El Salvador es un Estado soberano cuyo sistema electoral permite a los ciudadanos elegir a sus representantes a través del voto, pero que puede causar confusión por un tema inédito en su historia moderna: la reelección.
Según la Carta Magna del país sudamericano, su "gobierno es republicano, democrático y representativo". Esto implica que, al igual que México, tiene división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
En este sentido, tanto el jefe de Estado como los representantes en el Congreso deben ganar en las urnas para ocupar su lugar en el gobierno.
La Constitución de El Salvador también establece que los mandatos de cada presidente duran cinco años, pero Nayib Bukele pretende extender su tiempo en el poder con una maniobra legal y el respaldo de la mayoría de los ciudadanos.
Su travesía reeleccionista comenzó en 2020, cuando acudió acompañado de militares y policías al Congreso, dominado por la oposición, para presionar por la aprobación para su política de seguridad.
Al año siguiente obtuvo una abrumadora mayoría parlamentaria, que le permitió destituir al fiscal y a los magistrados de la Sala Constitucional que más tarde habilitaron su candidatura a la reelección, prohibida por la Constitución.
Con el camino libre, el 'presidente millenial' se presentó a la primera vuelta de las elecciones presidenciales con el objetivo de repetir en el cargo. Para lograrlo tiene que ganar con al menos 50 por ciento de los votos.
Junto a él se presentó el vicepresidente Félix Ulloa, quien ya lo acompañó durante los últimos cinco años dentro del Palacio Nacional (sede para el poder Ejecutivo).
La ley establece que si ningún candidato gana en la primera vuelta "el Tribunal nominará a los dos partidos políticos o coaliciones contendientes que hayan obtenido mayor número de votos válido para convocar a una segunda elección", que sería el 3 de marzo, según datos de la Cepal.
Sin embargo, las encuestas y sondeos de opinión reflejan que la mayoría de los ciudadanos está de acuerdo con la propuesta de Nayib Bukele, autoproclamado 'rey filósofo'.
Cabe mencionar que en las mismas elecciones del 4 de febrero se juegan los lugares en el poder Legislativo: 60 diputaciones federales (anteriormente eran 86) con su respectivo suplente.
Entonces, los 5.4 millones de salvadoreños del padrón electoral tienen en sus manos el destino de los 10 partidos políticos que conforman el mosaico de la vida pública, de los cuales algunos están en peligro de desaparecer.
La ley de partidos políticos salvadoreña establece que se cancelará la inscripción de un partido político cuando no obtenga 50 mil votos válidos emitidos a su favor en elecciones legislativas y si no tiene al menos un diputado en la Asamblea Legislativa.
En resumen, El Salvador se vale de elecciones libres, secretas y obligatorias, tanto dentro como fuera del país, para designar a su presidente y vicepresidente, quienes gobiernan en conjunto con poderes autónomos encargados de las leyes, presupuesto e impartición de justicia.
SNGZ