El otrora todopoderoso ex duque Iñaki Urdangarin, marido de la infanta Cristina de España, lleva apenas tres meses en prisión y, según la prensa del país ibérico, está sumido en una “profunda depresión” que ha requerido ayuda médica.
Ni la sombra queda ya de ese hombre que, aprovechando que era yerno del rey Juan Carlos de Borbón, visitaba algunas comunidades autónomas para ofrecer lo que él y su socio, Diego Torres, llamaban “asesorías”, por las que debían pagar cifras de miles de euros. A los presidentes de las comunidades y a los empresarios no les quedaba otra que aceptar.
Nadie olvida la asesoría que el cuñado de Felipe VI le proporcionó al club de futbol Villarreal, un informe de apenas 12 hojas que buscó en internet y que copió tal cual, y del que cobró 700 mil euros al contado.
Lo mismo hacía con otros equipos de futbol, comunidades autónomas y con fundaciones benéficas. Un solo ejemplo: cuando creó una organización no gubernamental para “beneficiar” a niños discapacitados aunque, en realidad, buscaba evadir dinero al paraíso fiscal de Belice, según publicó El Mundo.
Y así siguió el camino de Urdangarin hasta que se descubrió que su Instituto Nóos, que también llamaba organismo “sin ánimo de lucro”, se agenció varios millones de euros (el ex presidente de las Islas Baleares Jaume Matas, quien contribuyó para engrosar esa cantidad, cifró las ganancias de Nóos en poco más de 16 millones de euros). Tras el destape, el Tribunal Supremo le condenó a cinco años y diez meses de prisión por los delitos de malversación, prevaricación y fraude a la administración.
Ahora, recluido en la prisión de Brieva, en Ávila, una cárcel para mujeres, Urdangarin está sufriendo lo “inimaginable”. Está “hundido”, “deprimido” en “grado máximo”, por lo que ha necesitado atención médica. Es la soledad de un ex duque, de quien su cuñado no quiere saber nada.
De acuerdo a Pilar Eyre, especialista en información de la Casa Real, de la que Urdangarin ya no forma parte, el marido de la infanta Cristina juega al frontón contra sí mismo, lee, escribe un diario, ve televisión, reza, recorre los cuarenta metros que tiene su patio, siempre solo. Ni siquiera hay funcionarios con los que hablar, porque ellos no tienen permiso para estar con él, a menos que deban prestarle algún servicio.
Urdangarin está clasificado como preso FIES 5 -reclusos con notoria relevancia social sometidos a vigilancia las 24 horas- y a diario se elabora un informe sobre su conducta.
Instituciones Penitenciarias de Madrid se mantiene alerta en todo momento ya que conoce que se han llegado a ofrecer hasta 200 mil euros por una foto del ex duque en prisión. Por eso, la vigilancia es extrema, se examina hasta las zonas íntimas de los visitantes para que no puedan introducir celulares.
Su única alegría son las visitas de sus familiares y de su abogado. La infanta Cristina lo llama a diario y él contesta el teléfono desde una cabina al lado de su celda para charlar durante un cuarto de hora.
Iñaki tiene derecho a tener diez números telefónicos más con los que puede comunicarse. No le ha visitado ni la reina Sofía ni la infanta Elena. Mucho menos el rey emérito Juan Carlos.
Además, en locutorios a través de cristal, van a verle sus hermanos, su madre y sus sobrinos. La infanta Cristina acude todas las semanas y le lleva lo que pide, libros y hasta tenis para hacer deporte.
El ex duque de Palma podrá disfrutar de sus primeros permisos para salir de la cárcel hasta finales del 2019. En días puntuales saldrá de su celda a la que tendrá que volver por las noches a dormir. Y nada más.
La “profunda depresión” del (ex) duque Urdangarin
LA ALDEA
Luego de 90 días de vida tras las rejas, el cuñado de Felipe VI permanece aislado de otros prisioneros y funcionarios y con ayuda médica debido a su abatimiento.
Madrid /
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