En mayo de 2020, la Corte Suprema de España confirmó la condena que un tribunal le fijó al rapero Pablo Rivadulla Duró, mejor conocido como Hasél, en marzo de 2018. Él tenía hasta el 12 de febrero para entregarse, por lo que al no hacerlo lo fueron a detener. Fue sentenciado a nueve meses de cárcel, acusado de apoyo al terrorismo, difamación y calumnia contra la monarquía española, difundidas a través de mensajes en redes sociales. El gobierno español se había comprometido a eliminar las penas por delitos relacionados con la libertad de expresión, pero no lo ha hecho.
Su detención generó una serie de protestas en distintas ciudades de España, uniendo a los jóvenes en defensa de la libertad de expresión.
Jordi Mir Garcia (Barcelona 1976), doctor en Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra y de la Facultad de Ciencias Políticas y en Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, hace un análisis de lo ocurrido en la Ciudad Condal tras el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél. El autor de 5 años de 15M. Movimientos sociales construyendo democracia, reflexiona para MILENIO sobre lo que hay detrás de las barricadas por la lucha de la libertad de expresión.
¿Qué hay detrás de las protestas?
La condena a Hasél por la libertad de expresión unida a diferentes malestares. Yo creo que después de que él se encerrara en la Universidad de Lleida y la policía catalana tuviera que entrar a detenerlo es un detonante que activa un conjunto de malestares que tiene que ver primero en cómo se están gestionando los diferentes conflictos políticos en los que está metida la sociedad catalana en relación al independentismo, pero no sólo con eso, tiene que ver con la crisis de la que no salimos en términos económicos y como afecta particularmente a algunos sectores de la población y para los jóvenes el horizonte de expectativas es muy limitado seguramente.
Los jóvenes han cambiado el guión de las protestas que estábamos acostumbrados a ver en Cataluña, ¿qué pasa con ellos?
Lo hemos visto en alguna pancarta, mandaban un mensaje que decía ‘Nos habéis enseñado que ser pacíficos no sirve de nada’. A lo mejor desde el 2011 con el llamado 15M y también con el proceso independentista hemos asistido a movilizaciones que podemos definir como ‘no violentas’. Eran un tipo de manifestaciones que buscaban ser muy inclusivas, ser multitudinarias que gente de edades diferentes se sintiera cómoda para ir a participar. Era un tipo de movilización en la que la violencia no iba a jugar un papel. Las movilizaciones post sentencia, los colectivos que las están impulsando han decidido que esa vía no es la que sintoniza más con su estado de ánimo actual y han decidido actuar por una vía de confrontación. Ese mensaje se puede interpretar: llevamos tiempo haciendo movilizaciones no violentas y consideramos que no han dado los frutos que nosotros querríamos, nuestro malestar no va a verse retenido por la vía no violenta y si hay que quemar un contenedor o si hay que enfrentarse con la policía pues no vamos a evitarlo. Por decirlo de algún modo.
Y pasamos de los contenedores ardiendo a los saqueos...
No hay que mirar hacia otro lado. Ante una convocatoria gente bastante diferente se ha lanzado a la calle. Con un poco de ironía, podemos decir que en tiempo de pandemia y de restricciones tampoco hay tantas cosas por hacer. Ha ocurrido siempre, tanto cuando el Barça ganaba la Liga de Campeones o cuando había una huelga general, hay una serie de personajes que están en este tipo de movilizaciones y llevan a cabo un conjunto de actos que están muy lejos de lo que querría el movimiento y esto es así y está muy identificado. Por otro lado, nos estaríamos engañando si decimos que la violencia que hemos visto es responsabilidad de gente que no tiene nada que ver con la movilización. ¡No! Tiene que ver con la movilización. Es fruto de un malestar que en un momento determinado se considera que tiene que ser expresado de ese modo. Y le sumamos a estos personajes que aparecen para aprovechar la oportunidad. Claro, la situación tiene su complicación, hay elementos para la preocupación.
¿Es legítima esa forma de protesta?
