Visitar la hacienda Sotuta de Peón en Yucatán es más que una experiencia de aventura, más bien resulta una clase de historia acerca el desarrollo de la mejor época que ha tenido la península.
El lugar es uno de los pocos espacios donde se conserva la tradición y el trabajo del henequén (también conocido como isal), agave que llevó al desarrollo económico al estado entre 1850 y 1950.
"El henequén fue el gran impulsor de Yucatán en el mundo. Cuando su gente comenzó a vender sogas, mecates, pues, y exportarlo a todo el mundo, Yucatán vivió su época de esplendor. Se elaboraban toda clase de mecates, incluso para detener los enormes barcos de aquellas épocas", afirma Iván, nuestro políglota guía en este maravilloso viaje.
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"Originalmente la hacienda contaba con unos 3 mil metros cuadrados, en los que se plantaba el agave. Hoy solo se cuenta con 300 metros cuadrados y hay que aclarar una cosa, la hacienda ya no se dedica a producir este material si no a recibir al público turista para que aprenda cómo se trabajaba el henequén, una industria que durante un siglo fue la base para el desarrollo de Yucatán", dijo.
Durante el recorrido vemos enormes máquinas para la producción del mecate que en algún momento de la historia fue la base para que unas 50 familias locales le dieran trabajo a casi 85% de la población yucateca de aquel entonces.
"Esta hacienda guarda muchos de los aspectos originales que se vivían en aquellas épocas. Tiene incluso los famosos sótanos, que se construían a nivel de piso debido a que el suelo en esta zona es sumamente duro y por lo tanto se empezó a construir a nivel de la tierra", afirma Iván.
Durante el recorrido no podía faltar el tradicional árbol ceiba que ofrece una energía positiva para todos los que recorren el área, que no solo tiene al henequén como su espacio principal, también cuenta con una serie de cenotes, dos de ellos abiertos al público, que forman parte de esta experiencia.
Luego de conocer la fábrica donde desde hace más de 80 años el plástico dio por terminada la existencia de este producto —por ser mucho más económica su elaboración—, dos vagones jalados por caballos continuaban la experiencia que nos llevaría hasta el cenote Dzul Ha, en el que sus aguas frescas le dan la bienvenida a los visitantes de la hacienda.
El recorrido de unos 15 minutos termina en la entrada al cenote, que tiene un número determinado de visitantes diariamente para conservar su esencia y enigma.
Tras colocar los chalecos salvavidas, los visitantes se sumergen en una de las actividades más relajantes que proporciona el tour.
Las aguas cristalinas del cenote, así como la oscuridad y el hecho de estar a unos 20 metros bajo tierra hacen de la visita una experiencia para recordar para toda la vida.
Las claves
La hacienda cuenta con ocho casas habitación para huéspedes.Tiene amenidades como paseos a caballo y cuatrimotos
El silencio y la tranquilidad del hogar son sorprendentes.
El cenote Dzul Ha tiene una profundidad de unos 10 metros en su parte más baja.
evt