, para generar un México más equitativo, igualitario, más libre para nuestras niñas y mujeres”, enfatiza Huezo.


  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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