El día soleado era el ideal para celebrar los dos primeros años de su hijo. Sergio como todo padre amoroso portaba una cámara para capturar los momentos de felicidad de su primogénito, sus familiares y amigos. La piñata en el salón de una colonia del sur de Torreón cambió pasadas las cinco de la tarde, cuando al mirar al cielo vio que una nube negra que se movía como oruga de tractor se acercaba, soltó su equipo fotográfico y protegió a su niño.
“Jamás había visto algo semejante, y por el movimiento rotatorio del fenómeno, pensé que se podía tratar de un tornado. Me olvidé de las tomas fotográficas y me dediqué a buscar refugio para los niños y sus papás”, escribió el cronista Sergio Corona Páez (1950-2017) en su blog Crónica de Torreón.
La oscuridad se apoderó de la celebración por varios minutos ya que la ciudad quedó cubierta por polvo fino y un olor fuerte a cieno.
“Se necesita ser lagunero para entender qué clase de tolvanera lo puede dejar a uno atónito, o hacer que la gente se arrodille en las calles, presa del terror”, afirmó en su escrito.
Aquella tarde del 12 de junio de 1985 el magno terregal cubrió la región. La Opinión dio cuenta de lo ocurrido y nombró al fenómeno como una tormenta de arena con vientos de 50 nudos (92.6 kilómetros) por hora que cubrió Torreón, Gómez Palacio y Lerdo.
El fenómeno climatológico duró alrededor de tres horas y después vino una lluvia de cerca de 40 minutos, además hubo un saldo de dos accidentes vehiculares con tres personas lesionadas y diversos daños en viviendas, así como el derrumbe de árboles y techos.
Cada año, según los datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en su oficina regional, ocurren entre 8 y 12 tolvaneras o terregales con una intensidad promedio de 70 kilómetros por hora, cuyo origen tiene que ver con el choque de sistemas de baja presión con uno frontal que deriva en fuertes vientos que levantan el polvo lagunero. Aunque en contadas ocasiones la intensidad del clima es mayor y vuelve memorables estos fenómenos.
La tolvanera de 1928 con 200 kms/hora
Una de las tolvaneras de mayor impacto documentada fue la del 9 de abril de 1928. La velocidad de las ráfagas de viento con polvo superaron los 200 kilómetros por hora, volvieron invisibles los edificios de Torreón y causaron pánico entre la población. La primera plana de La Opinión equipara el acontecimiento con un terremoto que devastó la región. No hubo pérdidas humanas, pero sí un apagón generalizado y estructuras derribadas.
“Torreón y una gran parte de la Comarca Lagunera fueron azotados ayer por la más violenta y prolongada de las tolvaneras, que revistió los caracteres de tremendo terremoto, como esos que sólo conocíamos a través de las informaciones periodísticas y de charlas de los viejos, así como de las narraciones históricas”, estableció el diario.
La tormenta comenzó pasadas las dos de la tarde de aquel lunes y avanzó hasta que dos horas después era imposible transitar por la ciudad, los edificios desaparecieron entre la cortina de polvo y los propietarios de comercios, despachos y pobladores de los barrios más humildes trataron de cercar sus domicilios como pudieron.
Conforme avanzaron los minutos algunos fieles rondaron los templos religiosos para elevar plegarias y pedir a Dios que terminara la tormenta. Fue a las siete de la noche cuando el panorama se despejó.
Los dos elementos identitarios
El primero de febrero de 1998 dos elementos que definen la identidad reciente de la Comarca Lagunera chocaron entre sí, pues durante un partido del Santos una tolvanera cubrió al estadio de futbol.
A 15 minutos de haber comenzado el encuentro contra Los Toros de Neza, los espectadores notaron desde las gradas que una enorme nube de polvo se acercaba hacia ellos y puso fin al día soleado de aquella tarde de domingo.
“No obstante de que era un día cálido con esos soles infernales de la Comarca Lagunera de pronto se dejó venir una bola de tierra oscura, densa que parecía que se iba comer el estadio y se lo comió. Durante cuatro minutos no se veía el juego y después cuando pasó hubo un descenso radical en la temperatura”, describe el historiador Carlos Castañón Cuadros.
La documentación hemerográfica registra que la visibilidad a más de cinco metros de distancia era imposible durante casi cinco minutos y el primer tiempo se llevó a cabo con dificultad.
Al final el equipo albiverde logró la victoria con dos goles a cero en un encuentro que marcó la jornada deportiva mexicana y el origen de la tolvanera estuvo vinculado al frente frío 36 que trajo consigo ráfagas de viento superiores a los 50 kilómetros por hora.
CALE