Grupos de transportes en Filipinas iniciaron una huelga nacional el lunes para protestar por un plan del gobierno que temen suponga la retirada de los yipnis tradicionales, unos vehículos que se han convertido en un ícono cultural, y otros medios de transporte público envejecidos.
Las autoridades tomaron medidas de contingencia y emplearon vehículos del gobierno para llevar a pasajeros varados en algunas zonas. Otros grupos se negaron a sumarse a la huelga de una semana, que sólo en la metrópolis de Manila podría mantener más de 40 mil yipnis y vagonetas de pasajeros fuera de las calles.
Los conductores inconformes y sus defensores celebraron una ruidosa protesta en el suburbio de Quezon, en la región de la capital, y avanzaron en caravana hacia una oficina reguladora de transportes para presionar en sus demandas.
“Pedimos al público que apoye la huelga de transportes de cualquier forma posible”, dijo Renato Reyes, de la alianza política de izquierdas Bayan, que respaldaba los paros. “Los inconvenientes del paro de transportes son temporales, pero la pérdida de medios de vida de conductores y operadores sería de largo plazo”.
Para el mediodía, el secretario de Transportes, Jaime Bautista, dijo que no se habían producido graves complicaciones en los transportes. Otros funcionarios dijeron que se habían movilizado vehículos del gobierno para llevar pasajeros en algunos lugares, sin dar más detalles.
El tráfico de hora punta fue tan denso como era habitual en las principales carreteras de Manila y las ciudades cercanas.
“No hay complicaciones salvo en un puñado de vías en la región de la capital nacional”, dijo a mediodía la oficina del presidente, Ferdinand Marcos Jr., que citaba reportes de las fuerzas de seguridad.
Bautista advirtió que los conductores huelguistas que recurrieran a la violencia y la coacción para detener vehículos de pasajeros que no participaran en los paros enfrentarían cargos penales.
La vicepresidenta, Sara Duterte, que también es secretaria de Educación, fue criticada tras decir que la huelga era una acción de inspiración comunista que podría incomodar a los estudiantes.
El programa de modernización de transportes, emprendido en 2017, aspira a reemplazar vagonetas y yipnis antiguos y peligrosamente deteriorados por vehículos modernos, que tienen más medidas de seguridad y cumplen los estándares de emisiones de dióxido de carbono. Los propietarios de vehículos deben sumarse a cooperativas de transportes y corporaciones para final de año para mejorar la gestión de los transportes, según el gobierno.
Las críticos afirman que la mayoría de conductores pobres no pueden permitirse comprar nuevos yipnis de pasajeros ni siquiera con la ayuda gubernamental prometida.
“Está bien tener modernización para los que tienen dinero”, dijo el conductor de yipni Benito Garcia a The Associated Press. “Pero nosotros, conductores y operadores de yipnis, no nos lo podemos permitir”.
Otros dijeron que el programa supondría el final de los yipnis, pintados de colores y con llamativas decoraciones y considerados como los “reyes de la carretera” en Manila, así como un rasgo de la cultura filipina.
Los yipnis de diésel evolucionaron a partir de los jeeps militares que dejaron atrás las fuerzas estadounidenses tras la II Guerra Mundial. Los vehículos fueron modificados y después reproducidos, muchos con chasis reutilizados de camiones, y durante décadas fueron la forma más popular de transporte por tierra entre la clase trabajadora, aunque expulsan negras humaredas a las que se atribuye la intensa contaminación del aire en la capital.
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