Cuando José Méndez terminó sus estudios de maestría comenzó a buscar cómo colaborar con un colectivo para cumplir con la promesa que le hizo a su madre antes de morir: encontrar a su hermana desaparecida en 2013, en Reynosa, Tamaulipas.
El crimen contra su hermana cambió la ruta de su vida de forma literal. Se encontraba estudiando la licenciatura en derecho cuando hombres se llevaron a María del Carmen Méndez y nadie de su familia volvió a verla. Entonces dejó la carrera y se matriculó en criminología en la universidad estatal.
“Decido, por compromiso o responsabilidad social con mi familia, estudiar esta carrera de licenciatura en criminología y posteriormente el posgrado en criminología y ciencias forenses, a raíz de la desaparición de mi hermana, para poder saber y entenderla problemática de este delito, de la desaparición, y poder saber yo identificar a mi hermana, ya sea viva o fallecida”, cuenta en entrevista con MILENIO.
Las últimas palabras que se pudieron escuchar de la joven Yazmín del Carmen Méndez Ñeco, fueron que unos sujetos se la querían llevar junto a una amiga y otro amigo con el que viajaban en una camioneta. Yazmín le había marcado primero a su hermano José, pero no pudo contestar porque estaba trabajando. Fue la madre de Yazmín, María del Carmen, quien escuchó todo.
“Le dijo mi hermana que la habían parado tres camionetas, mi mamá alcanzó a escuchar que le decían que ‘señorita, bájese por favor y acompáñenos’, y que la otra amiga decía que ‘¿por qué?’ o ‘¿para dónde se las llevaban?’ o ‘¿qué habían hecho ellas para que lo acompañaran?’, y ya se quedó el teléfono en línea nada más”, cuenta José Méndez.
Y así, comenzando por su hermana, la familia de José Méndez fue desmoronándose. Murió su padre y su madre, quien nunca pudo recuperarse de la ausencia de su hija, falleció hace 4 años, víctima de cáncer.
“Mamá decayó, se le vinieron muchas enfermedades, mi familia cambió, éramos un núcleo familiar de cuatro personas, papá, mamá, mi hermana mayor y yo, siendo el varón más chico, y cambió mucho porque se enfocaron tanto en mí, en mi seguridad, en cuestión de que no me pasara nada, de que anduviera con mucho cuidado, entonces mi vida cambió también, tenía que avisar a dónde iba, con quién estaba.”
José se quedó solo en la casa en la que creció con su familia, con una importante responsabilidad sobre sus espaldas: la de saber qué pasó con su hermana mayor.
Los libros de criminología y las fotografías de su hermana comparten un espacio sobre el escritorio en el que trabaja, y en las paredes de su hogar cuelgan los diplomas y sus títulos académicos.
“Yo le prometí a mamá que yo iba a dedicarme a la búsqueda de mi hermana, viva o muerta, que yo le iba a encontrar, por eso es que yo estudié la profesión de criminología, y que yo iba a dar con su paradero y que si yo no la encontraba pues que yo iba a ayudar o a coadyuvar a demás compañeras que padecen de este delito de la desaparición forzada, y que para mí iba a ser una recompensa que sí encontraran a esas personas y que regresaran a casa.”
Y José no ha fallado. Una vez que se tituló como maestro en criminología y ciencias forenses, buscó a un colectivo para ayudar en las búsquedas, y con algo de suerte, poder encontrar un rastro de su hermana Yazmín.
Hoy forma parte del Colectivo Amor por los Desaparecidos de Tamaulipas, radicado en Reynosa. El ímpetu de, en su mayoría, las madres que forman parte de la agrupación ahora han sumado la experiencia académica y el conocimiento técnico que José adquirió durante sus estudios. Les ha mostrado, por ejemplo, algunas técnicas para identificar huesos humanos de huesos de fauna. O, por ejemplo, cómo mantener la cadena de custodia de un resto para evitar complicaciones con la fiscalía estatal. También les ha explicado cómo utilizar el traje de bioseguridad para evitar contaminar parte de la evidencia.
José Méndez, en resumen, hace lo que la Fiscalía del Estado de Tamaulipas no puede hacer: “nosotros como colectivo tenemos que hacer el trabajo que le compete a ellos, hasta el grado de nosotros capacitarnos.”
MO