Los kumiai rechazan que el muro entre México y EU "profane" sus tierras ancestrales

La etnia del norte de México asegura que el muro de Donald Trump está afectando las tierras que le han pertenecido hace milenios; situación que se ha ido empeorando desde 1990.

El muro de Donald Trump ha sido una de sus mayores promesas electorales. (AFP)
AFP
Tecate, Baja California /

Ante el muro que separa a México y Estados Unidos, Norma y Guadalupe recogen moronel, una planta medicinal, y ven cómo la barrera impulsada por Donald Trump no para de crecer, "profanando" su territorio indígena.

Seis meses atrás, la valla que cruza por un terreno polvoriento y de vegetación agreste a las afueras de Tecate, Baja California, no medía más de tres metros de altura, recuerda Norma Meza, dirigente kumiai de 56 años. Hoy alcanza diez metros.

El muro de Donald Trump tiene como principal objetivo del mandatario limitar la migración y las drogas hacia Estados Unidos. (AFP)

El muro promovido por Trump, quien busca la reelección el 3 de noviembre, echó sal a las heridas de los pueblos aborígenes de la frontera, separados a la fuerza y que históricamente han visto ultrajada su cultura.

"Para mí este muro no significa nada, pero sí nos divide", afirma Meza, cuyo pueblo, originario de la vecina California, está allí desde hace 12 mil años.

El gobierno de Trump ordenó reforzar el vallado con gruesos tubos de acero enterrados a gran profundidad. La separación de la etnia también se ahondó.

En el norte de México hay varias comunidades indígenas, principalmente en Sonora y Chihuahua. (AFP)
"Quedaron muchos kumiais de aquel lado, pero somos lo mismo, éramos una nación", dice Meza sobre su pueblo, que en México suma unos mil 200 integrantes y es uno de los 16 de la región limítrofe.

El muro, que Estados Unidos está construyendo sobre los 3 mil 145 kilómetros de frontera, fue una de sus principales promesas de campaña de Trump en 2016 y de las más celebradas en los vecinos estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas.

Creen que los librará del narcotráfico y la migración indocumentada. Desde su primera campaña, Trump afirmó que México envía "traficantes de drogas, criminales y violadores" a Estados Unidos, avivando la urgencia de levantarlo.

El muro de Trump ya tiene más de 900 kilómetros construidos sobre la frontera con México. (AFP)

En medio de la hoguera política quedaron los pobladores originarios de esas tierras, cuya flora y fauna les provee alimento y medicina, y funda su cosmovisión. Las excavaciones para agrandar la barrera en Tecate profanaron un antiguo camposanto kumiai ubicado del lado estadunidense, donde viven más de 3 mil de estos indígenas.

"Nosotros tenemos esa visión de que cuando se entierra ya no se vuelve a sacar a los de la tierra", explica Meza.

A ello se sumó la construcción de un gasoducto. Salieron huesos que llevaban años sepultados en terreno sagrado, donde se utilizó dinamita para la remoción, relata. Meza movilizó a los kumiai mexicanos que entre junio y julio protestaron con rituales en el límite establecido, según consta en un mojón, por tres tratados del siglo XIX.

El muro fronterizo ha sido criticado por amplios sectores, tanto de la sociedad estadunidense como mexicana. (AFP)

Tras haber cruzado libremente la frontera por siglos, desde los años 1990 los nativos se han visto obligados a portar documentos y autorizaciones. Además, desde marzo el tránsito terrestre no esencial está restringido por la pandemia.

Meza se aproxima al vallado bajo un sol intenso, mientras del lado estadounidense enormes camiones y camionetas levantan una polvareda. Transportan escombros y obreros del gasoducto. También patrullan agentes fronterizos y de la Guardia Nacional de Estados Unidos que, armados con fusiles, se acercan al ver movimiento del lado mexicano.

"¡Vinimos a ver el trabajo que hicieron, que está muy bonito!", dice con sarcasmo Guadalupe Espinoza, indígena kiliwa y pa ipai de 67 años, a un agente que entiende español, mientras señala los barrotes. De potente voz, esta otra lideresa le envió un mensaje a Trump con el oficial: "Que se diera cuenta (...) que lo que está haciendo con el territorio sagrado de los kumiai es un delito".
Especialistas ambientales aseguran que el muro fronterizo generará un gran daño ambiental. (AFP)

Tras ese encuentro, Espinoza y Meza caminan entre los arbustos en busca de moronel, una variante de la lonicera subspicata, a la que atribuyen propiedades anticancerígenas y que sus pueblos han usado por siglos. Con un buen ramo en la mano, Espinoza agradece a la tierra cantando y agitando una sonaja.

"Ñam kori may, emeyó kamusiya, ñam kori may, ño ñom korí". Así suena fonéticamente el canto de la mujer, que traduce una parte de la canción como "¡aquí estoy todavía, señores!".

Mientras junta ramas, su rostro aparece enmarcado por una larga trenza y un flequillo entrecano. Las arrugas parecen talladas sobre la piel caoba.

"Así como pedí bendición para entrar y a las plantas para cortar, también tengo que despedirme de ellas", añade sobre el canto.
Los kumiai han ocupado el territorio del norte de México desde hace 12 mil años. (AFP)

No cortó todo el moronel que pudo. "Por más bonita que esté, si la planta no quiere no'más no tienes que cortarla", advierte, revelando un secreto de su ancestral convivencia con la naturaleza.

El 12 de octubre, Día de la Raza, una veintena de kumiais reunidos en el cruce fronterizo encendieron sahumerios, cantaron y danzaron exigiendo respeto. Señalando al muro, el líder comunitario Gilberto González reafirma: "Esto fue impuesto, nosotros ya estábamos, nuestras familias convivían. Aquí estamos los indígenas y vamos a seguir".

dmr

LAS MÁS VISTAS