"Somos Reem y Rawan. Usamos estos nombres para proteger nuestra identidad. Estamos escondidas en Hong Kong desde septiembre. Hemos cambiado de lugar hasta en 13 ocasiones.
Sentimos a diario el temor de ser secuestradas. Lo que le pasó a Khashoggi ha aumentado nuestro miedo". Es la llamada de auxilio de dos hermanas saudíes que escaparon al maltrato familiar y están varadas en China, con el pánico de un posible retorno forzoso al reino ultraconservador.
Reem y Rawan, sus pseudónimos, tienen 18 y 20 años. Hace cinco meses aprovecharon unas vacaciones familiares en Sri Lanka para dejar atrás una vida convertida en infierno. Sufragaron su escape con 5 mil dólares que habían ahorrado a escondidas en los últimos dos años.
"Es básicamente esclavitud moderna. No puedes salir de casa a menos que alguien te acompañe. Hubo ocasiones en las que estábamos meses sin ver el sol", relata Reem, la hermana mayor, estudiante de literatura inglesa en Riad.
Las mujeres saudíes no pueden viajar al extranjero, someterse a una intervención quirúrgica, casarse, alquilar un apartamento, inscribir a sus hijos en un colegio, abrir una cuenta bancaria o viajar sin el permiso de un "mahram" (tutor varón) ya sea progenitor, cónyuge, hermano o incluso vástago. Un sistema de tutela masculina que, agravado por la creación de una aplicación móvil, limita su vida diaria y cercena sus libertades condenándolas a habitar una eterna infancia.
Cansadas de las vejaciones de su padre y hermanos mayores, de 24 y 25 años, las hermanas planearon durante años la fuga que han abrazado otras tantas compatriotas. Una realidad oculta que en enero Rahaf Mohamed, la joven que se atrincheró en un hotel de Bangkok hasta lograr su asilo en Canadá, atrajo la atención internacional.
Con su ejemplo aún fresco, Reem y Rawan han hecho público ahora su caso en mitad de una angustioso contrarreloj. Su permiso para permanecer legalmente en Hong Kong expira este jueves.
"Todo lo que pedimos es vivir sin miedo"
"Han cancelado nuestros pasaportes para obligarnos a ir al consulado saudí. Queremos ser trasladadas a un tercer país antes del 28 de febrero", suplican las hermanas en un vídeo publicado en su cuenta de Twitter.
"Soñamos con poder vivir en un lugar seguro donde podamos ser mujeres normales, libres de violencia y opresión", confiesan en otro de sus mensajes. "Todo lo que pedimos es vivir un día sin miedo, dormir sin pesadillas y tener un hogar donde no recibamos amenazas".
Reem y Rawan, recién obtenida la mayoría de edad, diseñaron una huida que contaba con una breve escala de dos horas en Hong Kong, desde cuyo aeropuerto volarían a la ciudad australiana de Melbourne. Sin embargo, poco antes de embarcar, sus reservas fueron canceladas.
Obligadas a esperar en la terminal, las hermanas cuentan que unos hombres las intimidaron tratando de arrebatarles los pasaportes y sugiriéndoles que viajaran de regreso a casa. Un segundo intento de viajar a Australia en otra aerolínea acabó también en fiasco.
Comenzó entonces una persecución que las ha obligado a mudarse de localización en una docena de ocasiones cambiando hoteles por refugios y viviendas privadas.
"No pueden regresar a Arabia Saudita porque renunciaron al islam y el gobierno saudí las considerará apóstatas, una acusación castigada con la pena capital", arguye Michael Vidler, el abogado que las representa.
Su drama arroja luz sobre la discriminación de las saudíes y su desesperada ruta de huida. "Hay muchos casos similares. El gobierno saudí no nos ayuda y no existe una ley que proteja a las mujeres que son víctimas de la violencia", indicó el mes pasado a EL MUNDO Shahad al Muhaimid, una joven de 19 años que protagonizó una exitosa fuga. Durante unas vacaciones familiares en Turquía, logró cruzar hasta Georgia y viajar desde allí hasta Suecia.
En los últimos años las mujeres del reino ultraconservador han logrado ciertos avances como colocarse por fin al volante, después de que entrara en vigor un decreto real el pasado junio; acceder a los estadios o aparecer como presentadoras en los principales informativos de la televisión estatal.
Pero las limitaciones reunidas en torno al sistema de tutela masculina, permanecen y su retirada es una reivindicación histórica, no satisfecha por las autoridades.
El régimen, que lidera "de facto" el príncipe heredero Mohamed bin Salman, ha respondido a las reclamaciones con represión. Al menos nueve mujeres activistas permanecen desde mayo en prisión y sus rostros han aparecido en prensa acusadas de traición.
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Entre las detenidas, figuran algunas de las pioneras que en 1990 desafiaron las prohibiciones circulando con los coches de sus parientes por las arterias del país. Varias han denunciado, además, haber sufrido vejaciones y abusos durante su cautiverio.
A pesar de los anuncios y de la necesidad obligada de impulsar el empleo femenino en un país adicto al petróleo, la cuna del "wahabismo" -una radical interpretación del islam que ha armado el ideario de organizaciones como Al Qaeda o el autodenominado Estado Islámico- ha demostrado que el aperturismo está plagado de obstáculos.
Reem y Rawan, muy críticas con la falta de asistencia de la ONU, dan fe de ello. "Cada día que pasamos aquí, nos ronda el miedo de que Arabia Saudita nos cace".
jos