A 3,000 metros de altura, en el glaciar Hintertux de Austria, los mejores esquiadores del mundo se ponen a prueba. Aquí vienen a entrenar, con sus trajes de piel multicolores que animan el mundo monocromático de piedra y hielo, muy por encima de la línea de árboles. Equipos de Canadá, Italia, Rusia, Holanda se amontonan alrededor de los telesquíes y cerca de las cimas de las pistas, esperando su turno a través de las puertas del slalom.
Entre todos estos competidores y sus entrenadores, al esquiador que más monitorean en la montaña es a mí. Estoy esquiando solo, usando un viejo anorak negro y una gorra de lana. Pero escudriñan todos mis movimientos, desde el ángulo de los bordes de mis esquíes hasta la presión relativa que ejerce cada dedo, es el primer instructor de esquí de inteligencia artificial del mundo. Oculto en mis botas hay dos hileras llenas de sensores que se comunican a través de Bluetooth al smartphone en el bolsillo de mi chamarra, que a su vez informa a un servidor en Frankfurt.
Las aplicaciones para smartphones que registran la velocidad máxima y la distancia recorrida en los últimos años se convirtieron en algo común, pero Carv es totalmente diferente. Un giro promedio dura 1.5 segundos, tiempo en el cual se recopilan y se analizan más de 5,000 datos. En el modo de esquí libre, registrará tu rendimiento para que en el teleférico puedas sacar tu teléfono y revisar, tu tiempo mínimo de borde a borde o ver en qué momento del giro comienzan a aplicar presión. También puedes dejar el teléfono en tu bolsillo, y una voz computarizada se pondrá en marcha para darte una calificación general sencilla de tu carrera, un “Ski: IQ”.
“En lugar de dar los datos en bruto, y atraer a un nicho de competidores en serio, decidimos que queríamos crear una experiencia de entrenamiento que enseñe a la persona promedio a mejorar, y ese es un problema mucho más complejo”, dice Jamie Grant, director ejecutivo de Motion Metrics, la compañía responsable del sistema.
Después de obtener un título en Oxford y un año sabático en Whistler, Grant, trabajaba como pasante en Barclays Capital mientras hacía un doctorado en economía financiera en el Imperial College de Londres. “Pensaba en utilizar el aprendizaje automático para optimizar la asignación de cartera en los mercados de futuros, lo que me permitió conocer codificación, estadística y ciencia de datos.
Me surgió la idea de usar las mismas técnicas para entender mis propios datos mientras esquiaba”. Comenzó a desarrollar los algoritmos para monitorear su actividad y publicó un mensaje en la universidad solicitando ayuda.
Entre los que respondieron se encontraba Pruthvikar Reddy, un estudiante de maestría en ingeniería mecánica que JPMorgan había contratado para trabajar medio tiempo, ayudando a desarrollar una aplicación para iPad para usar en la Bolsa de Metales de Londres. Juntos, fundaron Motion Metrics; inicialmente desarrollaron una aplicación de seguimiento, luego crearon prototipos de sensores, dando la espalda a sus nacientes carreras en la City de Londres para trabajar en el proyecto de tiempo completo.
Desde 2015, se mueven de Shenzhen, la capital electrónica de China, donde se fabrica el hardware de Carv, y las estaciones de esquí en Austria, Italia, EU y Eslovenia, donde se hacen las pruebas y se desarrolla el software. “Hacíamos pruebas de prototipos en una pista de esquí seca en Essex”, dice Reddy.
“Era verano, y alguien me vio que llevaba botas de esquí, con muchos cables saliendo de ellas, pasando por la estación de Liverpool Street. Cuando nos dimos cuenta, toda la estación se había apagado, la policía estaba allí con perros de ataque y escuadrones de bombas.
Un policía aterrorizado me preguntó qué llevaba, contesté ¡es un entrenador digital de esquí!”. Carv es adictiva. Incluso en el modo de esquí libre, me concentro en cada giro para mejorar mi puntuación para la carrera, especialmente al tener la función de tabla de clasificación que te ubica en una posición frente a otros usuarios en tiempo real. Una combinación de un barómetro y un GPS le indica al sistema cuando estamos en en el ascensor y en el teleférico. Grant y yo comparamos las puntuaciones.
Comienzo con los ejercicios de Carv. Primero una sesión en la orilla, en el nivel 12 de 20, y subiré al siguiente nivel solo si 16 de los 20 giros cumplen con el estándar. Empiezo a escuchar las campanadas gratificantes, pero luego la voz me advierte “Trata de no arquear tus piernas”. Esto fue inesperado: después de años de batallar, yo pensaba que hacía mucho tiempo que había arreglado el arqueo de piernas.
El hecho de que el sistema detecte esta falla es tan impresionante como desalentador. Los 48 sensores de presión debajo de cada pie pueden indicar si ejerces tu peso hacia adelante o hacia atrás en el momento del giro y si transfieres el peso con suavidad de un esquí a otro.
Un acelerómetro, un giroscopio y una brújula electrónica, ocultos en un pequeño chip debajo de cada empeine, pueden monitorear los giros y mucho más. Pero finalmente, con un “¡Gran trabajo!”, Carv anuncia que completé el nivel, y al tocar dos veces mi guante en el audífono paso al siguiente. Tal vez Google y sus miles de millones de dólares aún no tocan a la puerta, pero ya no hay duda de que la era de la información llegó a las montañas.