Las comunidades rurales sobreviven en parsimonia en tanto que los campos de cultivo que antaño eran sinónimo de orgullo lagunero, hoy se encuentran agónicos en el municipio de San Pedro de las Colonias.
Las quejas sobre el desabasto de agua para consumo humano son tantas como las denuncias que apuntan a que se usa para regar incluso las nogaleras de particulares o en albercas, historias continuas que explican el desequilibrio social y ambiental que se vive en la región.
Se trata de tierras yermas donde se desplazó el cultivo del algodón por forrajes destinados al hato ganadero lechero como cultivo rector en una región agotada. Así el campesinado sostiene el ritmo del desarrollo industrial que cada día los empobrece al rentar sus derechos de uso de agua, y ante la falta de apoyo institucional, que les obliga a rentar también al menos una de las cuatro hectáreas a las que tienen derecho de siembra.
Mientras la tierra se deseca y la parcela se ha abandonado, el grueso de la población en los ranchos, de tener troca, sale cada día para ordeñar con bomba, manguera y tinacos, los canales de riego agrícola y tener un poco del líquido en sus casas. Lo mismo ocurre directo de las bocas de las norias donde les cobran 50 pesos a los adultos mayores y 70 pesos al resto por extraer mil litros que se llevan a casa.
La historia de éxito desvencijada, esa que presumía haber vencido al desierto, la sufre María Concepción junto a sus dos pequeños hijos y su esposo, quienes se aferran a su comunidad, en el ejido Viejo Candelaria. Igual el señor Isidro Sáenz que, viudo, contempla junto a sus amigos los efectos de la explotación del campo en el ejido Zaragoza, donde asegura, no se respetan los ciclos y el agua que circula en lo más profundo de la tierra, ya contaminada, es la mayor evidencia del desastre que ocurre.
Nuevos fraccionamientos demandan mayor agua para consumo humano
La tierra de las parcelas improductivas, cada árbol derribado en beneficio del progreso citadino, cada camino pavimentado o cada lote fraccionado para instalar nuevos fraccionamientos, demanda una mayor disponibilidad agua para consumo humano en tanto que se le incrementan grados al termómetro ambiental.
María Concepción Rivas López se encuentra lavando la ropa de su familia. Y cada gota de agua cuenta para ella, es por eso que, aunque salga sucia o llena de jabón, la reutiliza. En contraparte, le envían cada mes el recibo del Sistema Municipal de Aguas y Saneamiento de San Pedro, el cual se niega a pagar porque las tuberías solo escupen aire caliente con arena. La explicación invariable de los funcionarios es que se encuentran descompuestas las bombas de los pozos.
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La presencia de los reporteros en la zona genera alertas en el Facebook donde se anuncia: “Se les informa que dentro de 10 minutos ya saldrá agua ya arreglaron la fuga atte simas”, comparte una usuaria de quien dicen, es una líder del PRI. Asimismo el correr de camionetas, grúas y camiones de la Comisión Federal de Electricidad evidencia la inactividad de las bombas pues en las comunidades todo es obsoleto y ya no sólo se tandea el agua sino hasta la luz.
“La pasamos muy feo, a veces no tenemos agua, dura mucho pa’que llegue un ratito, pasamos días completos sin agua. En la otra colonia que está más para allá, tampoco hay agua, llega poquitita, un chorrito y ya se acaba. Tengo poquita.
“El agua llega como a la una de la tarde. A veces no llega. Es un día sí y otro no pero dura mucho pa’que llegue y toda la gente está desesperada porque no hay. Por eso agarramos agua del tajo, pero ya mero se va del canal también. Se acaba el ciclo”.
En pleno verano su esposo toma las llaves de la camioneta y conduce hacia el canal de riego que atraviesa estas comunidades y por el que pasa agua proveniente de las presas que controlan el flujo del río Nazas. Pero el ciclo de riego primavera-verano pronto acabará y la solución paliativa.
A clarificar el agua
La colocación de una planta potabilizadora en la reserva ecológica del Cañón de Fernández, en el municipio de Lerdo, Durango, mantiene algunos avances puesto que el presidente Andrés Manuel López Obrador, al defender su proyecto emblema para La Laguna, reveló una realidad aterradora.
En agosto de 2021 el presidente apuntó que se hará el acueducto porque no es posible continuar perforando para extraer agua a 2 mil metros de profundidad, misma que se distribuye con altas cargas de arsénico en una región marcada por una gran incidencia en cuanto a distintos tipos de cánceres.
