Las montañas de la región Costa Sur de Jalisco, que han puesto un pie permanente en la historia de la imaginación gracias a una novela emblemática de Agustín Yáñez, La tierra pródiga, están también firmemente ligadas a la realidad de la conservación biológica y cultural de México a través de un proyecto ambicioso que cumple sus primeros 30 años: la reserva de la biosfera Sierra de Manantlán.
Fue el presidente Miguel de la Madrid Hurtado quien estampó su firma en el decreto de creación, el 5 de marzo de 1987, el cual fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 23 de marzo siguiente: "Se declara la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán como área que requiere la protección, conservación, mejoramiento, preservación y restauración de sus condiciones ambientales, con una superficie de 139,577-12-50 hectáreas, ubicadas en los municipios de Autlán, Cuautitlán, Casimiro Castillo, Tolimán y Tuxcacuesco en el estado de Jalisco, y Minatitlán y Comala en el estado de Colima".
La justificación estadística es clara: en estas antiguas sierras madereras, morada de pueblos indios aún más antiguos que esa actividad, se han registrado cerca de tres mil especies de plantas vasculares y 560 especies de vertebrados, lo que la hace una de las demarcaciones protegidas más importantes de México. Esto explica su inmediata inclusión en el programa El Hombre y la Biosfera de la Unesco, lo que le dio tempranamente la categoría de reserva mundial de la biosfera.
El motor fundamental de esta generación de instituciones y de conocimiento, sin duda alguna, ha sido la Universidad de Guadalajara (UdeG), la gestora gubernamental más importante, cuya labor coincidió con la presencia de un gobernador que fue altamente sensible al proyecto: Enrique Álvarez del Castillo, quien asumió personalmente la tarea de convencer al presidente de la relevancia del decreto, y asumió un costo personal al enfrentar a los empresarios taladores que usufructuaban la zona como si jamás se fueran acabar los recursos, que les parecían inagotables.
Al proteger, había dos objetivos principales: frenar la deforestación y degradación de los bosques, y sacar de la marginalidad a sus pobladores, indígenas y mestizos. Del primero, los resultados son patentes.
"Estudios desarrollados en la región muestran que la reserva de la biosfera ha sido efectiva para lograr la contención de procesos de deforestación, aunque no los ha eliminado por completo. En 1972 —fecha inicial de la que se dispone de datos— 96 por ciento de la superficie de las zonas núcleo de la reserva estaba cubierta de bosques, disminuyendo a 90 por ciento al tiempo del decreto de la reserva; para el año 2000 era una cobertura de 94 por ciento, y se ha mantenido prácticamente estable desde entonces, con un ligero aumento", refiere en un trabajo de hace un lustro el investigador y hoy director del Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad (Imecbio-UdeG), Enrique Jardel Peláez.
"En contraste, en la zona de amortiguamiento ha continuado cierta tendencia de deforestación: la superficie forestal pasó de 82 por ciento en 1972 a 77 por ciento en 2000 y 75 por ciento en 2009. En los alrededores de la reserva, la deforestación ha sido mucho más alta que dentro de la zona de amortiguamiento: en 1972 la cubierta forestal era de un 66 por ciento; y en 2009, de 54 por ciento", agregaba.
Así, "la tasa de deforestación anual del periodo 2003-2009 en la parte norte de la región de influencia de la reserva fue de 0.7 por ciento anual para los bosques y de 2.4 por ciento para las selvas [lo que representa una pérdida anual de 740 hectáreas de bosque y 2,350 hectáreas de selva]. En contraste, dentro de la reserva, las tasas de deforestación fueron más bajas: -0.1 por ciento en bosques [unas 40 hectáreas al año] y menos 0.5 por ciento en selvas [260 hectáreas por año]".
MILENIO JALISCO le preguntó hace unos días al mismo científico qué habría pasado si Manantlán no hubiera tenido protección institucional."Si la Sierra de Manantlán no hubiera sido decretada como reserva de la biosfera, lo más probable es que siguiera siendo una de tantas áreas forestales olvidadas de la atención gubernamental y de las organizaciones conservacionistas. Sin duda hubieran continuado los procesos de sobreexplotación y degradación de los bosques por la extracción de madera bajo prácticas de manejo deficientes y la deforestación de las selvas para expandir la superficie de cultivos agrícolas y de pastizales para mantener una ganadería precaria. Es posible también que se ampliara la explotación minera. Así mismo es posible que se recrudecieran los conflictos sociales relacionados con la explotación de la madera, los recursos minerales y el agua", contestó el científico.
Tanto el decreto como la inclusión en la red de la Unesco, "puso a la Sierra de Manantlán a la vista de la sociedad; se canalizaron recursos de organizaciones conservacionistas y de apoyo al desarrollo rural y se logró tener una atención gubernamental que aportara recursos para la población local y para la conservación, en lugar de solo aparecer eventualmente para mantener relaciones clientelares en periodos electorales o para reprimir movilizaciones campesinas en defensa de los recursos naturales de las comunidades agrarias", agregó.
