A un año de la muerte de Fidel Castro, el 25 de noviembre de 2106, la impronta del fundador del primer Estado socialista de América a semejanza de la desaparecida Unión Soviética sigue marcando el día a día de los cubanos y hasta las elecciones del año próximo, que iniciarán el relevo del llamado “liderazgo histórico de la revolución”, lo tienen como inspirador principal.
No obstante, pareciera que el tipo de sociedad que bajo su mando levantaron varias generaciones sin escatimar sacrificios ni riesgos, enfrenta una disyuntiva clave: ir hacia un “socialismo próspero y sostenible”, como propone ahora el liderazgo del país, o regresar a cuando todo comenzó en 1959, como aspiran sus contrarios.
La propuesta de continuidad se basa en una compleja política de cambios económicos puesta en marcha por el presidente Raúl Castro tras asumir el poder en 2006, cuando Fidel, enfermo, debió apartarse de la vida pública.
A nivel de la publicidad oficial, Cuba “avanza en la dirección prevista” y “el cambio generacional” anunciado a partir de febrero de 2017 —Raúl entregaría la presidencia de la república como resultado de los comicios generales— “está garantizado” por las nuevas generaciones.
Pero entre los ahora septuagenarios que siguieron a Fidel, los sentimientos son encontrados. “No veo que avancemos como dice Granma, ni siento que la gente esté optimista”, dijo a MILENIO el ingeniero Rodrigo F., mientras Guillermo M., tendero, consideró que “vamos bien, paso a paso, sí, pero bien”.
En las nuevas generaciones se registra más pragmatismo económico que compromiso político. “Yo lo estoy echando todo en este negocio (alquilar a turistas extranjeros un Chevrolet descapotable de 1959). Ahora, si el gobierno me cierra me voy pal’ carajo, porque no me queda nada que hacer en este país”, comentó Reynaldo P., 38 años, licenciado en Economía en alusión a la suspensión en la entrega de nuevas licencias para el trabajo privado dispuesta por el gobierno desde hace meses.
Con Raúl Castro resurgieron las mini empresas privadas y cooperativas como complemento de la predominante gestión estatal, siempre bajo el sistema de partido único. Los nuevos sectores incluyen 23 por ciento de la fuerza laboral activa, generan los mayores ingresos personales y han agudizado las diferencias sociales.
La economía cerró 2016 en recesión y el gobierno admite que para avanzar requiere un crecimiento sostenido de cinco por ciento, para lo cual han falta dos mil 500 millones de dólares de inversión extranjera directa anual, algo a lo que aún aspira.
Cuba es una plaza de “alto riesgo” para la inversión extranjera, categoría reforzada por la agresividad de Donald Trump, luego del deshielo iniciado en 2014 por los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, que siguió un curso ascendente hasta que el republicano se instaló en la Casa Blanca.
De ahí que el anticastrismo asentado en Miami vea “una buena coyuntura” para revertir al fin el curso socialista de la isla y apueste fuerte a que Trump logre agudizar las tensiones internas. Porque a un año de la muerte de Fidel y aunque las consignas de su época sigan enarboladas, los tiempos cambian y pareciera que muchos cubanos aspiran hoy a algo más que subsistir, como aprendieron a hacerlo por casi seis décadas.