La legitimidad, y yo me dedico a la filosofía moral y política, la legitimidad depende de cada cual, es decir, la legitimidad es un proceso que construimos. Yo diría que cada vez hay más gente que piensa que quemar un contenedor no está mal, el contenedor no sufre. ¿Qué violencia te preocupa a ti? ¿Te preocupa la violencia del contenedor quemado y no te preocupan otras violencias? Creo que va creciendo en ellos que somos una sociedad muy falsa, en la que la violencia física nos genera mucha repulsión, no nos gusta y creo que es saludable. Particularmente prefiero una sociedad que rehuya a la violencia, pero a la vez, vale la pena pensar lo que en sociología y en otras disciplinas es llamado violencia estructural, debe estar en nuestro análisis.
Que lo definimos como...
Lo que están diciendo estos jóvenes es que si vamos a hablar de violencia, hablemos de todas las violencias. Es decir, la que sufren las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Hablemos de la violencia que sufren las personas que no tienen recursos, hablemos de la violencia que sufrimos cuando estamos precarizados en nuestros lugares de trabajo, pero eso en una manifestación sin disturbios no sé si se traslada.
¿Se ven desamparados políticamente?
Un rapero es juzgado, condenado, se resiste, es decir no se entrega a la policía, tampoco se va al exilio. Hay el caso de Valtònyc, de las islas baleares que se ha ido a Bélgica para evitar la justicia española. Si vamos a las letras de esas canciones, uno de los elementos por lo que es juzgado y que no podemos evitar el análisis, es la denuncia a la monarquía por corrupta y eso es algo que en los últimos meses ha ido saliendo cada vez más. No las letras de Pablo Hasél, sino evidencias de esa corrupción que llegan hasta el extremo de que el rey tiene que abdicar en su hijo y ahora tenemos al rey regente, digámoslo así y al rey emérito en una especie de exilio porque decide abandonar el país. En el imaginario de mucha gente es un ‘hasta aquí’. No podemos evitar la cuestión fundamental que es para ellos entender que España es una sociedad que está lejos de ser la democracia que ellos querrían.
El Movimiento 15M o de los indignados luchaba por esos ideales...
El 15M tenía como principal lema ‘Democracia Realidad’, es decir, hace tiempo que en España hay sectores que piden más democracia, desde el proceso de transición, digamos del franquismo hasta la democracia. Creo que lo que estamos viendo ahora es una nueva ola de esos procesos en los que se juntan el movimiento independentista, pandemia y casos como el de Pablo Hasél y el debate de la libertad de expresión. Además de la corrupción de la monarquía que es una pieza clave de la transición en España.
¿Tendrá sus frutos?
La cuestión es ¿cómo hacemos como sociedad para tratar esos malestares? Intentarles dar respuesta para que no tengan que aparecer de esta manera y especialmente para que la gente joven no piense que la única manera que tiene para ser escuchado y atendida es con formas de actuación que incorporen elementos como los que hemos visto estos días.
Con las movilizaciones del 15M al cabo de un año hubo otra vez movilizaciones y al cabo de 4 años, hubo un partido político surgido de ahí que llegó a la alcaldía de Barcelona, la alcaldesa Ada Colau viene de las movilizaciones del 15M, de la reforma por la hipoteca. Por lo tanto, los efectos de la movilización social son muchos y muy diversos y en muchas ocasiones no es fácil verlos a simple vista.
¿Se reformará el Código Penal?
Yo creo que el gobierno español tenía muy claro que eso no podía ocurrir, de que no podía entrar en la cárcel. Otra es el equilibrio interno del gobierno y la dificultad para maniobrar.
Tengo la impresión de que hay gente en ese gobierno que hubiera querido cambiarlo antes para no llegar a este punto. Uno de los problemas que tiene el gobierno español es que estamos en un momento de confrontación entre los partidos y hay un determinado sector de la sociedad que considera que es inadmisible cualquier cambio legislativo que mejore las condiciones por ejemplo de Pablo Hasél o de los presos independentistas. Si bien hay una parte de la sociedad amplia que está por esos cambios, también hay sectores, Partido Popular, el crecimiento de VOX, Ciudadanos a ratos, pero hay parte que no lo está poniendo fácil pero saben perfectamente que eso tiene que ser revisado, Amnistía Internacional se ha posicionado, otros países han llamado la atención y saben perfectamente que eso tiene que ser cambiado y creo que lo cambiarán.
ledz