Al pie de la carretera y junto al canal de riego a la altura del ejido Tacuba, Arturo Sánchez González extrae agua rodada. No para llevarla a casa sino al área de las lavadoras en la melonera de San Pedro. El motor de la bomba ensordece la conversación pero el hombre, de buen ánimo, se separa del tambo donde movilizará el agua para explicar la situación
“El agua sale un día y tres no. Esta agua la llevamos y le ponemos unas pastillas de cloro para que se use de perdida para el baño. Yo vengo casi todos los días. El agua va a dejar de pasar pero aquí hay unas norias donde venden agua. A mi me la venden a 50 pesos por mil litros, pero no todos tienen para pagarla o cómo moverla. Póngale que a mí me cobren por ser mayor de edad 50 pesos, ¿cuánto voy a gastar en un mes?
Si bien está prohibido sacar agua de los canales, cadeneros hacen de la vista gorda
“Aquí se invierte tiempo, gasolina, hasta esfuerzo para trabajar. Al menos necesita 100 (pesos) de gasolina para venir por el agua. Yo ahorita voy a la planta. La pongo en una pila y luego le echamos las pastillas de cloro y la hacemos clara para lavar el melón, es para trabajar pero en veces llevamos para la casa. En la casa en veces sale y esa la guardamos para la comida; tira la de los trastes para barrer pero no tenemos ni la tiramos en la banqueta”.
Arturo como muchos lugareños tiene derechos de agua que renta ante la imposibilidad de sembrar. Y sabe que no toda la gente puede llegar y sacarle agua al canal de riego porque está prohibido. No obstante, los canaleros se vuelven omisos ante la situación de desabasto en los centros poblacionales.
Pero, al extraer el agua se evita que los tejidos de tierra abajo no alcancen el ciclo completo. O sencillamente no les llega nada y las parcelas sufren de estrés afectando los productos. Y en cuanto al agua potable, si los habitantes no muestran el recibo pagado, aseguran, el gobierno municipal no les dota con pipas.
Una mujer que observa al fotógrafo, hace que su esposo detenga la marcha de la camioneta. Ella comenta que a pesar de la crisis también hay particulares que, teniendo alberca, la acaparan.
“Aquí en Tacuba tienen unas quintas y ahí queda toda el agua y a Candelaria y Zaragoza no le cae ni una gota, ya tenemos casi un mes que no tenemos agua. Nosotros hemos solicitado pipas a Jorge Lorenzo, el presidente del Simas y a la comisionista que ahorita no tiene cara de llevarnos los recibos del agua porque no sale. Yo le he hablado a Jorge Lorenzo que nomás nos dice que lo va a checar y nunca llegan ni checan nada.
“Ya vamos para dos meses que andamos acarreando del ejido Nilo, pagando el flete, comprando el agua, ¿por qué? Nosotros tenemos derecho porque estamos pagando el agua y no hay nada en los ejidos. Mucha gente está tomando del canal para uso doméstico porque no hay. Ahorita tenemos agua porque tenemos este mueble y andamos acarreando de las norias”, dijo María Guadalupe Hernández Olivares.
Este año se endureció más: los árboles se secan por regarlos con agua con jabón
Valentina Constante de la Cruz tiene 58 años de edad, mismos que ha vivido en el ejido El Nilo. Se le ve apresurada moviendo una manguera de una tina hacia un tinaco porque sabe que el tiempo para acopiar es limitado. Ella dijo que este año la situación se endureció pues sale una hora cada tercer día. En otros lados no es distinto y ella lo sabe porque su hija vive en Monterrey y le cuenta que para ducharse usa agua de garrafón y no tiene ni para descargar el sanitario.
“Aquí hay muchas norias y también cuando nosotros no tenemos vamos a comprar agua ahí. Mis hermanos van, tenemos un tinaco nomás. Mire nomás cómo está mi árbol, ya está todo seco porque ni un chorrito de agua le echamos, si les echamos pues nosotros no nos bañamos, no lavamos, para todo se necesita el agua. El agua de la lavada se recicla, ahí también le pongo agua a las hierbas, yo creo que por eso se están secando, porque tiene jabón”.
Los caminos hacia la desesperanza se transitan por rúas sin concreto. En el ejido Zaragoza don Isidro Sáenz explicó, vive de la renta de sus derechos de uso de agua, de rentar una hectárea de tierra, y con la pensión destinada por el gobierno federal para los adultos mayores. Con tambos y tinacos, al igual que sus vecinos, se pone a almacenar el agua cuando le cae.
“Nos explican que las norias se agotan y se hunden. Desde Chávez (municipio de Francisco I. Madero) nos avientan el agua para acá; de Caballo Blanco el agua se detiene en cada comunidad. Yo digo que agua sí hay, claro que las norias se hunden, yo he andado de ayudante perforando pero veo que cada dos años se derrumban y a veces las corrientes se acaban. Los mantos acuíferos se agotan porque el agua solo baja cuando la sueltan para regar”.
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