La reserva "fue también un detonador del reconocimiento del patrimonio natural del occidente de México y de la necesidad de conservarlo y, a la larga, ha tenido un impacto positivo e importante en el surgimiento de iniciativas locales y regionales de manejo sustentable de recursos naturales y gestión ambiental, como es el caso de las Juntas Intermunicipales de Medio Ambiente y varios proyectos de conservación en la región y en los estados de Jalisco y Colima". El objetivo social ha sido más complejo, lleno de clarosucuros. Pero más allá de la posición política del observador, no se pueden negar dos cosas: primero, que hay mejores servicios y comunicaciones que en el pasado; segundo, que la zona permanece como uno de los rincones más pobres y atrasados del occidente mexicano.
Manantlán alguna vez alojó a talamontes que oprimían campesinos y arrasaban los bosques. Los Tiburcio Lemus, que como Atila, donde pisaban "no volvía a crecer una brizna de hierba" (La tierra pródiga), fueron desterrados. Pero a tres décadas, con el arribo de bandas criminales, la debilidad del estado mexicano, y los nuevos intereses corporativos, asoman lo que los sociólogos han dado por llamar "los neoextractivistas": los caciques de la globalización.
Claves
Cronología del proyecto
1977. Descubrimiento del Zea diploperennis, maíz silvestre pariente de la especie domesticada, por investigadores de la Universidad de Guadalajara, en la Sierra de Manantlán
1978. Investigadores de las universidades de Wisconsin (Hugh Iltis, John Doebley ) y la Universidad de Guadalajara (Luz María Villarreal de Puga, Rafael Guzmán, Antonio Vázquez) realizan prospección biológica en la Sierra de Manantlán e identifican la sierra como un área de alta biodiversidad
1984. El gobierno de Jalisco compra tres predios que conforman una superficie de 1,245 hectáreas que son actualmente el laboratorio natural de Las Joyas. A fines de diciembre se publica el decreto en el cual se conforma la estación y se entregan en comodato 100 ha a la Universidad de Guadalajara para proteger el Zea diploperennis y el bosque mesófilo de montaña.
1985. La UdeG crea el Laboratorio Natural Las Joyas el 15 de marzo para "realizar funciones de investigación científica básica y aplicada en el campo de la biología, cultivos y plantaciones forestales, la formación de recursos humanos para la protección ecológica, la capacitación rural, así como el intercambio y la difusión de experiencias en el ámbito nacional e internacional.
1986. Se designa Las Joyas como estación científica y se definen sus objetivos. El gobernador de Jalisco, Enrique Álvarez del Castillo, da su apoyo al proyecto Manantlán para conformar un área protegida.
1987. Creación de la reserva de la biosfera Sierra de Manantlán por el presidente Miguel de la Madrid, decreto firmado el 23 de marzo de 1987, con una superficie de 139,577 hectáreas. Se suma a la Red Internacional de Reservas de la Biosfera del Programa MAB – UNESCO de las Naciones Unidas. El Laboratorio Natural Las Joyas se mueve de Guadalajara a El Grullo.
1989. Taller para evaluar la problemática de contaminación del río Ayuquila, en donde se definió la estrategia de investigación y educación ambiental que dieron origen al proyecto actual de gestión de recursos naturales.
1992. Transformación del Laboratorio Natural Las Joyas en Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad.
1993. Se crea la dirección de la reserva bajo la intervención del Instituto Nacional de Ecología (INE). Mención honorífica al Imecbio dentro del Premio al Mérito Ecológico 1993.
1995. Creación de la red universitaria de la UdeG y el Centro Universitario de la Costa Sur. El Imecbio se conforma como Departamento de Ecología y Recursos Naturales (DERN Imecbio) y cambia sede a Autlán.
1998. El ingenio Melchor Ocampo provoca un siniestro ambiental de gran magnitud en el río Ayuquila. Este evento será parte aguas para la solución del conflicto de contaminación del río Ayuquila que tenía más de 30 años.
2000. Se publica el Plan Manejo Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán elaborado por investigadores del departamento.
2001. Gobiernos municipales, el Imecbio y la reserva de la biosfera formalizan el fideicomiso ambiental de la cuenca del Ayuquila.
2002. Imecbio concursa y gana entre varias universidades a nivel internacional en Latinoamérica la oferta del diplomado internacional en Educación para la Conservación de Recursos Naturales. Inicia el Programa de Manejo de Fuego en la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, impulsado por el departamento. Crisis en relación UdeG-Conanp limita colaboración
2005. Junta intermunicipal recibe el premio Gobierno y gestión local otorgado por el CIDE y la Fundación Ford, de manos del presidente Vicente Fox.
2007. Se decreta la Junta Intermunicipal de Medio Ambiente para la Gestión Integral de la Cuenca Baja del Río Ayuquila (JIRA), organismo público descentralizado único en México.
2008. DERN Imecbio es reconocido por la Universidad de las Naciones Unidas como Centro de Experiencias en Educación para el Desarrollo Sustentable siendo el segundo centro en América Latina.
2010. La JIRA recibe de la Semarnat el Premio al Mérito Ecológico 2010. El gobierno de Jalisco entrega el Premio Jalisco al Compromiso Ambiental categoría de "sustentabilidad" a la JIRA.
SRN