Entre lo nuevo y lo viejo del vino de Mendoza

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Los viñedos del “nuevo mundo” toman prestada la tradición de más de cuatro siglos.

La preciada región de Paraje Altamira en el Valle de Uco, una de las regiones vinícolas más prominentes de Mendoza (Cortesía).
Benedict Mander
Argentina /

Cuando Américo Vespucio acuñó el término de “nuevo mundo” en el siglo XVI, probablemente no tomó en cuenta las sutilezas que se desarrollarían más tarde en el mundo del vino argentino.

El límite entre el viejo y nuevo mundo se difumina en Argentina, cuyos vinos toman prestada una tradición de más de cuatro siglos.

Aquí existe la preferencia por adoptar el concepto francés de terroir (terruño). Los viticultores eligen enfatizar el lugar específico donde se cultivan sus vides y el microclima y el suelo que lo caracterizan.

Mendoza comenzó a entender que los franceses tienen razón”, dice Nicolás Catena, quien fue pionero en la producción de vinos Malbec de calidad en Mendoza en la década de 1990. Si deseas un vino de muy alta calidad, debes encontrar el lugar adecuado para cultivar las vides, agrega.

Eso es un cambio del estilo californiano que tuvo una fuerte influencia en Catena cuando visitó el Valle de Napa en la década de 1980. Para la década de los 2000, la mayoría de los vinicultores argentinos ya comenzaban a copiar la forma californiana de elaboración del vino.

“La novedad actual”, dice José Alberto Zuccardi, director de una de las familias vinícolas más respetadas de Mendoza, “es que hay una tendencia a prestar principalmente la atención al origen de las uvas. Antes la gente solo se preocupaba por el tipo de uva que era”.


La familia Zuccardi abrió una nueva bodega desmesurada a 100 km al sur de la ciudad de Mendoza en la preciada región de Paraje Altamira del Valle de Uco.

“¿Cuánto tiempo le tomó a Francia poder hablar sobre vinos de Burdeos o Borgoña? Cientos de años”, dice Zuccardi. “Pero hoy tenemos los recursos tecnológicos para avanzar mucho más rápido en esto”, agrega, refiriéndose a la relativa facilidad de clasificar los diversos suelos aluviales de Mendoza, que le permite a los viticultores precisar las mejores áreas para las diferentes uvas.

No todos están de acuerdo en que esto sea lo correcto. José Manuel Ortega, un español que desde la llegada del milenio construyó una de las bodegas más emblemáticas del Valle de Uco, cree que el enfoque en el terroir podría ser solo una moda. “Lo único que vas a hacer es confundir a la gente”, dice. “Esto no es Borgoña”. Argumenta que apostar todo por una sola uva como el Malbec es un error similar al que cometió Chile al enfocarse demasiado en la uva Carménère.

“El gran atractivo de Argentina es poder hacer 20 cepas como en ningún otro lugar del mundo”, dice, señalando que las tierras vinícolas del país se extienden a lo largo de 4,000 kilómetros desde la frontera de Argentina con Bolivia hasta la Patagonia, o más o menos la distancia de Moscú a la Ribera del Duero, región del norte de España, donde su familia tiene un viñedo.

El mayor problema al que se enfrenta la industria vitivinícola argentina no es tanto la calidad, que ya logró, sino la competitividad, dice Ortega.

Sus viticultores tienen que lidiar con la volatilidad económica de Argentina; los altos costos de los créditos y los impuestos, y una logística tan mala que es más costoso enviar vinos desde Mendoza a Buenos Aires que desde Buenos Aires a Beijing.

Finalmente esto puede estar cambiando bajo el gobierno a favor de las empresas del presidente Macri, que busca poner fin a la arraigada cultura de proteccionismo de Argentina.

El gran atractivo de Argentina es poder hacer 20 cepas como en ningún otro lugar del mundo (Shutterstock).

“Durante la última década no podías invertir, Argentina era una economía muy cerrada”, dice Marcos Jofré, gerente de operaciones de Trivento, la división argentina del productor chileno Concha y Toro. “Está por llegar un nuevo ciclo de inversión. Es un buen momento”.

Trivento, uno de los mayores inversionistas extranjeros en Mendoza y uno de los principales exportadores de vino de Argentina, ya compró 365 hectáreas, llevando a un total de 1,650 hectáreas en la provincia. No invierte en nuevas tierras desde 2007.

Aunque la industria del vino de Mendoza resultó golpeada por un tipo de cambio no competitivo y dos malas cosechas desde que Macri asumió el poder (2016 fue el peor en 50 años), los expertos creen que las perspectivas empiezan a mejorar.


Mientras tanto, sobre el asunto de qué tan antiguos son los vinos argentinos del “nuevo mundo”, en un estudio de la familia Catena se dice que el Malbec argentino no es una mutación de las uvas que se trajeron de Francia, sino una cepa más pequeña y superior de la uva Malbec que los franceses dejaron de cultivar a mediados del siglo XIX.

Las preocupaciones de que el clima se vuelve demasiado frío para plantar la uva en Francia lo llevaron a hacer pruebas en Mendoza, donde floreció y se convirtió en la uva que la mayoría de la gente identifica con los vinos del “nuevo mundo” de Argentina. La uva Malbec que se llevó a la provincia en 1860 la abandonaron los franceses, dice Catena, y “hoy el único lugar donde se planta es Argentina”, agrega.

“Entonces, ¿cuál es el viejo mundo?”.



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