A tres décadas del terremoto, la herida se vuelve a abrir en la mente de Alejandra Martínez cuando recuerda la imagen en ruinas de la fábrica donde trabajaba como costurera, Vestidos Riad, ubicada en la calle Belisario Domínguez, en el Centro Histórico.
La mañana del 19 de septiembre, Alejandra salió de su casa en Tasqueña y ya no pudo tomar el Metro para ir a su lugar de trabajo.
"Nunca me imaginé de todo lo que había pasado", dice Alejandra Martínez, actual secretaria general del Sindicato Nacional de la Industria de la Costura y la Confección 19 de Septiembre.
Movida por el miedo a su jefe y a los descuentos por retardos, la mujer que en ese entonces tenía 27 años, no lo pensó mucho y caminó por todo Tlalpan para llegar a la fábrica, donde operaba una máquina de ojal.
"Me fui caminando como pude, yo debía llegar a mi trabajo porque nosotros en aquel tiempo teníamos miedo, pues el patrón era enojón, gritón y nos regañaba si llegábamos tarde".
"Cuando iba caminando sobre Tlalpan, me di cuenta de todo lo que había pasado porque había muchos lugares que se habían derrumbado, varios edificios, escuelas, pero nunca imaginé que mi fuente de trabajo también se había derrumbado".
La líder sindical tardó más de tres horas en llegar al Centro y en su camino, cuenta, vio cómo la gente corría de un lado para otro y quitaba los escombros para sacar personas vivas o cadáveres.
"Vi muchas cosas. Todo estaba derrumbado. Se escuchaban alaridos, gritos de la gente pidiendo ayuda. Se escuchaban también las sirenas de las ambulancias y la gente andaba corriendo de un lado para otro. Fue una cosa espantosa".
Eran las 11:30 horas cuando Alejandra logró llegar a la calle Belisario Domíguez, ahí se encontró a varias compañeras de trabajo; sin embargo, un cerco policiaco les impidió el paso a la fábrica.
"Mis compañeras de trabajo y yo nos veíamos a la cara, estábamos muy espantadas, no podíamos creer lo que estaba pasando. Teníamos cara de terror, andábamos pálidas".
El grupo de costureras burló la seguridad y logró llegar a la que una vez fue la entrada a su trabajo.
"Cuando vamos llegando a la esquina del trabajo, vimos ahí a muchísima gente, gente que lloraba, que gritaba".
A Alejandra se le quiebra la voz cuando recuerda que el edificio de seis pisos había desaparecido. "Es muy difícil recordarlo porque fue muy triste también".
Afortunadamente, dice, como entraban a las ocho de la mañana, al momento del terremoto no había costureras en la fábrica. Sin embargo, el velador y los dos hijos de la portera, murieron.
"Lo que hicimos fue abrazarnos y llorar. Se nos derrumbó todo, se nos derrumbó; lo primero que pensamos fue que ya no teníamos trabajo, ya no teníamos nada".
El terremoto develó las condiciones laborales de costureras
El terremoto dejó al descubierto las paupérrimas condiciones en las que trabajaban las costureras: jornadas de más de ocho horas diarias, sanciones rigurosas por retardos y faltas, y los salarios que se pagaban en muchos casos eran menores que el mínimo.
"Nos tomaban el tiempo con cronómetro, para ver cuánto nos tardábamos en cada pieza y cuántas teníamos que sacar al día", escribió Evangelina Corona, la primera secretaria general del sindicato de costureras, en el libro "Contar las cosas como fueron".
"Nos ponía una cuota de prendas y si alguna compañera la rebasaba, no le pagaban lo que había hecho de más. Era como si trabajáramos a destajo, pero sin recibir el pago por el trabajo entregado", escribió en sus memorias.
Luego del terremoto, se supo que muchas empresas firman contratos por una semana con sus trabajadoras para evitar registrarlas en el Seguro Social, según el reporte "Cambio de Rumbo", del ex presidente Miguel de la Madrid.
