Charles Aznavour, a cien años del genocidio armenio

El cantautor y actor francés, hijo de una sobreviviente de la masacre y nacido en 1924 como Shahnourh Aznavourian, evoca la represión a su pueblo hace un siglo, en un impactante texto del cual ofrecemos los extractos más relevantes.

La Iglesia Apostólica Armenia canonizó a millón y medio de muertos.
Charles Aznavour
París /

Es cierto, yo soy parte de ese pueblo, muerto sin sepultura. Mi padre y mi madre, que pudieron escapar a la tormenta, tuvieron la oportunidad de hallar refugio en Francia. No ocurrió lo mismo con el millón y medio de armenios que fueron masacrados, degollados y torturados en el que fue el primer genocidio del siglo XX. (...) Los gobiernos turcos que sucedieron a los verdugos de 1915 practicaron por décadas un negacionismo de Estado.

(...) Durante años, el crimen fue considerado como pagado. Hubo que esperar a 1980 para que las naciones comenzaran a reconocerlo. En puntas de pie, a media voz. Primero lo hizo el Parlamento europeo, en 1987. Francia con una ley promulgada el 29 de enero de 2001, seguida por una veintena de Estados. Y el Vaticano hace algunos días.

(...) No fui educado en el odio. El resentimiento no ha sido parte de mi universo, a diferencia del pueblo turco, educado en la negación. Quiero tener confianza en la juventud de ese país y en el pueblo que amo. Sé que un día, él abrirá los ojos y le pedirá cuentas a sus líderes por los años de mentiras y de deshonor que lo han mantenido en la ignorancia de su propia historia. (...) Como descendiente de las víctimas, y sobre todo como personaje público, siento que una responsabilidad particular me incumbe. Cargo el peso de su infinito sufrimiento. Los muertos están sin defensa. Un mandato moral me une a ellos (...) y creo que es deber de cada armenio preocuparse por ellos.

(...) Soy yo, pero también es usted ya que, como en Auschwitz, es la humanidad la que también fue asesinada. ¿Por qué el joven gobierno turco [heredero del Imperio otomano, N. de la T.] cometió ese acto innoble? ¿Por qué masacró a toda esa gente? ¿Podría (el primer ministro Recep) Erdogan decirnos una palabra verdadera al respecto? Tanto o más cuanto que la lógica de la hostilidad hacia los armenios continúa haciendo estragos cien años después.

Pienso en el bloqueo de Turquía a la pequeña Armenia que ha sobrevivido de milagro al genocidio. Pienso en su rechazo a ratificar los protocolos firmados en 2009 para la normalización de las relaciones entre Armenia y Turquía, frente a las cuales el gobierno turco condiciona la validación a un arreglo de la cuestión del Alto Karabaj [región en disputa con la vecina Azerbaiyán]. Pienso en su apoyo político y militar a Ilham Aliyev, cuasi presidente vitalicio de Azerbaiyán, que prometió no solo poner bajo su bota a esa pequeña parte de territorio [habitada por armenios] que se liberó de la opresión, sino que amenaza también abiertamente con invadir Armenia y ocupar su capital, Ereván.

¿Cómo no evocar además el ataque por organizaciones yihadistas, el 21 de marzo de 2014, al barrio armenio de Kesab en Siria, situado a escasa distancia de la frontera turca y donde todo indica que éste no habría podido llevarse a cabo sin el visto bueno de Turquía?

(...) ¿Es posible silenciar también el drama de los cristianos de Oriente Medio, asirio-caldeos, siriacos y armenios, así como la tragedia de los yazidíes [minoría preislámica], que siguen siendo perseguidos hasta hoy? Todas estas preguntas son parte de los desafíos ligados con el reconocimiento del genocidio por Turquía. La impunidad ha sido un muy mal ejemplo.

Las actuales atrocidades en Oriente Medio hunden sus raíces en los abominables actos de 1915, de los cuales la región guarda no solo los estigmas sino también la memoria. Dichas atrocidades proliferaron bajo la norma dominante que se instauró desde entonces. Un modelo que ha hecho creer que el desatino del más bárbaro siempre terminará por imponerse. ¿Hay que resignarse a eso?

Durante la Segunda Guerra Mundial, el domicilio de mis padres que se habían instalado en la calle de Navarin (París IX), fue frecuentado por la resistencia del Grupo Manuchian. Tuve la oportunidad siendo joven de frecuentar a los armenios y a los emigrados judíos que combatieron la ocupación alemana. El recuerdo de ese periodo de mi vida no me abandonó jamás.

(...) Cien años después, “el vientre de donde surgió la bestia inmunda sigue siendo fecundo”. Se puede observar en la suerte que corren las minorías de Oriente Medio o cuando se trata de las amenazas que pesan sobre Armenia y el Alto Karabaj. No ha habido una semana desde inicios de año sin que un joven de 20 años muera en la línea de contacto entre el Alto Karabaj y Azerbaiyán. Es algo que me destroza el corazón. Mientras que la presencia de los armenios se redujo a la mínima expresión en las tierras que fueron la cuna de su historia, los jóvenes siguen siendo cazados como conejos ya que ellos son los encargados de resistir a los apetitos de un nacionalismo panturco decididamente insaciable.

1915-2015: algunas cosas han cambiado… Las grandes potencias, habituadas a subordinar la moral a sus intereses, tienen por supuesto su parte de responsabilidad en la permanencia de esta serie de catástrofes de las cuales no se ve el final. ¿Cuántas veces el pueblo armenio fue esfumado, traicionado, abandonado a su suerte? Los vendedores de armas se han convertido hoy en los mejores amigos de la “petro-dictadura” azerbaiyana, cuyo presupuesto militar equivale él solo al PIB de la pequeña Armenia.

(...). Así, la muerte sigue rondando en torno al pueblo armenio. ¿Hasta cuándo? Quisiera, sin embargo, concluir este texto con una nota de optimismo. Un sondeo internacional hecho a pedido del Memorial de la Shoah [Holocausto judío] reveló que casi 33% de los turcos de 18 a 26 años apoyan que se reconozca el genocidio armenio. Considerando los tabúes del país, la cifra incita a la confianza y me conforta en mi respeto por el pueblo turco, al cual no se trata de señalar con el dedo por un crimen que no cometió.

La encuesta me ha dejado entrever que tal vez un día esa región del mundo será como la familia Aznavour, que cuenta con cristianos, judíos y musulmanes a quienes amo con el mismo amor. Me pongo a soñar. Pero la realidad de una actualidad sombría termina generalmente por imponerse. (...) Puede ser que este triste aniversario –es la primera vez en la historia que se conmemoran los cien años de un genocidio– haga avanzar las conciencias. Es para eso, también, al parecer, que sirven las conmemoraciones.

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