Como un ritual, un encuentro con sus antepasados, su presente y con seguridad en su futuro, los campesinos de varias comunidades del municipio de Lerdo, Durango, ven pacientes el desarrollo, el verdor, color y aromas qué despiden sus campos de flor de muerto.
Más allá de un mercado que se afianza, de una productividad que se incrementa y un detonante temporal en la generación de empleos, la cosecha de Cempasúchil y Mano de León es obligada por tradición más que por una cuestión comercial.
Comunidades como Las Isabeles, Monterrecito, El Sacrificio, Villa Juárez, León Guzmán, Seis de Enero, modifican las tonalidades de sus campos agrícolas acostumbrados al dominante color verde de las hortalizas como son lechugas y repollos, calabacita, lo mismo que acelga y cilantros, para dar paso a esas tonalidades que brillan con gran intensidad y que son aquellos lunares sembrados de flor de muerto.
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Este año serán 80 hectáreas las sembradas de flor, lo que equivale un 33 por ciento más que el año pasado y con un precio que supera los 25 pesos manojo, según relata Lorenzo Ponce, director de Desarrollo Rural en el municipio, donde se les otorga como apoyo la expedición gratuita de las guías para su movilización.
Tradición desde padres y abuelos
Ricardo Marrero Rodríguez, ejidatario de Las Isabeles, quien se sostiene con su bastón con una mano y con otra agarra la pala campesina (de un pico), agradece a Dios la oportunidad de volver a sembrar la flor, ya que es algo esperado para él y su familia, pues desde que esparce su semilla hasta su cosecha proyectada para el 27 de octubre, mantiene especial cuidado para que crezca sin problemas.
Refiere que hoy a diferencia de otros años pasados la flor está más bonita, más grande y floreciente, ya que en ello influyó los días de sol y la humedad dejada por las lluvias que arreciaron en la primer semana del mes de octubre. Recuerda que en ocasiones al registrarse heladas o repentinas bajas temperaturas, hace que la flor detenga su desarrollo y ello afecta.
Desde hace más de 35 años que siembra flor de muerto, pero desde antes, su padre y sus abuelos ya lo hacían, por lo que se ha vuelto una herencia obligada en la familia, pues no hay año en que se nieguen a sembrarla, no porque estén pensando en que puedan perder o ganar, en levantar una buena cosecha o no, sino lo ven como un ritual para hacer dar color a los panteones de la región.
Regada con agua de noria cada 8 a 10 días, dijo que sembrar flor de muerto es ya una tradición que traen desde “los jefes”, aunque a veces haya que ponerle dinero, pues es más el sentimiento y la nostalgia el ver floridos sus campos con estos colores de amarillo del campasúchil.
La flor ya está lista y sólo le falta el último riego para dejarla que “de punto” la tierra y pueda alcanzar mayor carga los surcos. Sostiene que la comercialización dejó de ser un problema, que cada año hasta sus parcelas llegan los compradores de Saltillo o Monterrey , lo mismo de aquí en lo local para llevarse los racimos.
Sin embargo, dijo que cada año se enfrentan a un problema: la gente no quiere trabajar. Refiere que se sufre para encontrar buenos cortadores, los que saben ya están viejos y los chavos se resisten a cumplir esa labor, por lo que de los 25 pesos que venden ellos como agricultores cada manojo, se le agregan 7 pesos por su corte, además de que ya exigen comida y cheve, lo que encarece la cosecha.
30% de producción va a Ciudad Juárez
Ismael Villegas, agricultor de la comunidad de Monterrey Durango recorre sus campos de flor de Mano de León como de Cempasúchil que se divisan desde baja el vehículo del cerrito y en eso extrae hierbas secas como aplica fertilizante y alguno que otro químico para evitar la plaga.
Dijo que a poco más de dos meses de haber sembrado la flor, el desarrollo vegetativo de la planta va bien y están a días de comenzar su etapa final antes del corte que se espera para la última semana de octubre, para embarcarse en camiones que la trasladarán a Ciudad Juarez, Chihuahua como una gran parte también se queda para cubrir las demanda del mercado lagunero.
A pregunta expresa, el productor de flor sostuvo que un 30 por ciento de la producción y cosecha de la flor de muerto es enviada a mercados foráneos, pues aunque no abre todavía el precio, se estima que los que se dedican a su siembra tendrán buenas ganancias.
“Es ya toda una tradición, que año con año uno salga a sembrar y cosechar la flor de muerto, pues aquí en el pueblo de Monterreicito hay mucha gente que se dedica a esto y para nosotros además de ayudarnos con la siembra, es un compromiso obligado”, dijo en entrevista con MILENIO.
Anticipa que para el 26 hasta el 31 de octubre se empiezan a dar las cosechas de flor de muerto, cuya comercialización la tienen garantizada con varios compradores que desde antes de su siembra la tienen pactada con los campesinos e incluso muchos de ellos aportan o financian los fertilizantes e insecticidas para cuidar que crezca bonito.
“Soy nativo de aquí y año con año sabemos y esperamos con gusto la cosecha de la flor de muerto, pues es algo que hacemos siempre en la familia…desde mis tatarabuelos que se han dedicado a esto”, dijo.
La calidad de la tierra, el agua y el clima, son elementos que a decir de Ismael ayudan a tener una buena producción, aunque como todo, hay lugares donde se da mejor que en otros, lo que afianza también un empleo e ingreso que mejorara sus condiciones de vida.
Da vida al pueblo en medio de la muerte
Esmeralda Díaz Ontiveros, jefa de Cuartel de la comunidad de Las Isabeles, en Lerdo, explica que la producción de flor de muerto es toda una tradición para esta comunidad rural, donde paradójicamente el pueblo cobra vida en medio de un entorno de muerte.
“La plantación de muerte representa una tradición ya de muchos años, ingreso de las familias, trabajo seguro y sobre todo se vuelve ya una identidad para quienes aquí vivimos, pues son pocas las comunidades que tienen ese privilegio”, dijo.
Explica que en esta población rural perteneciente a Villa Juárez, Durango, se tendrán muy buenas cosechas de flor de Cempasúchil como de Mano de León, así como otro poco de Margarita, lo que dará beneficio para los sembradores, para los dueños de las parcelas y algunos otros rentan a ejidatarios de aquí, pero al final representa un ingreso para las familias.
“Es toda una tradición, hay fiesta en el pueblo cada vez que comienza la cosecha de la flor de muerto, pues ya las familias lo esperan con ansias y es toda una fuente de ingresos”, dijo la autoridad auxiliar en este poblado cercano a la planta termoeléctrica “Guadalupe Victoria" de la CFE.
De hecho, dijo que este poblado depende en un 100 por ciento de la actividad agrícola, pues en otras épocas del año sus familias se dedican a la siembra de lechuga, repollo, de calabacita, acelgas, espinacas, betabel y coliflor, por lo que la siembra de flor de muerto es un ingreso adicional con un mercado garantizado lo mismo en Ciudad Juárez, Durango, Saltillo, Monterrey y en algunos casos hasta Texas.
De esta manera, las familias de estas poblaciones convierten la actividad en una tradición y más allá, en un ritual, cuando con su dedicación y esmero producen estas plantas hermosas, de colores únicos, donde su olor se transforma en nostalgia y su textura parecen tapetes que habrán este Día de Muertos de engalanar nuestros panteones y dar alegría a las sombrias tumbas de nuestros seres queridos que ya partieron.
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