De acuerdo con ese informe, más de 40 mil costureras se quedaron sin trabajo y sin derecho a una indemnización, luego de que unos 800 talleres o fábricas quedaron totalmente destruidos. La mayoría de los talleres de costura que se cayeron estaban sobre la calle de San Antonio Abad.
"Había muchas fábricas que eran clandestinas, no estábamos dadas de alta; en los lugares de trabajo no había ni siquiera agua para tomar; en muchas fábricas no les daban aguinaldo ni tenían derecho a reparto de utilidades ni vacaciones", dice Alejandra Martínez, actual secretaria general del sindicato.
Alejandra recuerda que la mañana del 19 de septiembre, cuando llegó su patrón, a ella y a sus compañeras les dijo: "Lo único que pueden hacer es irse a su casa; aquí ya se acabó todo".
"Nosotras ni siquiera estábamos peleando la antigüedad, queríamos que nos pagaran los días de la semana que habíamos trabajado".
Sin embargo, los dueños de las fábricas justificaban la falta de pago y de indemnización, en que ellos también habían perdido todo.
"En un principio las costureras sobrevivientes teníamos la esperanza de que los patrones aparecieran y respondieran por todas nosotras. Y de repente, cuando los patrones aparecen es para sacar la maquinaria: para ellos valían más los objetos que las vidas de sus trabajadoras", cuenta Evangelina Corona en su libro.
Ahí empezó la lucha de las costureras por sus derechos laborales y surgió un nuevo sindicato.
De la tragedia, nació la lucha sindical
Ante la falta de apoyo de sus patrones, las costureras se organizaron en lo que posteriormente sería la Unión de Costureras en Lucha.
Cientos de mujeres que trabajaban en los talleres de costura acamparon muchas noches en las calles del Centro, en las ruinas de lo que antes fue su centro de trabajo, para exigir el pago de salarios y la indemnización.
"Al patrón le dijimos que no nos íbamos a ir; no nos moveríamos; queríamos que nos diera una solución, él dijo 'yo perdí más que ustedes'", recuerda Alejandra Martínez.
La líder sindical cuenta que por esos días se les acercaron unas "muchachas jóvenes" quienes las invitaron a acudir a reuniones para discutir la situación de indefensión en la que estaban las costureras y hacer algo al respecto.
Esas muchachas eran integrantes del Colectivo Revolución Integral, en el que participaban Patricia Nava y Guadalupe Benavides; también andaban por ahí Patricia Mercado, Yan María Castro, Alma Oseguera, entre otras.
Alejandra comenta que iban a reuniones y asambleas y que de esas reuniones surgió la idea de fundar el sindicato.
El 10 de octubre la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA) decretó embargos precautorios sobre los bienes de tres empresas, para garantizar los derechos de los asalariados.
El 18 de octubre, las costureras hicieron una gran marcha a Los Pinos y lograron hablar con el entonces presidente Miguel de la Madrid, quien recibió a una comisión de 40 trabajadoras.
El 20 de octubre, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social entregó el registro formal del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de la Costura, Confección y del Vestido, Similares y Conexos 19 de Septiembre.
En ese año, unas 8 mil obreras del Distrito Federal y de los estados de México, Morelos, Coahuila y Guanajuato, se unieron al sindicato; su primera secretaria general fue Evangelina Corona.
"A 30 años, las condiciones de las costureras son peores"
Para Alejandra Martínez, luego del sismo de 1985 las costureras tuvieron grandes logros como tener derecho a aguinaldo, días de vacaciones, bonos y ayuda para transporte.
Sin embargo, lamenta que a 30 años de la tragedia, el gremio de las costureras sea uno de los más olvidados.
"Las condiciones actuales están peores; en aquel tiempo los casos fueron muy conocidos, luego del temblor, porque muchas costureras murieron; pero del 85 al 98, muchas fábricas cerraron y muchas empleos se perdieron".
La líder sindical dice que muchas fábricas han cerrado y dejado sin trabajo a cientos de costureras.
"Me gustaría que el gobierno nos diera más apoyo a los trabajadores y estuviera más al pendiente", dice Alejandra, quien reclama que después de tantos años de lucha, aún existen abusos por parte de los jefes y malos pagos.